Carmen Sevilla ha sido una de las grandes de nuestro país en el mundo del espectáculo. Por desgracia, hablamos ya en pasado, pues María del Carmen García Galisteo, su nombre real, ha fallecido este martes a los 92 años, tras unos días hospitalizadas. En su juventud fue actriz y cantante, y su nombre figura en taquillazos nacionales, con esas películas en las que generalmente interpretaba a una folclórica, pero también en éxitos de Hollywood como Rey de Reyes. Incluso trabajó a las órdenes de cineastas considerados de culto, como Eloy de la Iglesia; él la dirigió en Nadie oyó gritar y en El techo de cristal, que para esta andaluza fue “la película más hermosa que he hecho nunca”, tal como explicó en una entrevista de 1996 y que recogió El País.

Desde finales de los 70 hasta 1991 Carmen Sevilla estuvo retirada, pero tuvo que volver (por la puerta grande) debido a múltiples problemas económicos. Estaba casada con Vicente Patuel y vivía en una finca, pero gracias a Telecinco volvió a brillar, y con una luz más especial que la de antaño, si cabe. Y es que se puso al frente de Telecupón, un pequeño programa de gran éxito de audiencia cuyo objetivo era anunciar el número ganador del día del sorteo de la ONCE, pero que también tenía concursos como el de los horóscopos o el del duende Hugo, e incluso actuaciones musicales.

Carmen se metió al público en el bolsillo, con una ingenuidad que le hacía presentar en babuchas como si no le hubiese dado tiempo a ponerse los tacones. Nos contaba historia de sus ovejitas de la finca, mostraba remedios caseros para lucir más hermosa ante la cámara como el ponerse esparadrapo para estirarse la piel. Tenía una virtud para confundir los nombres cuando hablaba con alguien por teléfono, o incluso el género. O contaba anécdotas que no eran del todo tales, como la vez que hizo una mención a Anjelica Houston y ella habló cómo trabajó con su padre… Charlton Heston. No hubo humorista (ni ciudadano de a pie) que no imitase su forma de hablar, con su cadencia y su seseo en alguna que otra ocasión.

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A su lado, como fiel escudero, estaba Agustín Bravo, con quien formó una de las parejas más encantadoras del momento. No ha habido entrevista en la que Agustín no haya contado maravillas de Carmen, que le trataba como a su propio hijo. Hasta le compraba calzoncillos, según la prensa de la época.

Su carisma traspasaba la pantalla. Y ella sabía muy bien qué quería el público de ella. Encanto, naturalidad, espontaneidad, alguna metedura de pata. Como aquella vez que dio las Campanadas de 1993 a 1994 junto a José María Íñigo. Por cada campanada ella nos expresaba un deseo, como “que Dios os bendiga” o “que viva España”. Cuando sonó la última, ella deseó a los espectadores un feliz 1974. De golpe y porrazo, ella se quitó 20 años de encima, y también, a todos aquellos que se comieron las uvas a su vera.

Telecupón, que no era un programa de larga duración, hizo que Carmen tomase carrerilla en los medios, y fuese enganchando un nuevo proyecto tras otro. Incluso tuvo un espacio con su nombre, como todas las grandes; en este caso se tituló La noche de Carmen, y se emitió en Antena 3, cadena por la que fichó tras su éxito en Telecinco (sin olvidarnos de Querida Carmen, en Canal Sur). Incluso volvimos a verla trabajar como actriz en Ada Madrina, una comedia en la que compartió protagonismo con Jesús Puente, actor que en la madurez también brilló como presentador gracias a la pequeña pantalla.

Aunque no fue precisamente la serie más vista de aquella temporada, a muchos nos permitió descubrir a aquella Carmen Sevilla actriz, que cantó y bailó en El balcón de la luna, pero también protagonizó largometrajes muy peculiares como Beatriz, con pactos con el demonio y posesiones, o La cruz del diablo, basada en relatos de Gustavo Adolfo Becquer. Sin olvidarnos de otros hitos de su carrera; que antes de que Marta Sánchez fuese al Golfo, ella ya animó a las tropas españolas, allá en los años 50, cuando viajó a Marruecos donde se desarrollaba el conflicto territorial de Sidi Ifni.

En 2004 se convirtió en la presentadora de Cine de Barrio, en La 1, y allí permaneció dando paso a lo mejor de nuestro séptimo arte español hasta 2010. Fue el broche de oro para su segunda juventud profesional, esa que la convirtió en alguien imprescindible de la industria, y que le hizo ganar más cariño si cabe que cuando cantaba Carmen de España o Cariño trianero en sus años mozos.

La última vez que se coló en nuestros hogares fue gracias al programa de María Teresa Campos ¡Qué tiempo tan feliz!, en una entrevista en su casa en 2013, y en ese mismo espacio la escuchamos también por última vez, en una llamada en la que Carmen solo atinaba a decir “te quiero, os quiero a todos mucho”. Era una señal de que su cabeza ya no andaba en plena forma. Desde entonces, su hijo Augusto Algueró decidió protegerla, dándole cuidados en un asilo, donde no permitió que nadie la viese más. Algo que no todo el mundo entendió; amigos de la Sevilla como Marujita Díaz o Norma Duval hicieron llamamientos públicos para que les permitiesen una última visita, pero sin éxito.

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Esa protección ha permitido que ahora todos pensemos en estos momentos en una Carmen Sevilla feliz, engalanada con uno de esos trajes de chaqueta que se enfundaba para comerse la cámara. No la hemos visto apagarse, en parte, porque su luz sigue ahí. Nadie la ha olvidado, y una prueba de ello es que hace no muchas semanas la recordaban en Tu cara me suena con una imitación y con Lolita Flores contando una de sus anécdotas.

Como última curiosidad de su carrera, me gustaría destacar que Carmen Sevilla incluso dejó su huella en el Festival de Eurovisión. Y es que suyo era el traje que Conchita Bautista llevaba puesto en la primera participación de España en el Festival, en la que interpretó Estando contigo. El autor del hit era su entonces pareja, el compositor Augusto Algueró, con quien se estaba dando el sí quiero ese mismo 18 de marzo de 1961. Ay, nuestra Carmelilla. Qué maravilla.