Por Juan Miguel Novoa @MIGUELMCMURPHY
Nos abandonaba hace unas madrugadas el compañero Fidel. Acompaña así a toda una legión VIP que desfila a purgar en un año donde ya no queda vivo casi nadie.
Fidel, comandante, patria o muerte, cuba libre, nos deja en su parafernalia una ausencia de siglo letal. Icono con barba y aroma de Cohíba con vitola mítica revolucionaria es un producto de la guerra más poderosa del siglo XX problemático y febril: la llamada guerra fría. Esa que completa la trilogía maldita desde una versión caliente y caribeña. Fidel llegó a los mass media un día entre sierras de verde oliva y boina para terminar con chandal hortera de multimillonario rodeado de un imperio repartido de nuevos ricos.
Llegó Castro en su misión vocacional y financiada de terminar el prostíbulo americano de la isla y deja una tierra de meretrices sin techo ni opciones, pero eso sí, las más cultas del mundo. Esto último lo confesaba jocosamente a su amigo americano Oliver Stone cuando realizaba el documental Comandante. El trabajo de Stone se planteaba en una visita y, como toda su obra, es impecable y manipuladora. El gran cineasta no hace más que expresar sus filias y fobias dentro de un proyecto general que busca explicar la indecencia de su país de origen. En todo caso, el encantamiento de Fidel no abarca sólo a la izquierda americana o universal, sino a la derecha cañí como a nuestro Fraga y compañía, cuando allá en tierras gallegas, iban de orujos y chascarrillos haciendo el indiano mientras ignoraban el crimen matinal de Cuba con la excusa de eso del buen rollo.
En fin, ahora lo de siempre: luto en la Europa siniestra, silencio en los silentes -la derecha- y brindis en Miami. La revolución se queda sin fetiches, lo que es quedarse en nada, lo que siempre fue pero sin el velo de las barbas que ocultaban la miseria de fango, exilio, asfixia y… naturalmente las putas, que serán honoris causa, pero sin más salida profesional que prolongar el malecón del brazo eterno de un turista que les saque una Visa a la libertad.
Fidel Castro, descanse en paz.