Con el fallecimiento de Carmen Sevilla este martes 27 de junio muere un pedacito de nuestra televisión, de nuestra historia. Somos un poco más huérfanos. Y es que, allá por principios de los 90, la andaluza fue la precursora de hacer una televisión fuera de lo común y un fenómeno viral antes de las redes sociales.
Y lo fue gracias al mítico Telecupón, un programa en riguroso directo -las normas del sorteo así lo requerían- en el que nuestra genial Carmen se metió a la audiencia en el bolsillo. Lo hizo con sus despistes, chascarrillos, sus comentarios respecto a sus entradas y salidas para adelgazar en la Buchinger de Marbella, su marido Vicente Patuel y sus ovejitas. Y todo ello tildado de una gran ternura.
Se convirtió en todo un fenómeno televisivo y todas las noches se esperaba expectante casi más que por saber el número premiado, por dónde iba a salir o en que jardín se iba a meter nuestra genial protagonista. Ella, a diferencia de otros -eran otros tiempos, otras formas de vivir la televisión y el saber estar de Carmen- se tomaba las cosas con alegría. Nunca, en ningún momento, hubo una palabra más alta que otra, reproche, ni una mala cara, ni una reclamación.
Era la estrella día sí, día también, en los zapping en los periódicos, como es el caso del entrañable Chapete en las páginas de ABC. Mucho antes de que las parrillas se llenaran de programas de refritos, los principales diarios de tirada nacional tenían un hueco reservado para mostrar en una captura de pantalla y en tres líneas contar lo sucedido.
Carmen Sevilla, una actriz, cantante y guapa, cuya belleza cautivo al mismísimo Nicholas Ray que la eligió para ser María Magdalena en Rey de Reyes, no se enfadaba lo más mínimo. Es más: mandaba una carta -las famosas cartas de Carmen Sevilla- para dar las gracias al redactor de turno. Soy consciente de que más de algún compañero aún conserva alguna dirigida "al señor Chapete".
Y no sólo eso. Cuando llegaban las fiestas de Navidad, el departamento de Cartería se llenaba de cajas -adornadas para la ocasión-, pero todas con un detalle personalizado de esta sin par mujer. Yo conservo con gran cariño una tetera de la Cartuja de Sevilla y unos patucos y un jersey de lana blancos que me envío cuando nació mi hijo.
En esta semblanza no hay que olvidarse de su fiel Agripina, una mujer -no uno de estos representantes de ahora o managers que, salvo excepciones, lo único que consiguen es ponerte de los nervios- que le acompañó toda la vida. Para ella era su agenda y para nosotros el enlace perfecto para poder hablar con la artista. ¡Lo que decía Agripina iba a Misa! O donde hubiera que ir. Ella la acompañaba todos los días a su cita en el Telecupón o como cariñosamente lo llamaba mi cuponsito.
Las pantuflas de Carmen
Carmen Sevilla estuvo al frente de este espacio entre 1991 y 1996. Valerio Lazarov se lo ofreció para sustituir a Belén Rueda. Durante ese tiempo tuvo como compañero a Agustín Bravo. Su papel no sólo era el de llevar el programa, sino también en no pocas ocasiones -dado que como decimos era en directo- salvar la emisión. Unos lo ven como un sufridor; pero el presentador recuerda esa etapa como una de las más divertidas y deliciosas de su vida.
Anécdotas de aquellos años las hay a montones como aquella de cuando presentó el programa con sus pantuflas, o el día que en pleno directo se le rompió la cremallera de la falda y tuvo que esperar sujetándola con la mano hasta el corte de publicidad.
Estas dos anécdotas las recuerda con una sonrisa y con todo el cariño del mundo Carlos Junyent, director en aquellos años del Telecupón. Han pasado tres décadas y recuerda con emoción, como si fuera ayer, cuando la edición del programa -coincidiendo con el sorteo especial de El cuponazo- Carmen hacía el programa en distintas localidades de España. También su faceta solidaria dando de su propio bolsillo para ayudar a una familia con un hijo enfermo que llamó al programa. "Todo el mundo la quiere y la queremos. En su tierra era una locura, en Canarias, País Vasco...". Para Junyent, "Carmen fue la precursora de hacer una tele fuera de lo común".
Por último, una prueba de su buen humor y de cómo encajaba las críticas. Junyent nos recordaba cómo al principio hubo un medio que hizo un comentario de que Carmen ya era vieja y que incluso se le caía la papada como el sevillano puente del Alamillo. "Ella, ni corta ni perezosa, al día siguiente se presentó en el plató con la piel super estirada y haciendo comentarios durante la emisión de que se había hecho una operación exprés ante un sorprendido Agustín Bravo. Momentos antes de finalizar y despedirse hasta el día siguiente, Carmen se levantó el moño y mostró el esparadrapo que le estiraba la piel".
Así es y será por siempre Carmen Sevilla: una mujer irrepetible.
* Carmen Aniorte es periodista especializada en televisión con 28 años de experiencia en RNE y ABC. Aunque comenzó con cine, las míticas 625 líneas y La carta de ajuste la cautivaron.