Ha pasado un día con su noche, 24 largas horas, y ya deseas morir pronto.
Despiertas aturdido por el somnífero que te suministraron para tu captura. Sabes que estás encerrado varios metros bajo tierra en un ataúd ubicado estratégicamente cerca del río, para mantener la humedad necesaria en el ambiente que respiras, el olor a tierra mojada, para que no olvides que estás enterrado varios metros bajo tierra.
Cualquier tortura que sea digna de su nombre debe recordar a la víctima que morir es lo mejor que puede pasar. Miras a tu alrededor, pidiendo a Dios que sólo sea un sueño, y vuelves a la realidad viendo las paredes de tu ataúd forradas de madera podrida por la humedad que respiras, clavada en los muros de hormigón armado, que sujetan la blandas y húmedas tierras que aprietan sobre ellos.
Miras abajo y ves tus pies fríos posados sobre el suelo de cemento blanquecino por antiguos regueros de agua. Subir la mirada hacia arriba es lo más terrorífico, a través de tus lágrimas ves que continúa ahí la máquina de acero de tres mil kilos que obtura tu única puerta de salida.
Imagínate 532 días como este encerrado en tu ataúd.
Los nazis sí saben torturar.
Se cumplen 20 años de la liberación de Ortega Lara por la Guardia Civil.
Encerrado por ETA 532 días en este ataúd.