Ser eurofan es algo parecido a ser aficionado del Atlético de Madrid. No hay suficientes cajas de lexatin que puedan calmar la ansiedad año tras año. Y es que no hay ni una sola edición en la que no haya un disgusto con nuestra candidatura. Algo que ya es conocido como "Eurodrama".
En esta edición, como no podía ser de otra forma, TVE ha vuelto a dar un disgusto a los españoles después de que Blas Cantó, que fue elegido a dedo para la edición de 2020 y confirmado para 2021, se haya clasificado en un triste puesto 24 con sólo seis votos del jurado y 0 del televoto.
Con esta posición, España firma uno de los peores expedientes de Eurovisión de la última década. De los países del Big Five, los que se clasifican directamente para la final, sólo Reino Unido ha obtenido peores resultados. Habría que retroceder hasta 2014, con Ruth Lorenzo, para encontrar una décima posición y hasta 2012, con Pastora Soler, para su mayor puntuación (97 puntos).
De ahí que la audiencia española se pregunte cada año qué ocurre para que nuestro país siempre quede tan mal en el Festival. ¿Realmente los europeos nos tienen manía? Nada más lejos de la realidad. De hecho la victoria de Italia viene a demostrar que no existe ningún tipo de animadversión hacía los países que no pasan por las semifinales.
La explicación es mucho más sencilla: no hay ningún proyecto detrás. No obstante, no es algo exclusivo de Eurovisión, sino que también explica el estado actual de TVE, que lleva años a la deriva sin un plan bien diseñado para seguir siendo relevante en nuestra sociedad.
Al contrario que ocurre en otros países, donde cuentan con preselecciones o una fórmula clara para elegir a sus representantes, en TVE se improsiva cada año un proceso. Así hemos pasado de una cutre preselección en 2017 en la que se eligió a Manel Navarro a apostar por Operación Triunfo en 2018 y 2019 o a elegir a dedo a Blas Cantó en 2020 y 2021.
A todo ello se suma la escasa inversión que dedica la radiotelevisión pública a una de las pocas marcas que le siguen funcionando y el evento que más audiencia le reporta anualmente y, sobre todo, la ausencia de una dirección artística que garantice una cierta continuidad en el proyecto.
Ante este problema se encontraba precisamente la televisión francesa, que tras años acomodada a las últimas posiciones del Festival, decidió tomar cartas en el asunto y renovar a sus responsables. De esta forma se empezó a apostar por una cuidada final nacional que al final ha terminado dando sus frutos.
Y lo mismo ocurrió con Portugal, que en 2017 decidió potenciar el Festival de Cançao dotándolo de más presupuesto y apostando por una mayor calidad en las propuestas invitando a compositores de todo tipo de estilos. Aquel año nuestros vecinos lograron la victoria y desde entonces, aunque los resultados no les han acompañado hasta este año, sus candidaturas han sido muy bien recibidas por la audiencia.
En el caso de la flamante ganadora Italia, tras trece años de ausencia, Nicola Caligiore convenció a la RAI para regresar al Festival seleccionando a sus candidatos a través del Festival de San Remo. En el año de su vuelta fueron segundos, en 2015 terceros y en 2019 rozaron la victoria con Mahmood.
Por su parte, Bulgaria ha optado por la colaboración público-privada trabajando con dos consultoras privadas para elegir de forma interna a su representante y recurriendo cada año a focus group para seleccionar las mejores canciones y/o puestas en escena. De esta manera lograron ser segundos en 2017 y favoritos en 2020 y 2021.
El triste historial reciente de España en Eurovisión contrasta, sin embargo, con su buen expediente en la versión junior del festival, donde lograr la victoria no obliga a organizar la siguiente edición. Y es que, tras una ausencia de trece años, TVE ha vuelto por todo lo alto a esta competición con dos terceros puestos en 2019 y 2020 con Melani García, y su tema Marte, y con Soléa, y su tema P'alante, respectivamente.
Ahora se espera que los rumoreados cambios en el organigrama de RTVE que prepara el nuevo presidente de la Corporación, José Manuel Pérez Torneró, también afecten a los responsables de las candidaturas españolas en Eurovisión. Esto pasaría por la destitución de su máxima responsable, la directora de Entretenimiento de TVE, Toñi Prieto, y algo menos probable la de la jefa de delegación, Ana María Bordás.
Sólo así la televisión pública podrá empezar a trabajar en un proyecto sólido, con un equipo que, con una visión clara de lo que es Eurovisión, trace una estudiada estrategia no sólo para romper una sequía en el Festival que ya dura 52 años, sino para recuperar la ilusión de la audiencia española.
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