Su historia ha sido la que probablemente más horas de televisión ha acaparado en el último año. La vida de Rocío Flores ha experimentado un cambio de 180 grados hasta llegar a convertirse hoy en una de las figuras más perseguidas de la prensa del corazón. Una travesía nada sencilla para una joven que a mediados del 2019 irrumpía en la pequeña pantalla para defender a su padre, Antonio David Flores, en la séptima edición de GH VIP. Decisión, la de sentarse en un plató, que fue la excusa perfecta para que la prensa rosa la convirtiera en uno de sus más grandes objetivos, un estatus del que está sacando partido no sin verse obligada a pagar los respectivos costes.
Si bien es cierto que todo el país conoce de su existencia desde antes de nacer, ya que fue la primera nieta de la cantante Rocío Jurado, sus graves problemas familiares la hicieron desaparecer durante casi una década. Un tiempo de mutismo absoluto en referencia a su día a día, y que ahora se ha convertido en la materia prima que rellena programas de televisión, revistas del corazón y digitales.
La sentencia que la condenó cuando tan sólo contaba con 15 años por haber infringido maltrato continuado a su madre, Rocío Carrasco, saltó a los medios de comunicación en 2020, justo cuando se encontraba participando en Supervivientes. Una revelación que causó todo un estupor a la prensa dedicada a la crónica social y que generó una mayor expectación en torno a su regreso de Honduras. Tras su vuelta, Rocío Flores prefirió guardar silencio y mantenerse al margen. Un intento por volver a su vida de antes que no fue posible, dado que en 2021 comenzó la emisión de Rocío, contar la verdad para seguir viva.
El duro relato que Rocío Carrasco hizo respecto a su relación, antes y después de su divorcio, con Antonio David Flores, removió lo cimientos de la prensa rosa. Una historia donde, sin duda, el plato fuerte recayó en el distanciamiento que la heredera universal de la Jurado mantiene con sus dos únicos hijos. La primogénita de la chipionera más universal dibujó entonces un retrato terrorífico de lo que fueron sus últimos años junto a su hija, una vivencia que terminó el día que se produjo una agresión que las condujo a sentarse frente a un juez.
La buena reputación pública que Rocío Flores se había forjado en los dos últimos años frente a las cámaras se venía abajo tras la emisión de la docuserie. Una difícil circunstancia donde solo le quedaban dos opciones: dar la callada como respuesta o subirse al carro. Nada más comenzar a emitirse los episodios de Contar la verdad para seguir viva, Olga Moreno -por entonces esposa enamorada de Antonio David Flores y personas que, en boca de Rocío Flores, había ejercido de madre en los últimos años tanto con ella como con su hermano- se sumergió en la aventura de Supervivientes 2021. Una participación muy controvertida en aquel momento y que empujó a que Unicorn Content, productora de Ana Rosa Quintana, le hiciera una suculenta oferta profesional a Rocío Flores: ser su colaboradora.
Con Antonio David fuera del mapa -Mediaset decició prescindir de sus apariciones en la cadena-, su hija sería la persona encargada de defender a Olga Moreno y, además, comentar el concurso en el formato matinal de Telecinco. Un contrato que a todos se nos vendió bajo esas premisas, pero que nadie dudaba que iría un paso más allá. Resulta un tanto ridículo pensar que la presencia de Rocío Flores en un plató de televisión, y ante tal aluvión de información se vertía sobre ella y su familia a diario, se iba a reducir a comentar un reality. Unas condiciones que de ser creídas por la joven, ésta estaría cayendo en una candorosa inocencia.
En los últimos meses, estando Olga o no en Supervivientes, Rocío ha hablado. Los vapuleos públicos a los que se ha visto expuesta no le han dejado otro camino. Una situación que si bien parecía entender en un principio, ahora demuestra todo lo contrario. El pasado viernes 3 de marzo, la joven regresaba a El programa de Ana Rosa tras unos días de ausencia. Una reincorporación que se produce totalmente alejada del marco inicial del reality show que ganó su todavía madrastra, y que implicaba una batería de preguntas imposibles de esquivar.
