La historia no es nueva. Las posibles irregularidades en las votaciones de distintos países en el Festival de Eurovisión es algo de lo que se lleva hablando en medios de comunicación desde hace ya algunos años. De hecho, ya el pasado año se acusó al productor ruso Philip Kirkorov de supuesto fraude para hacer pasar a la final a Moldavia.
Como ya publicamos, si se analizaban al detalle las votaciones dadas y recibidas por Moldavia, tanto en la segunda semifinal como en la final del sábado, se encontraban patrones evidentes. Y es que el jurado moldavo otorgó sus tres máximas puntuaciones a Bulgaria (12 puntos), San Marino (10) y Grecia (8) y, curiosamente, esos mismos países también dieron a Moldavia buenas valoraciones: 12 puntos por parte de Bulgaria y Grecia, y 10 por parte de San Marino.
También fue llamativo el caso del jurado de Polonia, que otorgó su máxima puntuación en la segunda semifinal a Grecia, y en la final cambió de opinión y le dio sus doce puntos a San Marino, dejando en cero puntos el casillero de los helenos.
Curiosamente algunos de estos países, Polonia y San Marino, son los que ahora la UER está investigando. A ellos se le suman Rumanía, Georgia, Montenegro y Azerbaiyán, un país que siempre ha estado en el punto de mira por la supuesta compra de votos.
De hecho, en 2013 la UER llegó a reconocer que hubo manipulación en el televoto. Tanto es así que, en vez de publicar el desglose de puntos de televoto y jurado, la organización optó por dar a conocer el promedio de las clasificaciones de cada país, sin entrar en detalles.
Aquello coincidió justamente con una investigación de la prensa lituana, que aseguraba que los azeríes habían intentado comprar votos para volver a ganar el concurso. El periódico 15min.lt explicaba que dos hombres de habla rusa ofrecían tarjetas SIM cargadas con saldo para que se votara a Azerbaiyán a cambio de una recompensa de 20 euros.
Según este medio, esos hombres se jactaban de haber comprado votos en aquellos países en los que no hay mucha participación en el televoto. Es decir, países pequeños como Malta, Chipre, Georgia, Lituana, Letonia o San Marino. Además contaban que les había costado "millones" ganar Eurovisión en 2011. Aquel año el dúo formado por Ell y Niki darían la sorpresa con su canción Running Scared ya que no eran considerados favoritos. De hecho, a día de hoy es fácil que los eurofans la elijan como una de las peores ganadoras de la última década.
Un año después, Azerbaiyán organizaba orgullosamente Eurovisión en su capital Bakú, gastando hasta 100 millones de euros, un presupuesto hasta entonces nunca visto. La mayor parte fue a parar al estado del Palacio de Cristal, para el que no tuvieron inconveniente en desalojar a familias enteras sin previo aviso.
El objetivo del gobierno azerí era claro: blanquear su imagen frente a Europa. Numerosas organizaciones denunciaban que se violaban y violan los derechos humanos y, al igual que con la Expo de Astana, Bakú vio en Eurovisión un gran escaparate promocional.
Cómo se recalculan los votos
Frente a estos 'ataques', la UER decidió en su momento que se sustituirían aquellos resultados irregulares por un cálculo en los resultados de otros países que tuvieran patrones de votación similar o identidad sociocultural, como así ha sucedido este año.
Lo explicaba muy bien estos días en redes sociales uno de los mayores expertos en Eurovisión de nuestro país, Juanma Jiménez. "Lo que toda la vida los locals han llamado vecinismo", comentaba. "Así se aseguran que tres países vayan a una semifinal y otros tres a la otra", añadía.
De esta forma, San Marino quedaba encuadrado, por ejemplo, con Chipre, Grecia, Malta, Bulgaria y Portugal. Así, teniendo en cuenta que estos países votaron alto a España, San Marino terminó dando sus doce puntos a España.
Pero, ¿por qué si ya hubo irregularidades en la segunda semifinal la UER se esperó hasta la noche del sábado para comunicarlo? Para evitar generar una crisis de imagen que afectara a su gran final.
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