Los Mossos D'Esquadra cargan contra los manifestantes violentos, en Barcelona.

Los Mossos D'Esquadra cargan contra los manifestantes violentos, en Barcelona. Reuters

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Cobardes profesionales en funciones

Félix Jacinto Alonso Holguín
Publicada

"Violencia" es un término discutido y discutible, siempre y cuando no se haya recibido una pedrada en la cabeza. El Tribunal Supremo de España —permitan una sonrisa con el término "supremo"— dictó una sentencia que dejó a pocos ciudadanos contentos. ¿Quién no se atreve a cuestionar lo que todo el mundo vio por televisión? Alejémonos de la filosofía usada para ocultar la definición de "violencia", algo muy difícil de entender cuando se vio a Policías Nacionales y Guardias Civiles ser atacados cuando intentaban cumplir y hace cumplir la ley hace un par de años. ¿Tanto?

El Ministerio del Interior decidió efectuar un discreto despliegue de Unidades de Intervención Policial (UIP) y Grupos Rurales de Seguridad (GRS) en Cataluña unos días antes de hacerse pública la dichosa sentencia. Desde Galicia, Valladolid, Madrid, Málaga, Sevilla, Valencia, Pamplona, Zaragoza, dejaron a sus familias, amigos, compañeros, hermanos todos para acudir en previsión de acciones "violentas".

Aperitivo

Las acciones comenzaron cortando carreteras e intentando tomar el aeropuerto del Prat (Barcelona). Eso supondría poner en jaque dichas instalaciones, consideradas "infraestructuras críticas". Los compañeros se batieron el cobre con brillantez, fuerza y presteza ante unos ataques preludio de los días siguientes en las calles de Barcelona. Muchos se sorprendían de la casi perfecta organización de los manifestantes. Llevaban un plan y eso, cuando te enfrentas a una multitud que te supera ampliamente en número, provoca muchas dificultades para la élite de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

En ese primer ataque se vio con claridad un pequeño cambio en los Mossos D'Escuadra. Los compañeros de la Brigada Móvil —BRIMO— se pusieron hombro con hombro a defender la posición. Por contra, los agentes de las Áreas Regionales de Recursos Operativos —ARRO— realizaron su labor habitual: condescendencia con los manifestantes. Se dice que los segundos están más que trufados de elementos "independentistas".

Comida

Los días siguientes, en concreto las noches, fueron un campo de batalla. Las perfectas estructuras organizadas de una banda terrorista llamada "Tsunami Democratic" emprendían acciones con auténticas tácticas de guerrilla. Se podían ver acciones, trampas y ataques a bienes, inmuebles, vehículos y destrozo de las vías urbanas. Los cascotes se lanzaban a nuestros compañeros desde varios puntos. Uno de ellos, el herido más grave, fue alcanzado por un objeto presuntamente lanzado desde un piso de un edificio. Otros recibían lanzamiento de rodamientos. Esas bolas metálicas procedían de potentes "tirachinas". Algunas lograron atravesar el casco de algún agente, además de la chapa de los vehículos.

Iban cayendo heridos. Se trasladaban entre sus compañeros mientras una multitud de gentuza caracterizados con casco, petos de color llamativo y el título "prensa" grababan esos momentos desde la espalda de los policías. Sí, exacto, se veía perfectamente los números de identificación de los agentes y no el "careto" de los terroristas que ejercían ¿"violencia"? Los compañeros del GRS se encontraban a 300 metros de distancia y desde el ministerio se prohibió que acudieran a ayudar. Eso se llama "traición".

Cena de mierda

Desconozco si el sentimiento taurino está dentro de la persona del ministro del interior. Quizá conozca de oídas los momentos de soledad, espera y cierta congoja que sufren las esposas, compañeras o madres de los toreros. Él, a diferencia de ellas y nosotros, tenía hambre uno de los días de más "violencia". Justo enfrente de la comisaría de Policía Nacional, en la calle Vía Layetana, se produjeron barricadas, hogueras y múltiples lanzamientos de objetos.

Un café con leche, sin ningún trozo de comida, era lo único que nos entraba a muchos, mientras permanecíamos atentos a las imágenes, rezando en ocasiones para que no hubiera ninguna desgracia irreparable, como es la pérdida de la vida. Se veía la valentía de 15 agentes ante miles de personas con ánimos de agredirlos. En cambio, el ministro se fue a cenar a uno de los locales de moda de Madrid. Un sitio céntrico donde pasar desapercibido es imposible; menos aún cuando el citado individuo tiene una foto colgada en sus paredes desde hace años y se sienta a cenar allí, bajo ella, con frecuencia.

Hamburguesa, vino blanco y de postre un mojito. Es difícil entender cómo el jefe de los agentes que recibían piedras y bolas de acero se atreva a cenar en esos momentos, incluido el dichoso combinado de azúcar, ron, hierbabuena o menta. Tomar decisiones con alcohol en sangre...

Días después, mientras los manifestantes seguían con "baja intensidad", el ministro acompañó al presidente de gobierno, ambos en funciones y protegidos por GRS fuertemente armados, en una visita relámpago de heridos hospitalizados. Nadie dudamos que, de haber podido, los compañeros hospitalizados se habrían ido a comer algo, en lugar de saludar a dos cobardes profesionales "en funciones".

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