Hace cuatro años Alemania ganó la copa del mundo y la mayor empresa europea de software aprovechó la circunstancia para apuntarse un tanto, señalando a diestro y siniestro que su tecnología Big Data había ayudado a los campeones a llevarse el campeonato.
Este año, con la eliminación de Alemania en primera fase del mundial, la empresa alemana en cuestión parece mucho menos locuaz que antaño. Es probable que la naturaleza humana nos haga a todos más proclives a apuntarnos a las victorias que a las derrotas.
Si a algún profesional de la tecnología en cuestión (como quién esto escribe) se le ocurriera pedirle explicaciones al editor de software, seguro que tendrían una respuesta preparada: me imagino claramente algo en la línea de que la ventaja competitiva de Alemania de hace 4 años ha desaparecido en este mundial porque las otras selecciones se han apuntado a la revolución del Big Data.
Como tantos otros forofos del deporte, disfruté con la película Moneyball, protagonizada por Brad Pitt hace ya 7 años. Pitt interpreta en la misma a Billy Beane, un manager de un equipo de béisbol que inicia una revolución en su club al apoyarse en datos estadísticos a la hora de tomar decisiones, como por ejemplo qué jugador fichar o qué jugador despedir. La revolución de Beane se extendió como una mancha de aceite a otros deportes (véase el fútbol), y los grandes clubes que hoy no tengan a su analista de datos en plantilla están en cierto modo en la edad media del fútbol.
Obviamente, el manager de un equipo de fútbol, como el gobernante de cualquier gran organización, podrá tomar una decisión más informada si lo hace con datos estadísticos en la mano. Es decir, podrá hacer un mejor diagnóstico. Ahora bien, algo que los datos no le permitirán hacer es pronosticar el resultado de su equipo en la liga a final de temporada, y mucho menos el número de eliminatorias de copa que su equipo logrará pasar en la Copa del Rey.
En su afán "cientificista", sin embargo, algunos periodistas de el diario más leído de este país pretenden que los datos pueden ayudarnos a predecir el campeón del mundial, y apoyan sus predicciones en un modelo que pretende ser científico, aunque prácticamente no sea falsable (en el sentido popperiano del término).
Al parecer, la mayor virtud del modelo estadístico es que casi siempre acierta más de lo que acertaría Vd. lanzando un dado y asignando resultados de forma aleatoria. Es bastante dudoso que el tal modelo acertase más que Vd. dando los resultados que crea más probables, siempre que sea Vd. mínimamente futbolero y lea de vez en cuando la sección de deportes de este u otro diario. Y sin embargo, si insinúa Vd. que lo que El País está haciendo un horóscopo futbolero con pretensiones futbolísticas, es probable que alguien le acuse a Vd. de no saber leer los números.
En descargo de El País, cabe decir que los periodistas encargados de los pronósticos en cuestión no recomiendan apostar en línea a su modelo. De hecho, los periodistas en cuestión no aceptan apuestas en contra de su modelo, por lo que cabe ser muy escéptico sobre la confianza que ellos mismos tienen en sus propios datos.