Una profesora cuenta un cuento en Lengua de Signos. / Diario de Avisos

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El Gobierno quiere vaciar los colegios de educación especial

Rafael Suñer Sifre
Publicada
Actualizada

Una de las analogías más famosas del mundo fue escrita por primera vez por el escritor y filósofo Olivier Clerc en su libro La rana que no sabía que estaba hervida… y otras lecciones de vida. Casi seguro que la conocemos todos, y viene a contar la historia de una rana que estando en el fondo de una cazuela llena de agua, al encenderse el fuego, como el agua se calienta lentamente, y el cuerpo del batracio se va adaptando a la temperatura poco a poco, llega un momento en el que la temperatura es demasiado alta para adaptarse, pero ya no tiene fuerzas para saltar de la cazuela, y muere sin presentar resistencia.

En plena pandemia, con la sociedad confinada y anestesiada, y con ruedas de prensa cada día en las que se anuncian más muertos que el 11-M. Con un estado de alarma que concede al gobierno poderes plenipotenciarios y medidas excepcionales para la creación y aprobación de leyes de forma rápida y directa… El gobierno anuncia que se va a aprobar la nueva ley de Educación, la conocida “Ley Celaá”, y que lo hará con carácter de urgencia, para que entre en vigor antes del próximo curso. Sánchez e Iglesias ya han llenado la cazuela con agua, y están convencidos de que los padres y madres de los niños que acuden a centros de educación especial no notarán como ha empezado a subir la temperatura alrededor de sus hijos. Pero se equivocan…

Si hay un colectivo que está acostumbrado a leer, conocer, actualizar y cumplir con la legislación somos las familias con diversidad funcional presente. Para percibir la más mínima prestación, para reivindicar cada derecho fundamental de nuestros hijos, y sobre todo, para no perder lo poco que se nos concede por cometer el más mínimo error, las mamás y los papás de niños con una “discapacidad” reconocida, nos hemos convertido en expertos en legislación. Y es por eso que no solo hemos notado que empieza a calentarse el agua, es que hemos empezado a exigir que se apague el fuego, porque esta cazuela tiene truco… De la educación obligatoria nadie puede saltar, la cazuela tiene tapa. Ya no es una cazuela, es una olla presión y han avivado el fuego.

Y es que la ministra sabe que no es muy popular decir que van a cerrar los centros de educación especial, porque los más de 30.000 alumnos y sus padres, además de los docentes que allí dan media vida por sus alumnos, no lo van a recibir muy bien, pues lo desmiente y dice que “no se van a cerrar los colegios especiales”, y se inicia una campaña de contraprogramación en redes sociales, y se hace además apoyados en miembros del colectivo de la discapacidad que están encantados con que se cierren estos centros, porque sus hijos no los necesitan y piensan que así los suyos tendrán más recursos.

Así que la ministra y las partes interesadas mienten, y lo hacen de la peor forma, con una media verdad. Porque es cierto que la ley no dice que van a cerrar los centros de educación especial, pero sí dice que la práctica totalidad de los alumnos con necesidades especiales deberán pasar a centros de educación ordinaria en un plazo máximo de diez años, y que los centros de educación especial pasarán a ser centros de recursos… ¡Ah! Y dice una cosa más, que la opinión de los padres no será tenida en cuenta, solo la valoración de los profesionales.

El gobierno del Partido Socialista y Podemos ha decidido que no necesita cerrar los centros de educación especial, cuando puede vaciarlos. La Constitución Española recoge en el artículo 27 la libertad de los padres de elegir la enseñanza que considere más adecuada para sus hijos, pero la nueva ley priva a los padres de participar en la decisión, y les deja muy claro que en 2030, los colegios a los que hoy llevan a sus hijos seguirán existiendo, pero ya no serán colegios, serán centros vaciados de niños y se habrá terminado de calentar el agua de la cazuela que un día fue la educación especial en España.

Pero Celaá, Sánchez, Iglesias y los colectivos que se sienten favorecidos de la educación ordinaria forzosa para todos, han olvidado una cosa. Si hay algo que define a las familias con diversidad presente, es que estamos acostumbrados a luchar contra la Administración y hacer valer nuestros derechos. Así que, mientras la Constitución siga amparando nuestro derecho a elegir una educación adecuada para los niños y sus familias, esta lucha no ha terminado. Mientras las sentencias de los jueces sigan dejando claro que los padres tienen la última palabra en la educación de sus hijos, los padres de niños con necesidades especiales concienciados seguiremos luchando para que exista una escuela ordinaria realmente inclusiva para el que lo solicite, y una educación especial de calidad para quienes opten por seguir esa vía.

Educación inclusiva, sí. Educación especial, también. Elegir es nuestro derecho, y un derecho no es algo que alguien te regala, un derecho es algo a lo que no debemos, ni podemos renunciar.

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