El islamismo radical ha vuelto a mostrar su cara más cruel, inconcebiblemente cruel e irracional en clave occidental. En esta ocasión en Barcelona. Toda mi solidaridad para las víctimas que pueden recibirla y para las familias de las que no.
Abordaré a continuación dos aspectos que con toda probabilidad parecerán extemporáneos o inapropiados a bastantes de mis improbables lectores. No me parece así y a ello voy.
El primero es constatar que hasta cuando escribo (23:00 horas) todas las cadenas de radio y emisoras de televisión nos relatan las actuaciones de los Mossos d´Esquadra y de la Guardia Urbana de Barcelona. No me cabe duda de que, puesto que la lucha antiterrorista es su función, su competencia y su capacidad, la Policía Nacional y la Guardia Civil están haciendo su trabajo.
A esa hora, Antena 3 retransmite en directo la rueda de prensa del Consejero de Interior (Coll) y del jefe operativo de los Mossos (Trapero). Más de una hora antes lo había hecho con la comparecencia conjunta del Presidente de la Generalidad y la Alcaldesa de Barcelona. Afortunadamente Trapero alude a que la Policía Nacional, la Guardia Civil y el CNI están trabajando en coordinación con el cuerpo de policía autonómica; con boca pequeña el conseller lo ratifica.
¡Qué pena me causas España! Hasta de las peores experiencias se pueden obtener resultados positivos. En tu coyuntura actual el artículo 155 de la Constitución estaría de más si el Gobierno de la nación (la única por el momento) hubiera tomado el toro por los cuernos y manteniendo el nivel 4 (sobre 5) de alerta antiterrorista hubiera asumido su papel y responsabilidad. Pero la realidad es terca y el Estado está ausente. Los gobiernos han mostrado su solidaridad y condolencias al de España, pero se han echado encima las 23:45 y éste no ha comparecido. En lo que es la guerra del siglo XXI España no existe. A las 23:50 me sorprende el anuncio de TVE 24 horas de comparecencia del Presidente Rajoy. Son las 00:10 del día siguiente y el presidente del Gobierno de España sigue ausente. Comparecerá, seguro, pero poco espero de ello y mañana he de madrugar, así que salvando el siguiente y último párrafo, me despido.
El segundo aspecto aludido ocupa menos espacio. En Twitter se recibió pronto la noticia: “Atropellament en la Rambla”. El término que doy por hecho es correctísimo en catalán fue recogido inmediatamente por conspicuas personalidades españolas. Lo malo es que lo hicieron traduciéndolo a la pata llana como atropellamiento. En castellano debió ser atropello. Se descuidan las palabras y se pierde el sentido, cuando no la razón.