Lo peor que le puede suceder a una cadena de televisión -aparte de que los programas que estrene vayan fracasando uno a uno en el peor de los escenarios-, es que el espectador tenga sensación de estar viviendo un déjà vu constante. Y esto, en parte, es lo que está sufriendo en sus carnes Telecinco desde hace ya algún tiempo.
Aún faltan semanas para que octubre acabe pero, a tenor de las audiencias diarias, todo parece indicar que Antena 3 completará dos hitos más este año: cumplir en octubre un año de liderato sobre Telecinco y, cuando termine la retransmisión de las Campanadas, coronarse como la cadena de televisión más vista de 2022. Lo que significaría romper una racha que le ha durado a Fuencarral más de dos décadas.
Telecinco necesita un cambio radical, una catarsis de supervivencia, un giro de 180º que, incluso, debería ser impuesto desde Italia si en verdad les preocupa la imagen y los datos de la cadena a día de hoy. Su modelo de televisión agoniza. Ha sido durante años la televisión privada más rentable de toda Europa, que se dice pronto. Pero todo tiene un final y ese parece ser que está más cerca de lo que quisieran.
[La crisis de Telecinco ya es oficial: ninguno de sus programas consigue superar los dos millones]
Han sido décadas con un modelo de televisión que, en gran medida, se inició con Gran Hermano. Una bestia en términos de audiencia que transformó la escaleta de los diferentes programas de televisión. Sus protagonistas (y sus peleas) inundaban los platós y, ese filón, el de la disputa para conseguir el share, llegó para quedarse. Más tarde los sucesivos realities de la cadena, los famosos y pseudofamosos con ganas de focos y euros, y los viceversos de turno se volvieron los protagonistas de la cadena. Telecinco no hizo otra cosa que rizar el rizo: más realities, más vueltas de tuerca, más corazón, más peleas, más personajes -que llegaban a desplazar a los famosos de verdad- y su modelo de televisión cambió para quedarse.
Si a eso le unimos ciertas decisiones empresariales desastrosas -como dejar escapar a los tres integrantes de la actual milla de oro de Antena 3, es decir, Pasapalabra, Vicente Vallés y El Hormiguero- y optar por una televisión low cost incluso en la puesta en escena. Todo ello le ha llevado hasta aquí. A un papel de segundona en cuestión de audiencia que solo tiene una solución: inversión y cambio en el modelo de televisión. Otra cosa es que desde las grandes esferas quieran y más cuando, cómo no, Telecinco aún es una cadena rentable.
Sensación de ver los mismos formatos
Antena 3 lo logra con mayor atino que La 1, aunque debido a la desconexión de la audiencia con la cadena pública a ésta le cuesta muchísimo más tener éxito con sus estrenos. Al menos hasta hoy, cuando una persona enciende Antena 3, ve grandes formatos (La Voz, Tu cara me suena, Mask Singer…), ficción nacional, extranjera y miniseries vendidas como eventos televisivos, concursos reconocidos (Pasapalabra, El Millonario, La ruleta de la suerte…) o la originalidad de la que hacen gala otros formatos como Joaquín, el novato, El desafío o El Hormiguero en cada una de sus emisiones.
Telecinco da la sensación que ofrece al espectador lo mismo los siete días a la semana y varias veces. Los mismos personajes, los mismos conflictos… y a seguir con la rueda. Como si se colocase un trozo de chocolate fundido delante de un ventilador en una habitación cerrada. Habría chocolate por todos lados siempre y la cosa jamás cambiaría.
La audiencia parece que ha dicho que hasta aquí. Y es que, ya entrado el otoño, las diferentes ediciones de Sálvame se quedan -en el mejor de los casos- por encima del millón de espectadores. Una cifra que ronda o superan por muy poco Deluxe, Socialité, ¿Quién es mi padre?... Un millón de fieles donde antes, y los datos no mienten, había dos. Una estampida que Telecinco debería tener en cuenta.
La cuestión de los colaboradores
Hace poco Telecinco anunciaba que se encuentra preparando un nuevo reality digital y que entre sus protagonistas iban a estar Amor Romeira, Cristina Porta, Gianmarco Onestini… y de nuevo la gira rueda. Los mismos temas, las mismas caras y los mismos colaboradores. La gente en redes, estalla. Y se entiende.
Ese déjà vu que se repite constante en Telecinco no ocurre en otras cadenas. Como si la cadena tuviera que poner en nómina a todos estos personajes salidos de sus realities y de sus conflictos. Como si hubieran aprobado una oposición en Fuencarral y tuvieran que saltar de programa en programa.
La lista aquí es interminable y, ojo, también la es la de los colaboradores. El caso más curioso ha sido con los programas Ya son las ocho, Ya es verano y Fiesta. E incluso con la edición Fresh de Ya es mediodía. Los mismos colaboradores y periodistas. Por ello se agradece que, de repente, caras nuevas como Kiti Gordillo, por poner solo un ejemplo, se asomen a las pantallas de la cadena. Faltan caras nuevas.
Falta de formatos ambiciosos
No. ¿Quién es mi padre? no ha sido un formato ambicioso.Tanto que utiliza uno de los dos platos que Telecinco maquilla un poco y utiliza para todo. Gran pantallón e invitados a ambos lados, al estilo Sálvame. Y así con todo. Otra vez más. La sensación de una televisión idéntica, sin grandes y diferentes decorados y con formatos que dan la sensación de estar hechos en tiempo récord y que no cautivan visualmente al espectador.
Es el ejemplo de Pesadilla en el paraíso, que aunque se quiso vender como un proyecto potente, ese mantra ya se había desvanecido por el camino antes de su estreno. Telecinco carece de falta de formatos ambiciosos como en su día cuando trajo La Voz a España.
Sí que es cierto que La isla de las tentaciones supuso una novedad en la parrilla televisiva. Sin embargo, Telecinco ha abusado del formato al haber estrenado tantas ediciones en apenas un par de años y sus audiencias empiezan a resentirse con mínimos históricos. En el horizonte solo se vislumbra The Bachelorette, con Jesús Vázquez. Habrá que esperar.
El caso de 'Informativos Telecinco'
Mientras que las demás cadenas han invertido en diferentes renovaciones en los platós de sus informativos, la política de ahorro de gasto de Fuencarral no solo se hace notar en los diferentes programas que se estrenan, todos desde un par de platós de televisión cambiando luces y mesas. También en los propios informativos que siguen siendo los mismos desde hace casi dos décadas.
Una imagen de absoluta dejadez que, sin duda, merma la imagen de la cadena como una gran cadena que apuesta por ofrecer televisión en mayúscula, espectáculo y novedades como se ha convertido Antena 3 para el espectador.
La necesidad de un restyling de marca
La crisis de audiencia de Telecinco merece decisiones contundentes y, cómo no, presupuesto e inversión. Una televisión que antaño sorprendía con sus series, sus formatos de tarde y de prime time, y que hoy parece adormecida o preparando la almohada para seguir acomodada por los siglos como la nueva eterna segundona.
La apuesta por nuevos platós, nuevas caras en presentadores y colaboradores, nuevos formatos nuevos informativos, dejar a un lado el abuso del corazón y el escarnio se antoja inprescindible. Y, por supuesto, un necesario restyling de marca que pase por nuevos grafismos y mosca para que el espectador se dé cuenta que Telecinco puede, si es que quiere, ser una nueva televisión que ilusione y lidere.