Las ayudas directas a los autónomos tienen una serie de lógicos requisitos que son:
Deben contar pérdidas de al menos un 30% en 2020 y mantenerse hasta 2022.
No pueden tener su domicilio en un paraíso fiscal ni estar en concurso.
También deben estar al corriente de pagos a Hacienda y la Seguridad Social.
Además de estos tres puntos, las ayudas deberían estar condicionadas por la presentación de un plan de marketing en el que debería incluir la digitalización del negocio y destino de la inversión realizada.
Las ayudas deberían ser invertidas en proyectos viables de futuro donde la ampliación e incluso expansión del negocio fuese la opción cara a la potenciación de las pymes españolas.
Uno de los problemas es precisamente que la inmensa mayoría de los negocios, solo sirven para la subsistencia personal o familiar sin posibilidad de crecer por falta de visión y preparación empresarial.
En España los negocios no se han convertido en verdaderas empresas generadoras de riqueza y empleo de calidad como sería lo deseable, lógico y razonable.
Si queremos salvar los pequeños negocios, estos deben realizar un esfuerzo dirigido a su modernización y futuro crecimiento y expansión de los mismos hasta convertirse en verdaderas empresas.
Es un camino largo y posible como queda demostrado a lo largo y ancho del planeta, incluso en España.