Según la mitología griega, todo proviene de un mismo estado primigenio: el Caos. De él habría brotado por generación espontánea (como nuestra Eva) la diosa Gea, la madre Tierra, y ésta engendraría a todos los seres mitológicos con los que se pone en marcha el universo. En principio se trataba de un mundo asexuado, pero sólo hasta que vio la luz Eros, hijo de la bella Afrodita, que se ocupó de dividir los seres en masculino y femenino, y de paso asegurar así la continuación de nuestra especie. Y también apareció Tánatos, hijo de Nix, la diosa de la noche, un enviado de la muerte con apariencia de genio alado cuya misión era buscar los cuerpos de quienes habían fallecido. Desde entonces, Eros y Tánatos han ido de la mano. Son la luz y la oscuridad. El amor y el odio. El sexo y la muerte.
Este concepto tan romántico de principio y fin nos ha regalado las más altas expresiones literarias, musicales y plásticas. ¿Qué hubiera sido, por ejemplo, del séptimo arte si se hubiera limitado a la imagen de un tren saliendo de una estación, pero sin Ana Karenina tirándose a la vía? Bien es cierto que también ha sido el responsable de unos excesos que nada bueno nos han traído, pues por norma general conviene sobrevivir a un polvo apasionado.
No nos vaya a pasar como al antechinus de cola negra, que por tomárselo tan a pecho, muere antes de cumplir un año a causa de las frenéticas sesiones de apareamiento a las que se somete. El acto sexual de este pequeño roedor de nariz sonrojada consiste en una bacanal de catorce horas de duración con diferentes hembras que tiene por objeto preñarlas a todas. Esta plusmarca provoca tal estrés en el macho que acaba provocándole la muerte. Pero no es el único caso, tenemos otros en lo que los protagonistas son humanos. A las noticias me remito.
Un conocido empresario nigeriano, sin ser pariente ni amigo del antechinus de cola negra, murió por un paro cardiorrespiratorio debido al cansancio extremo que le causó un coito con sus seis esposas a la vez. Cosas de la poligamia: no da uno abasto, literalmente. En Namibia, dos jóvenes fueron arrollados de manera letal mientras mantenían relaciones en medio de una carretera para hacerse un selfie que así lo atestiguara. ¿No podían falsearlo?
Una mujer de veintiocho años murió electrocutada al utilizar unas pinzas para pezones que ella misma fabricó. ¿Por qué no las compraría en un sex-shop? Y en Zimbawe, a una pareja le hacia especial ilusión hacer el amor en una zona salvaje. Lástima que se entrometiera en tan ardoroso encuentro un león de poderosas garras y colmillos afilados. Sólo uno de ellos logró escapar con vida.
El sexo de riesgo no sólo consiste en dejar de ponerse un preservativo, sino en tener muchas hormonas y pocas neuronas. Ya se sabe que de incautos anda lleno el mundo, desde el Caos primigenio hasta hoy.