Nicolás Maduro durante un evento en Caracas. Reuters
"No hay peor ciego que el que no quiere ver".
En medio de las descalificaciones entre partidos políticos de España, sale a la luz siempre el ejemplo de Venezuela. Ya sea buen ejemplo para unos o malo para otros.
Pero Venezuela no es un argumento teórico político. Venezuela es un país real, que vive de manera particular una etapa en su historia que puede ser perfectamente evaluada de manera racional y objetiva.
Por ello no cabe ya utilizarla como bandera de demagogia. Basta con analizarla desde los números más básicos y entonces sí, determinar si vale o no la pena ponerla de ejemplo. Basta un solo dato: la inflación acumulada.
El año 2017 en Venezuela cierra con una inflación de alrededor de 800% y una estimación para 2018 de 2000%. Este fenómeno de hiperinflación se explica mejor con el ejemplo de que si estacionas tu coche con una tarifa, al sacarlo en un par de horas del estacionamiento la tarifa ya habrá cambiado. Es una cifra alarmante, una cifra que desestima cualquier teoría económica que quiera decir que en Venezuela las finanzas son sanas.
Pero quizás el dato más significativo en cuanto a la inflación en Venezuela es precisamente que hace un par de años el gobierno dejó de publicarla. No así la Asamblea Nacional.
¿Qué tanto tendrá que esconder Nicolás Maduro?