Su familia está de plena actualidad informativa. La separación de su padre y la nueva relación sentimental que este ha comenzado con la reportera Marta Riesco, de la que por cierto era amiga, o su supuesta ruptura con Manuel Bedmar, con el que lleva 6 años saliendo, eran puntos a tratar. Cuestiones que todo el equipo de El programa de Ana Rosa, capitaneado ahora por Joaquín Prats, querían dar respuesta en medio de una convulsa mañana.
Seria, con cara de pocos amigos y con escasas ganas, por no decir ninguna, de contar nada, Rocío Flores se sentó en el plató donde colabora. La joven dijo sin miramientos que se negaba a hablar de su relación sentimental, puesto que su pareja es una persona anónima. Toda una contradicción puesto que en las redes sociales, donde Rocío cuenta con casi 800.000 seguidores, suele posar junto a él sin preocuparle este supuesto anonimato. Por otro lado, tampoco quiso hacer mención, pese a la justificada insistencia de Joaquín Prats, respecto a la nieva vida de su padre junto a Marta Riesco. Una cerrada en banda con el escudo "no hablo de mi intimidad" que no pareció sentarle muy bien al presentador.
De su vida personal no se habla. Con esa premisa pretende Rocío Flores sobrevivir en los medios de comunicación. Un pensamiento que, lamentablemente para ella, está del todo equivocado. Su presencia en el plató está fundamentada principalmente en su faceta mediática debido a su vida íntima, tanto de ella como de su entorno. Cierto es que puede aportar su opinión cuando se traten temas de realities o demás noticias que nada tengan que ver con ella, pero... el realismo se impone y está claro que su estancia en El programa de Ana Rosa, y el precio por el que va, se basa en que será ese el espacio donde debe tratar los asuntos que acontezcan en torno a su persona.
Otra de las contradicciones en las que entró Rocío Flores durante su última aparición televisiva fue cuando hizo referencia a su madre. Los colaboradores le preguntaron cómo le había sentado las declaraciones de su tía Gloria Camila en referencia a su padre. Tras ver unos vídeos de comienzos de los 2000 en el que Antonio David se enfrentó públicamente con Ortega Cano, la hija pequeña de Rocío Jurado dijo que si esas palabras hubieran sido dichas hoy le hubiera retirado la palabra. Un panorama ante el cual, Rocío rompió su postura de perpetuo silencio y optó por lanzar un dardo a su madre.
"¡No lo he hecho con mi madre que me ha puesto a la palestra para que todo el mundo me fusilara!", respondía Ro cuando se le planteaba la idea de reprochar algo a Gloria Camila por sus palabras. Una postura que lejos de estrechar lazos, echa, aún más, leña al fuego en la dificilísima relación madre e hija. Hace menos de un mes, Rocío Carrasco dijo públicamente que no volvería a hablar en un plató de televisión sobre el incidente que vivió junto a su hija. Alto al fuego que, por el momento, ella sí ha respetado pero no sus amigos que trabajan en los medios.
Las dos Rocíos se necesitan mediáticamente, y así de triste es su realidad. Demostrado queda que si quieren permanecer en los medios, los homenajes a la figura de Rocío Jurado no son suficientes. Lo que vende de ellas dos es el conflicto, algo que no les parece costar alimentar ya que su dañado vínculo está cada día más impregnado de reproches y dolor. Un daño que, si bien ha servido como un más que efectivo carburante televisivo, de no racionalizarse podría acabar con la integridad de ambas. Una situación nada envidiable en la que quizás, solo quizás, vaya siendo hora de dejar a un lado. Y es que el beneficio económico que conlleva este aparente y recíproco odio que se profesan, no siempre merece la pena.
[Más información: El 'reestreno' de Rocío Flores en 'El programa de Ana Rosa': por primera vez no hace mención a su familia]