Secret Story ha regresado a Telecinco con su esperada versión de anónimos. El formato ha devuelto las personas desconocidas al género del reality y, aunque las cifras de su estreno no son halagüeñas, lo cierto es que buena parte de los espectadores aplauden poder ver nuevas caras en televisión.
Es sabido que la cadena de Mediaset se hizo con los derechos de este formato ante la inviabilidad de emitir Gran Hermano por el caso Carlota Prado, que sigue pendiente de resolución judicial. Sin embargo, 'La casa de los secretos' ha logrado rescatar el espíritu del histórico reality de convivencia, manteniendo además el cariz revolucionario y reivindicativo de su casting.
GH consiguió adelantarse a la sociedad en varias ocasiones, visibilizando identidades poco mostradas en televisión y rompiendo con muchos de los prejuicios que existían sobre las mismas. Ahora, Secret Story parece haber aprovechado la oportunidad de seguir con ese legado y, más allá de limitarse a 'cubrir cuotas' LGTBI con perfiles normativos, apuesta por dar la oportunidad a las identidades menos visibles dentro del colectivo.
El ejemplo más claro de esta edición es el de Carlos, una persona que se define como no binaria y que, además, es bisexual, ya que asegura que ha mantenido relaciones tanto con hombres como con mujeres. "No me considero ni hombre ni mujer, estoy ahí en medio. Comparto cosas de ambos géneros pero no me siento identificado con ninguno", confesaba al entrar en la casa de Guadalix.
Con su participación en el reality, Carlos tendrá la oportunidad de dar a conocer las identidades no binarias más allá de los clichés y prejuicios que existen en la sociedad. Además, también representará a las personas bisexuales que a menudo se ven invisibilizadas incluso dentro del propio colectivo LGTBI.
El caso de Carlos es especialmente importante porque, además, conocerle puede ayudar a la audiencia a discernir mejor entre identidad de género y orientación sexual, conceptos sobre los que todavía es necesario hacer mucha pedagogía.
La simple presencia del concursante en el reality contribuye a lo que suele denominarse como 'normalización'. Pero es que, además, obliga a quienes interactúan con elle a replantearse sus ideas preconcebidas. Así, Carlos Sobera ha tenido que preguntar en directo los pronombres con los que debe tratarle. "No me importa que se refieran a mí con 'él' o 'ella', o que sea incluso el género neutro con la 'e'", respondía, naturalizando así el hecho de consultar los pronombres o el de hablar en lenguaje neutro.
Evidentemente, serán muchos los errores que se cometan al referirse a Carlos y su identidad. Es probable que en 10 años, al repasar su paso por Secret Story, muchas personas se lleven las manos a la cabeza al comprobar la cantidad de prejuicios con los que se le trataban; sin embargo, será precisamente su exposición la que favorezca el fin de esos prejuicios.
Basta con echar la vista atrás para encontrar casos similares de concursantes con los que Zeppelin y Telecinco fueron por delante de la sociedad. Nicky Villanueva, por ejemplo, fue el primer participante trans de Gran Hermano, en su sexta edición. Lo hizo cuando la transexualidad se seguía viendo como un 'cambio de género' y cuando apenas se daba visibilidad a los hombres trans.
Tres ediciones después, Amor Romeira hacía lo propio, contribuyendo a romper los estigmas que afectan a las mujeres trans, aunque en su caso tuvo que enfrentarse a graves ataques externos que combinaban la transfobia y el machismo.
Desi Rodríguez o Laura Velasco han sido otros ejemplos de visibilización de la transexualidad en GH. Pero, además, también ha habido concursantes bisexuales como Nagore Robles ('GH 11'), Aritz ('GH 16') o Pol Badía ('GH 17'); y relaciones lésbicas como la de Noemí Ungría y Raquel Morillas ('GH 3') o Laura Selva y Ángela Castro ('GH 11').
En definitiva, Zeppelin y Mediaset han sabido combinar en los castings de sus realities el espectáculo con la visibilización de identidades LGTBI, ofreciendo una importante plataforma a personas que, a pesar de que en el momento de entrar pueden ser consideradas como perfiles peculiares o llamativos, acaban demostrando que en un concurso de televisión, como en la vida, lo que menos importa es quién seas.