Cuánto hemos cambiado... Los años noventa significaron para la televisión un estallido en el que todo, o casi todo, valía para entretener. La llegada de las televisiones privadas trajo consigo la innovación y el atrevimiento a la hora de apostar por formatos que, en mayor o menor medida, permanecen grabados en la memoria de los españoles. Programas que hoy día serían, cuando menos, complicados de replicar.
Ejemplo de esto es el certamen de Miss España. Un mítico concurso de belleza con décadas de historia a sus espaldas y que muchos dan por extinto por el hecho de que ya no se emite en televisión. La última edición que fue recogida en la pequeña pantalla corresponde al 2008, año en el que Telecinco, que había sido la cadena encargada de retrasmitirlo, decidió apartarse del proyecto. A partir de ahí, Miss España continuó pregonando en el desierto en busca de una nueva vía televisiva que le diera difusión. Misión imposible hasta nuestros días, en la que la inmesa mayoría de los espectadores no saben que dicha competencia se sigue realizando.
La nueva ola de pensamiento feminista, el desinterés por parte de la audiencia en los últimos años de su emisión y la falta de apoyos económicos en lo que a patrocinadores se refiere, han acabado con la retransmisión de unas galas que todos recordamos. Un concurso que tuvo su época de gloria a finales de los 90 y comienzos de los 2000, y que contó con memorables momentos en los que la polémica y la belleza fueron de la mano.
En el año 2002 un reportaje de El Mundo Televisión desveló la gran mentira de Miss España. La infiltración de una reportera como candidata del concurso hizo que, a golpe de cámara oculta, el grupo periodístico demostrase que el título de Miss Alicante se podía comprar. Un escándalo sin precedentes en la organización del certamen que acabó con el intento de suicidio de la jefa de la delegación investigada, María Elena Dávalos, la cual aparecía en el programa que fue emitido por Antena 3 comercializando con la corona de la citada región. Chanchullos, operaciones estéticas y tráfico de influencias fueron algunos de los ingredientes que convirtieron a este documental en todo un éxito. Un traspié para Miss España, que se vio mediáticamente contra las cuerdas.
Dado que en aquel momento el concurso de belleza era un buen negocio, los responsables decidieron llevar a cabo un lavado de imagen, y para ello contaron con la colaboración de Marina D'or. Un proyecto turístico sin precedentes en nuestro país situado en Oropesa del Mar (Castellón) que quiso aprovechar el nombre de Miss España para hacerse promoción y celebrar allí la tan emblemática elección. Políticos, artistas, hordas de prensa y mucho glamour, se daban cita en el enclave vacacional con motivo de la competencia. Unas galas bien organizadas y de gran factura que muchos tienen aún en mente. Personalidades como Jesús Vázquez, Emma García, Carolina Ferre, Christian Gálvez, Carlos Baute o Paulina Rubio ejercieron de maestros de ceremonias para escoger a la mujer más bella del país y que después nos representarían en el Miss Universo. Elecciones de la que salieron chicas tan dispares como Helen Lindes, Eva González, María Jesús Ruiz o Lorena Bernal, entre otras.
Si bien es cierto que figuras como Eva González, exitosa profesionalmente desde su elección, dignificaron el título de belleza, los escándalos personales protagonizados por otras chicas no sentaron nada bien a una organización ya marcada por la polémica. Escarceos amorosos con personajes del corazón de poco nivel y situaciones un tanto tórridas no dejaron en buen lugar al nombre de Miss España, que veía como poco a poco su brillo se iba apagando. Una decadencia que fue acompañada por un desinterés generalizado por parte del público, que ya no se ponía en masa delante del televisor para ver desfilar en traje de baño y noche a las representantes de las 17 comunidades autónomas de nuestro país.
La banalidad que viene implícita en un concurso de belleza choca de lleno con cualquier planteamiento feminista que tanto debate genera hoy. Una cosificación de la mujer que no sería vista con buenos ojos si estos certámenes, que hoy se siguen celebrando, fueran emitidos en cualquier cadena de televisión de nuestro país. Contrasta este hecho con la realidad que existe en otros países europeos, como es Francia. Y es que nuestros vecinos han conseguido perpetuar la buena receptividad de este concurso por parte del público. Cada año el país galo celebra su certamen nacional del que salen chicas que después se hacen bastante populares, una competencia en la que se ha dejado de valorar exclusivamente el físico para apreciar otros aspectos como las habilidades sociales, artísticas.
Realidad que también se desarrolla en gran parte de los países latinoamericanos y asiáticos, que siguen apostando por este tipo de competencias. Una nueva era en los concursos de belleza en la que incluso se realza la diversidad respecto a los cánones de belleza, evolución a día de hoy necesaria si pretenden que estas competiciones sigan acaparando la atención de los espectadores.