Me había propuesto no ver esta vez lo de Rociíto, porque perder otras cuatro horas y media de vida me viene fatal ahora mismo. Serían ya nueve las tiradas a la basura y, con nueve horas, yo puedo ver cuatro pelis o una serie no muy larga. O dormir a pierna suelta. Pero he caído, lo reconozco, y lo he visto otra vez.
La culpa es mi candidez, que a mí me dicen que va a contestar a Gloria Camila, a Ortega Cano y a todo el clan Jurado, y yo voy y me lo creo. Y ahí estaba a las diez de la noche delante de la tele dispuesta a, esta vez sí, saber toda la verdad. Para seguir viva.
En el plató, con ese Jorge Javier maestrojoaoizado, estaban esta vez Ana Bernal, Paloma García Pelayo, un señor que casi no ha hablado, Carlota Corredera, Isabel Rábago y Belén Rodríguez. Todos muy afectados y muy de acuerdo. Pluralidad no, gracias. Con este soporífero ambientazo, daban paso al documental “El precio del silencio”, un montaje con reacciones y declaraciones de los familiares de Rociíto (ya he dicho que para mí siempre será Rociíto) ante la serie (me niego a llamarlo documental) “Rocío, contar la verdad para seguir viva”.
El precio del silencio
Se alternaban estas imágenes con fragmentos del propio documental y preguntas sobreimpresas cuestionando la actitud de todos ellos. Acaba con unas imágenes de Rociíto en Chipiona, tras un “jaque al clan” y un “en el nombre de Rocío” sobreimpresos, en las que le preguntan si ha llegado el momento de explicar por qué no tiene relación con sus familiares. Ella dice que sí, que ha llegado. Y ya nos han cebado para la siguiente serie documental. Ahora, a plató.
Allí, Jorge Javier no entiende “la frialdad que demuestran todos los protagonistas cuando les preguntan si han hablado con ella y todos dicen que no”. La Bernal, que está programada para decir “violencia de género” en todas las frases, le explica que eso es porque “durante veinte años se ha hecho un proceso de deshumanización sobre Rocío Carrasco”. Todos están muy de acuerdo en todo, entra Rociíto sollozando y la reciben en pie.
“¿Cómo has vivido tú la emisión?”, le pregunta Jorge Javier, afectado. “Pues he tenido una mezcla de sensaciones” le dice ella, “me ha dado pena, mucha pena de mí, de verme así”. Jorge Javier, que no le gusta nada malmeter, aprovecha para preguntarle si también ha pensado qué pena tener una familia así, y a ella le falta tiempo para entrar al trapo. “Sí” dice, “lo he pensado, pero antes ya del documental”.
Rociíto tiene para todos
Y aquí empiezan a ponerle imágenes con declaraciones de sus familiares, desde su hermana Gloria Camila a su hija Rocío, de Ortega Cano a Amador. Y las respuestas han sido un poco las de siempre, quizá un poco más chulescas. Ese “Echadle huevos, que estoy aquí y no me muevo”, instando a los que según ella utilizan a su hermana, “una mujer muy joven que no ha tenido ni tiempo, ni conciencia, ni conocimiento para saber lo que pasaba”, para “echarla al ruedo”.
Jorge Javier lo resumía todo con un “la base es que cuando muere Rocio Jurado ellos esperaban mucho más y pasaron de adorarla a detestarla, porque creen que debería haberle dejado mucho más de lo que les dejo”, mientras ella reconocía que la relación que mantenía con Ortega Cano tras la muerte de su madre se debe a que tenía dos hijos que eran sus hermanos, y que de no haber existido estos, no habría tenido relación con él. Sin explicar el por qué, cachis.
A su hija le responde con un “sus vivencias, a las que ella se refiere, están reflejadas en un atestado en la guardia civil, en un informe de psicosocial con peritos del juzgado, en un informe del juzgado de menores que la condena. Si las quiere volver a contar que saque los tres informes. Esas son sus vivencias”. Parece que no va a haber reconciliación, no.
Llamada del tito Jose Antonio
El gran momentazo, y el que ha justificado las cuatro horazas y media y dos paquetes de Facundo, ha sido la llamada del tito Jose Antonio. Un momento tan delirante que a puntico he estado yo, como la Bernal, de gritar también “violencia de género”. Y Rociíto le ha espetado un “que me escuches, coño” que casi le aplaudo. Yo. A Rociíto. Este señor ha hecho más por ella solo en esta intervención tan enajenada que todos estos intensos en veinte debates sin disenso, todo el documental ya emitido y el que está por emitir.
“No nos la creemos ninguno” decía el pobre tito Jose Antonio, sin saber por dónde se salía de ese jardín en el que tampoco sabía por dónde había entrado.“¿Quieres decir que la hija de Rocío Jurado no cuenta con el apoyo de su tía, la hermana de Rocío Jurado?”, le ha preguntado Jorge Javier, que ha visto de pronto como este hombre le levantaba el programa. “No”, ha contestado él, “porque no cuenta la verdad”. Ay, Jose Antonio, hoy duermes en el sofá.
Se han puesto todos muy tremendos, la Bernal le ha llamado negacionista de la violencia de género (porque tenía que decir “violencia de género”, que hacía mucho que no lo hacía y yo creo que le pagan por vez) y no han podido abrir el despacho, la cocina y el comedor, que son las estancias que faltaban por abrir en Montealto. Porque la llamada del tito no nos ha dejado tiempo para nada y ni falta que nos hacía porque ya nos daba todo igual.