Los días del año en España están marcados por las víctimas del terrorismo asesinadas por bandas. La más longeva en su actividad armada, ahora subvencionada por medio de representación en instituciones públicas, ha sido ETA. En su 'mochila' permanecen más de trescientos asesinatos aún sin resolver en el año 2017. Sólo hay un día en el calendario donde el terrorismo no pudo matar a nadie. El recuerdo de todos ellos permanece en la memoria de sus familiares, amigos, víctimas del terrorismo y gentes de bien. De los otros, ¡qué íbamos a esperar!
Una cuestión actual para el conjunto de la sociedad es el cercano 'blanqueo' del terrorismo. ¿En qué consiste? Sencillo. Se trata de difuminar qué ocurrió, por qué sucedió y, especialmente, los autores de ello. Fíjense en el uso del neutro, del impersonal, evitando identificar con nombre y apellidos para dejar constancia de los antecedentes de determinados ciudadanos de España.
La consulta de las sentencias judiciales en bases de datos abiertas al público revelan cuestiones muy significativas. Se trata de relatar los hechos esclarecidos en sede judicial; se identifica a las víctimas con un nombre supuesto, a ser posible en desuso en el Registro Civil actual, cómo efectúo los actos inequívocos para acabar con la vida del humano identificado. Es significativo leer nombres en mayúsculas, cuan visigodos, y evitar sus apellidos reales.
La valentía del terrorista está alejada de cualquier realidad. Ellos, independientemente fuera su pertenencia a ETA, GRAPO, Terra Lliure, FRAP, MPAIAC, Exercito Popular do Pobo Galego Ceibe, yihadistas, etc, han actuado valiéndose del engaño, distracción, nocturnidad, alevosía y resto de ventajas frente a sus víctimas. Han arrebatado el principal derecho de un ser humano: la vida. La miseria y cobardía del terrorismo se completa al exigir sus derechos, una vez son detenidos, puestos a disposición de la justicia y condenados. Recorren todas las vías recurribles hasta llegar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Allí se rasgan las vestiduras de su asquerosa alma de asesinos; en aquél lugar solicitan recibir del Estado, del resto de criaturas de la sociedad, el derecho a la libertad, olvidando el motivo de su restricción.
Las condenas, según rige en el ordenamiento constitucional, suponen una medida para reinsertar a los condenados en el conjunto de ciudadanos, significando una resocialización del individuo en el respeto a los demás. Es decir, no son medidas de castigo como tales, sino para fomentar una convivencia pacífica entre todos.
"Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla". Esta frase, atribuida al sabio chino Confucio, tiene total actualidad en nuestro hermoso país llamado España. Y más con la reciente actualidad. Se va a comenzar a impartir la asignatura de terrorismo en los colegios de manera gradual. Los Ministerios de Interior y Educación van a establecer una colaboración estrecha para elaborar un plan; éste consistirá en entregar a los docentes material para enseñar al futuro de la sociedad qué ha sido el terrorismo en España.
Las víctimas del terrorismo, al menos algunas, esperamos se cuente todo el complejo término en cuestión: acciones, víctimas y autores. Sí, autores, esos ciudadanos que, con nombre, apellidos, alias o seudónimos, atentaron de forma violenta o intimidatoria contra otros vecinos de España, sin otra motivación aparente de un pensamiento ideológico diferente.
Muchos asesinos de ETA han sido liberados de prisión. Unos en base a acuerdos con la Administración de Justicia -véase eliminación de la doctrina Parot-, otros por cumplimiento de condena -véase sin cumplir íntegra la pena impuesta- y algunos por medidas de gracia -véase beneficios penitenciarios-. Esas alimañas vuelven a sus lugares de residencia, con las calles regadas por la sangre de inocentes, en loor de multitudes de familiares, amigos, vecinos y compañeros terroristas.
Los nombres de las víctimas, las fechas, cómo se produjeron secuestros, extorsiones y asesinatos permanecerán toda la vida en nuestra memoria. Sin embargo, según encuestas realizadas recientemente, muchos jóvenes ni sabían quién fue don Miguel Ángel Blanco Garrido; qué ocurrió en el secuestro de don José Antonio Ortega Lara, quién asesinó a las niñas Miriam y Esther Barrera Alcaraz, ni cómo murieron doce guardias civiles en la Plaza República Dominicana, de apenas 20 años de edad. Podría continuar con los casi mil muertos por terrorismo en España.
Es muy difícil comprender cómo sí podemos conocer el nombre de las víctimas y no tener claro quiénes fueron sus asesinos, secuestradores o quienes facilitaron con alguna medida las acciones terroristas.
Derechos deberíamos de tener todos, especialmente las víctimas, a poder conocer el nombre y apellidos de todos los terroristas, estén en prisión o en libertad.