Existe un sentimiento de resignación entre el público de Secret Story. Es palpable y evidente. Todos tenemos la sensación de que el pescado ya está vendido. Todos somos más o menos conscientes de que el maletín de la primera y, espero que última, edición de La casa de los secretos tiene un nombre: Cristina Porta o Luca Onestini.
Y porque no pueden ganarlo ambos, que capaces son de declararlos a ambos ganadores. De ser así, Secret Story acabaría por convertirse en el peor reality del que tenemos registro. Pero creo que no serán tan osados... O eso espero.
Echando la vista atrás, uno piensa: ¡qué lástima! Secret Story como programa y Cristina y Luca como concursantes han devaluado tanto el género. Veintiún años de historia que separan aquel lejano primer Gran Hermano del año 2000 y Secret Story. Cientos de concursantes han habitado la casa de Guadalix de la Sierra, que ha sido escenario de veintiocho de ediciones de la franquicia Gran Hermano. Y nunca antes el público había percibido con tanto descaro como dos concursantes, con la complicidad del programa, han dirigido el concurso con la batuta que han querido. Ellos han decidido el cómo, el cuándo y el porqué. Ellos han decidido quiénes son los buenos y quiénes los malos.
¿Cuánto de mal lo estarán haciendo los marqueses de AliExpress para que hayan conseguido con su actitud que surgieran alianzas inesperadas? ¿Alguien se imaginaba en el mismo barco a Miguel Frigenti, Lucía Pariente y Adara? ¡Son la auténtica resistencia! Son el ejemplo claro de que a un reality se va a ser como uno es en su día a día, sin importar el que dirán. Por concursantes como ellos, uno aún cree que este género tiene algo mágico.
El pasado martes en Cuenta Atrás, los finalistas de la edición se enfrentaron en la sala de la verdad con los excompañeros que aún quedan en la casa a escasos siete días de la finalísima. Los finalistas eran por entonces Luca y Cristina. A fin de cuentas, eran los finalistas que buscaba el propio programa al diseñar unas peculiares últimas nominaciones que, cómo no, favorecían a la periodista y al italiano. En esa sala de la verdad, de la que los protagonistas nunca han hecho gala durante el concurso, evidenciaron una vez más la impunidad con la que actúan en esa casa.
Gemeliers fueron las nuevas víctimas de Porta y Onestini. Son los últimos rivales a batir antes de que se abran ya las líneas para ganar. El italiano centró su intervención en un discurso plagado de contradicciones al mismo tiempo que atropellaba la defensa de los cantantes al no dejarles hablar. Ésta ha sido una de las burdas estrategias de los enamorados: unir diferentes temas en uno y enredar la conversación para que suene todo absurdo al público que les estamos escuchando. Y lo hacen con una parsimonia increíble, aunque lo hacen más para desquiciar al rival que por otra cosa.
Es increíble como Cristina Porta cree vivir un concurso que ha paralizado España. Ella piensa que, tras salvarse tantas veces, es la favorita de España. ¿Quién le dirá que nunca lo fue? Que el voto de este concurso, con audiencias irrisorias para lo que ha cía hace poco tiempo, lo han monopolizado cuatro personas con dinero y mucho tiempo libre. Que esta muestra no es representativa. Que sólo lo es la de los votos por la web.
Y, querida, saliste como la Grinch Pinocha. No es lo mismo que voten cien mil personas distintas con un voto cada una, que voten diez personas con diez mil votos cada una. Cristina, tu concurso ha sido prescindible. La vida seguirá. Llegará el próximo reality y ya no nos acordaremos de ti. Así es la televisión y más si no tienes méritos para destacar en ella más que vender un montaje.
¡Qué poco queda para cerrar esta primera edición de La casa de los secretos! La final es inminente. Cristina Porta, Luca Onestini y Gemeliers son ya finalistas. A ellos se unirá hoy uno más. Sandra Pica o Luis Rollán. ¿Hace falta decir que tenemos que salvar a Sandra? Aún me pregunto cómo se nos puede colar aún Rollán en la final, con lo obtuso y mediocre que ha sido como concursante.
Esta noche debe salvarse, sin lugar a dudas, la extentadora. Su salvación y, ojalá que posterior victoria, adquiere un valor muy simbólico para la historia de los realities. Si Sandra se convierte en finalista, será la lucha de la verdad, la espontaneidad y la autenticidad contra la mentira, el montaje y la falta de escrúpulos que representan Cristina o Luca. Sandra es la resistencia. Debe salvarse y debe hacerlo por los que se quedaron en el camino injustamente. Por Lucía, por Adara, por Miguel y por Julen. Y por el público que nos merecemos un final justo después de todo. Los buenos deben ganar. ¡A por todas, Sandra!