Rocío: contar la verdad para seguir viva es el nombre de la serie documental de La Fábrica de la Tele que se ha convertido en fenómeno social. En ella, Rocío Carrasco expone sus traumáticas vivencias acaecidas durante su relación con Antonio David Flores, que ha sido fulminantemente despedido de Mediaset tras la emisión de los dos primeros episodios.
La dureza del testimonio de malos tratos de la hija de Rocío Jurado, enmarcado en un producto audiovisual de exquisita factura, ha provocado gran conmoción en la audiencia. Incluso, ha conseguido que políticos de distinto signo hayan expresado su opinión sobre este relato que, aislado del contexto empresarial en el que se produce, tiene una gran fuerza para concienciar sobre la violencia de género. Sin embargo, más allá de lo anteriormente mencionado, lo sucedido con Rociito también muestra otra realidad teñida de machismo: la del panorama mediático.
El escarnio a Rocío Carrasco que persigue a Mediaset
En un abrir y cerrar de ojos, Rocío Carrasco Mohedano se ha convertido en la protagonista más rentable de Telecinco. Sin embargo, como analiza brillantemente Marcos Méndez en eldiario.es, la hija de La más grande no fue siempre bien tratada por la cadena. Durante veinte años y en todo tipo de espacios, su exmarido Antonio David Flores tuvo ocasión de vapulearla públicamente en los platós de televisión. Este linchamiento, en el que varios colaboradores e incluso presentadores de la cadena han participado de forma activa, se ha extendido casi hasta el despido de Antonio David.
Si nos centramos en años más cercanos al documental, habría que tomar como punto de partida la resurrección mediática de Antonio David en GH VIP 7 (2019). A partir de ese momento, siguiendo la estela de lo que ya había acontecido en su vida televisiva pasada, su enfrentamiento con Rocío Carrasco se utilizó como elemento narrativo.
Telecinco, demostrando otra vez su capacidad para la épica y su falta de escrúpulos, fue tejiendo una trama en la que la hija de Rocío Jurado quedaba retrataba como una mater horribilis mientras que Antonio David se erigía como una especie de antihéroe, el padre coraje, y Rocío Flores como víctima.
Así, el público se encontraba con la historia de un hombre imperfecto que había criado a sus hijos como había podido mientras su exmujer, sometida al constante escarnio de la prensa, prefería pasar tiempo con su nuevo amor antes que con sus vástagos. Los personajes corales del relato, periodistas y tertulianos ajenos a cualquier atisbo de deontología, optaron por apoyar la versión más socialmente aceptada de la historia y la que mejor funcionaba a sus directores para continuar hilvanando el relato.
El discurso único sobre este asunto solo era cuestionado por una minoría de rostros de la cadena como Terelu Campos, Isabel Rábago, Paloma García-Pelayo, Alba Carrillo o Belén Rodríguez. De hecho, esta última, en una especie de premonición, abandonó Sálvame cuando Antonio David fichó por el programa y no dudó en calificar a algunos colaboradores como “machistas absolutos”.
La gran incoherencia con Antonio David y la promoción de la serie
Telecinco fue cocinando fuego lento el siguiente giro de guion. De hecho, según ha podido saber BLUPER en exclusiva por fuentes cercanas a Mediaset, el proyecto comenzó a gestarse en febrero de 2020, pero su grabación no comenzó hasta enero de 2021.
Esto confirma que hubo simultaneidad entre las apariciones del padre de Rocío Flores en Sálvame y el desarrollo de la serie documental. Es decir, que el grupo de comunicación siguió pagando a Antonio David Flores a pesar de conocer toda la información relacionada con los presuntos malos tratos sufridos por Rocío Carrasco que ella expuso en los dos primeros episodios de la serie y que ha provocado que su exmarido haya desaparecido repentinamente de la televisión.
Por puro interés económico, Mediaset ha jugado a dos bandas para maximizar su rendimiento en audiencias y, en consecuencia, sus ingresos publicitarios . Tanto es así, que la emisión de dos capítulos del domingo 21 de marzo consiguió ser el tercer programa con mayor share del año, barriendo con un 33,2% y alcanzando los 3.787.000 espectadores.
Ahora, con 11 entregas más aún por emitir después de haber aumentado interesadamente el número de episodios, la maquinaria de Telecinco está a pleno rendimiento para garantizar nuevos datos de escándalo. Siguiendo su estrategia de retroalimentación tradicional, los distintos espacios de la cadena han orquestado debates sobre el tema en los que, casualmente, muchos colaboradores han cambiado radicalmente de posición.
Por si no fuese suficiente, hay programas que se han atrevido con acciones transmediáticas. Es el caso de Ya es mediodía que convirtió una causa judicial por presunta violencia machista en un juego interactivo para espectador a través de una encuesta en la web de Telecinco.
Previamente, y en la misma línea de fariseísmo descarado, Viva la vida habló públicamente por primera vez de la condena de Rocío Flores por agredir a su madre durante una discusión justo el día antes del estreno. Un suceso que se silenció intencionadamente durante la participación de la hija de Antonio David en Supervivientes, a pesar de que Vanitatis lo sacó a la luz durante el transcurso del reality.
El tóxico mensaje de Mediaset más allá de Rocío Carrasco
Dejando a un lado el valor del testimonio de Rocío Carrasco para visibilizar una lacra social como la violencia de género y la intachable elaboración del documental, Mediaset manda un abyecto mensaje subtextual con todo lo sucedido.
La gestión por parte del grupo de todo lo que rodea a la docuserie, desde la incongruencia de Antonio David hasta la promoción o el aumento del número de capítulos, supone una peligrosa mercantilización de un tema tan delicado como las presuntas agresiones físicas y psicólogicas de un hombre a una mujer que ha llegado, incluso, a intentar suicidarse.
Con esto, queda claro que para Telecinco todo vale por la audiencia, aunque se actúe con una flagrante falta de ética y se genere un clima de opinión perjudicial. De hecho, en su cruzada por vencer a la competencia con un invertebrado modelo de negocio, los sentimientos negativos y la miseria moral son esenciales a la hora de conseguir que el público no se despegue de la pantalla.
En esa ponzoña de la que a veces bebe Mediaset, también se encuentra el machismo mediático. Por eso, al igual que otras muchas mujeres lo fueron antes, Rocío Carrasco es una doble víctima: de sus propias circunstancias y de los medios de comunicación. Quizás, la situación solo cambie cuando concienciar sobre la violencia de género sea el fin último de dar voz a las mujeres históricamente silenciadas y no un medio para reventar audímetros.