La imagen de una vicepresidenta de la Nación apuntada con un arma a escasos centímetros de su cabeza, es una situación gravísima y de alto impacto político a nivel mundial.
Las evaluaciones que dan a conocer acerca del hecho coinciden en que el cargador de la pistola marca Bersa -supuestamente calibre 3.80- se encontraba cargada con proyectiles aptos para el disparo.
Pero, conforme lo que se evalúa hasta el momento, no se encontraría la bala alojada en la recámara, por lo cual no tendría aptitud para el disparo, lo cual así, a Dios gracias, aconteció.
Pero más allá de todas las hipótesis que estarán a cargo de la investigación judicial, quisiera referirme en esta columna a la debilidad exteriorizada respecto de las instituciones de nuestro país.
La custodia vicepresidencial lisa y llanamente no reaccionó ante el intento de asesinar a una vicepresidenta de la Nación Argentina cuyo único objetivo es cuidarla, a pesar de estar compuesta por decenas de policías afectados a ello.
No se cumplió protocolo de seguridad alguno ante una grave contingencia como la sucedida.
No existió el rol del denominado “hombre cero” de la custodia, siendo éste quien, al visualizar el arma, se interpone entre la mandataria y el atacante como escudo humano (obviamente portando el chaleco antibalas).
También se incumplieron los protocolos siguientes al suceder el hecho, tal el de evacuar a la mandataria del escenario crítico mediante métodos altamente profesionalizados.
Luego de este episodio, como si nada hubiese sucedido, durante seis minutos posteriores, la propia custodia le permitió a la vicepresidenta caminar entre las personas, firmar autógrafos, subirse a un auto para saludar a los autoconvocados para luego entrar a su casa.
No repararon ni siquiera en que el delincuente podría haber actuado con otros cómplices y, de haber sido así, la mandataria era un blanco móvil.
Esto es demostrativo de lo vulnerable en que se encuentran las instituciones en nuestro país en lo que a profesionalidad se refiere.
La policía la integran hombres y mujeres de excelente vocación de servicio, pero lo cierto es que, si a un delincuente le tocan una uña en una pelea cuerpo a cuerpo, los uniformados son los sumariados y seguramente, perderán su carrera o serán expulsados de la fuerza.
Esa es la consecuencia de la teoría abolicionista que impera en Argentina.
El delincuente es una víctima, mientras que la policía es la represora si se defiende o nos defiende a los ciudadanos.
El lector se preguntará:
¿Qué relación existe entre la teoría abolicionista y el intento de magnicidio a la vicepresidenta?
La anomia, la desmotivación de las fuerzas de seguridad, el actuar en piloto automático, la falta de profesionalismo para cumplir los protocolos ante un delito sea éste un robo o un intento de magnicidio y la nula capacitación, toda vez que la seguridad no sería un tema de Estado.
Y eso es lo que, lamentablemente, se vio ayer, en las terribles imágenes que recorren el mundo.