El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en la entrevista de TV3.

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en la entrevista de TV3. CCMA

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TV3 en el golpe

Pablo Cambronero Piqueras
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Actualizada

Cuando el Gobierno decidió tomar el control de una autonomía declarada formalmente en rebeldía quiso dejar algún fleco suelto para canalizar la frustración de aquellos que se consideraban "tomados por la fuerza", uno de esos flecos fue el canal público autonómico, que viene siendo sistemáticamente usado desde tiempo inmemorial como una maquinaria bien engrasada de producir odio y exclusión entre hermanos.  Hoy TV3 sigue sirviendo al golpe no con la misma actitud, sino incluso con más vehemencia.

Es cierto que intervenir un medio de comunicación es impopular y muy utilizable para imputar al Estado un autoritarismo que no existe, pero no es menos cierto que si ese medio se sigue usando como instrumento de fomento del odio separata, esa comunidad seguirá anclada en las mentiras que hoy tanto daño hacen a las familias que siguen viviendo esa ridícula situación.

Uno de los últimos sucesos se ha producido en una tertulia en la que intervenía Jordi Cañas como contertulio “no afín” a la causa indepe. Allí una espectadora ataviada con el lacito amarillo llamó “Fill de puta” a Cañas, sin que la cadena hiciera gran cosa para impedirlo, una pequeña reprobación y ni siquiera una expulsión del plató. En días posteriores, la cadena hizo una entrevista tipo mitin al investigado Puigdemont, para que tuviera la oportunidad de seguir fomentando la comisión de delitos en España.

Tomar el control de un medio de comunicación es una decisión complicada, por el hecho en sí y la imagen exterior victimista que sin duda se va a publicitar por el separatismo, pero no hacerlo a buen seguro afectará a la pacífica convivencia de una comunidad que ya implora paz política y social.

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