Comienzo estas líneas tomando como referencia una excelente nota publicada en EL ESPAÑOL por Cristina Apgar titulada Ione Belarra versus Joan Roig: castigar el éxito.
El castigo al éxito, al científico, al intelectual, al emprendedor, etc. es parte de un sistema donde el gobernante de turno posee una clara estrategia: imponer sus ideas sin disensos.
Como es obvio que el empresario, profesional o simplemente una persona culta, contrarrestará muchas de las iniciativas propuestas por estos sistemas de gobierno, como la creación o subida de impuestos, presión fiscal, negativa a bajar los gastos de la política, índices de inflación, nombramientos en cargos del Estado, investigaciones sobre el dinero con que se financia la política, entre otros, la defensa del gobierno es crear enemigos.
¿Y quienes son los potenciales enemigos?
Puede ser el Presidente de Mercadona en España quien apuesta inyectando inversiones por 100 millones de euros, o el argentino Marcos Galperín, fundador y presidente de Mercado Libre, empresa que según notas periodísticas recientes se cotiza 15 veces más que la suma de todos los Bancos argentinos.
Pues bien, Marcos Galperín se radicó en Uruguay y un sinnúmero de empresarios lo realizaron de igual modo, toda vez que no sólo son destratados por ser exitosos, sino que el aparato estatal, llámese leyes laborales, régimen fiscal, sindicatos, etc. conspiran contra sus objetivos, tal lo es el de crecer, dar empleo y, por supuesto, obtener sus ganancias.
Entiendo que este sistema perverso parte del bajo nivel intelectual de los funcionarios que cuestionan al inversor, librepensador, empresario o, simplemente, a una Pyme resituable.
Parecería que su baja autoestima o paupérrima cultura no le permitirían dialogar o incentivar a quien es fuente de producción, de servicios y al que desea un país próspero, o el, intercambiar ideas con un intelectual, manteniendo un disenso educado y constructivo.
Obvio no se dialoga, sino que se impone una idea y, cuando ello sucede, el antídoto de los hombres y mujeres cultos y preparados funciona de maravillas, lo cual, para el sistema gobernante, no pasan a ser catalogados "ciudadanos con disensos", sino "enemigos del sistema".
Argentina vive una de sus peores crisis migratorias.
Parten aviones repletos de jóvenes que abandonan sus sueños en el país en que nacieron dejando lazos familiares, su pasado y seres queridos, obligados por el sistema de gobierno.
Los empresarios ya lo han realizado y, en su mayor medida se afincó en Uruguay, por su cercanía con Argentina en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Y es lógico que así sea, toda vez que cuando recibimos golpes tras golpe, castigando el propio sistema gobernante al exitoso, al inteligente, al meritorio, o al “gorila” como se dice aquí en argentina, ya cansado se van, toda vez que nadie es merecedor del maltrato, la discriminación o la estigmatización.
Quiera Dios que un cambio de paradigma premie al inversor, al alumno que estudió y obtuvo la mejor calificación, al científico o al pequeño productor y no a la persona que, sin saber ni conocer a quien adula, se deshace por cautivar la atención de un funcionario multimillonario mientras que el adulador no llega con sus ingresos a fin del mes.