Este miércoles, Adela, una mujer de coruñesa de 59 años, cruzó la puerta del restaurante de First Dates, como tantos otros solteros, para encontrar el amor. Sin embargo, nada más ver a Carlos Sobera se abrazó a él y se rompió, no pudiendo evitar las lágrimas. Al preguntarle el presentador qué le sucedía, ella le explicó que se acordaba de su madre. “¿Porque le gustaba ver el programa?”, le lanzaba Sobera, algo que ella negó. Y es que su madre murió en Madrid, “hace mucho”, y es algo que no sabía cómo evitar. Además, también había perdido a sus padres hacía unos años.

La organización propuso a Adela que cenase con Berta, una mujer madrileña, de 55 años, que reconocía cuidarse mucho de lunes a viernes, pero entregarse a la fiesta una vez llegaba el fin de semana. Separada y con una hija, buscaba una mujer que fuese hiperfemenina, o todo lo contrario, muy masculina. “Una mujer que me domine, soy muy tiernita, me gusta que me pongan contra la pared, me empotren y me den duro”, explicaba sobre sus gustos en el confesionario.

El amor a primera vista no estuvo presente en la cita, pues a Berta no le entró por el ojo su acompañante, pero a pesar de todo se decidió a conocerla. “Tiene el aire de las mujeres que a mí me gustan, pero ella no me gusta físicamente”, admitía.

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Durante su encuentro, Berta ha querido que Adela le contase algo, y la gallega comenzó a hablar de cómo se está acercando cada vez más a la playa por un documental de canguros que había visto. Algo que desconcentró mucho a la madrileña. Tampoco fue mucho mejor al hablar de las historias de amor del pasado, cuando Berta contó que su pareja murió de cáncer.

Desde el primer momento, los espectadores de First Dates, desde casa, podían comprender que Berta era una persona muy sexual, pero tampoco encajaba en eso con Adela. Al preguntarle a la galllega si le gustaban los juguetes eróticos, pues ella tenía bastantes, así como disfrutaba con la pasión y los azotes, Adela le deslizó que ella es más de tocar piel. El sexo duro no era para su persona. A pesar de todo, los azotes volvió a ponerse sobre la mesa más adelante, en un juego al ritmo de la música.

Con semejantes antecedentes, estaba claro que no iban a coincidir en querer volver a verse en una segunda cita. Sin embargo, se cayeron bien, disfrutaron de la experiencia, y no negaron que pudiesen quedar algún día para montar en barca en el madrileño parque del Retiro.