Este miércoles el escritor Arturo Pérez-Reverte fue el invitado de El Hormiguero. Y acudía al programa de Antena 3 para dar a conocer su nueva obra, El problema final, una novela policíaca de corte clásico, y que, según detalló Pablo Motos, está siendo un éxito de ventas. “No me puedo quejar”, reconocía el literato.
Según desgranó, este libro surge después de la “saturación” que hay en la actualidad de novela negra, y vino a decir que, en la actualidad, todo el mundo escribe. Así, le preguntó al presentador que si a él se lo habían ofrecido. “A mí me han propuesto una novela, pero he dicho que no sé escribir una novela”, reconocía Pablo Motos.
El problema final es “una novela policial de las de antes”, aseguraba Reverte, que huye de la aparición de huesos enterrados, y que se ha embarcado en un relato de “crímenes tranquilos, en lugares tranquilos, con conversaciones”. Antes de abordarla se planteó si el público de ahora aceptaría una “novela canónica de detectives”, y que fue un desafío. “Lo policial no es mi especialidad, pero soy buen lector”, afirmaba, y por ello tomó ingredientes de los mayores clásicos del género. En ese sentido, se comparó con un barman que hace cócteles, a pesar de que no ha destilado él mismo los licores.
En su discurso, Pérez-Reverte contó cómo en la novela negra el criminal es lo más interesante, pero la policial clásica “es más limpia, más tranquila”, y que requiere “más reflexión que acción”, con los protagonistas conversando mucho. “El lector es muy importante, porque tiene que ir a la vez que el autor, si se adelanta quedas mal”, aseguraba.
El escritor se enfrentaba al reto de escribir para un público moderno que ha leído y ha visto mucho cine, y por ello, para sorprenderle, “he hecho trampas, haciendo emboscadas” en el argumento. Cuando lo envió a la editorial no mandó el último capítulo, para ver si podrían adelantarse al final, y “nadie lo adivinó”. “Porque no está mi mujer en la editorial…”, bromeó Pablo Motos, que explicó que su pareja está “todo el rato fastidiándotelo todo”, y que, por ejemplo, le apunta los finales de las películas en un papel.
En El problema final hay dos protagonistas, un actor que hace películas de Sherlock Holmes y un escritor español que hace novelas baratas. Sin embargo, ese personaje no tiene nada que ver con el propio literato. “Es un error buscar al autor en su obra, una novela es una manipulación, una mentira”, sentenciaba.