Laura Chaparro
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- ¿Sí?

- ¿Está aquí mi tía Minnie?

- Pase y pruebe a buscarla entre la multitud. A lo mejor la encuentra metida con su tío dentro de ese baúl.

- Bueno, ¿me permite telefonear?

- ¿Telefonear? Le apuesto lo que quiera a que no llega a donde está el aparato.

La hilarante escena del camarote de Una noche en la ópera (1935), protagonizada por los hermanos Marx, ilustra bien el concepto de ruido visual. Para buscar en la pantalla la cara de Groucho, Chico, Harpo, el cantante, las señoras de la limpieza, el fontanero (y su ayudante) y la joven que hace la manicura tenemos que prestar más atención de lo normal y, para eso, necesitamos más tiempo que en otras escenas de la película.

Los directores de cine añaden más segundos a los planos medios y generales, en comparación con los primeros planos, y más aún si la escena en cuestión contiene elementos que puedan sembrar confusión en el espectador. Un estudio de la Universidad de Cornell (EEUU) revela cómo los cineastas siguen estas pautas tácitamente, sin darse cuenta de que están empleando principios psicológicos relacionados con el reconocimiento de emociones en sus largometrajes.

"Lo más sorprendente es que lo saben sin haber usado datos experimentales. Es decir, han construido las películas, controlando la duración de los planos, de forma que las escenas con más ruido visual y con las caras más lejanas duran más. Sin embargo, hablando con algunos directores, descubrí que ninguno era capaz de explicar por qué lo hacía", explica a EL ESPAÑOL James E. Cutting, investigador del departamento de Psicología de Cornell y autor principal del estudio publicado en Attention, Perception, & Psychophysics.

En total, realizaron cuatro pruebas para analizar tanto la relación entre la expresión facial y la distancia como el papel que tiene la confusión visual en el reconocimiento de estas emociones. Para ello, estudiaron la duración y el tamaño de más de 31.000 planos de 24 películas populares estrenadas entre 1940 y 2010. Algunas fueron Espartaco (1960), Ocean’s 11 (1960), La Guerra de las Galaxias, Episodio V – El imperio contraataca (1980), Erin Brockovich (2000) o Historias de San Valentín (2010).

Dos de las películas analizadas en el estudio psicológico. Cornell University

El estudio reveló que el tamaño del plano y su duración estaban correlacionados, lo que implica que las caras que se ven más grandes en la pantalla –como en los primeros planos– son más fáciles y rápidas de reconocer.

Las emociones negativas cuestan más

En otra de las pruebas, 21 participantes tuvieron que clasificar diferentes expresiones faciales aparecidas en 330 imágenes fijas de diferentes tamaños. Los voluntarios tenían que decidir rápidamente si los personajes de las películas estaban experimentando emociones positivas o negativas.

Como era de esperar, los participantes tardaron más tiempo en categorizar las caras más pequeñas, que aparecían en planos más largos, algo que se complicaba cuando a esos personajes les rodeaban diferentes elementos que añadían ruido visual al plano.

A la hora de distinguir entre expresiones positivas y negativas, estas últimas llevaron más tiempo a los voluntarios, una demora que otros estudios habían demostrado previamente. "Las comisuras de la boca hacia arriba son un marcador distintivo y muy visible de las expresiones felices, y esto no sucede de forma similar en otras emociones", comenta a EL ESPAÑOL Jukka Leppänen, investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Tampere (Finlandia).

Se tarda menos tiempo en reconocer una expresión positiva que una negativa. Chris Flickr

Otra explicación es que, en general, es más frecuente encontrar caras alegres que tristes, a lo que se suma lo complicado que puede llegar a ser interpretar enfado, miedo o tristeza en una persona, frente a lo sencillo que resulta reconocer una sonrisa. Además, Leppänen recuerda que procesar situaciones negativas nos lleva más trabajo cognitivo y más tiempo que si son positivas, lo que podría extenderse a las expresiones que llevan aparejadas ambos contextos.

Lo que ocurre en el cerebro

La neurociencia ha identificado qué regiones cerebrales están relacionadas con el reconocimiento de estas expresiones faciales. Según el investigador finlandés, las áreas clave son la amígdala, la corteza orbitofrontal, la ínsula y algunas áreas de la corteza occipital-temporal.

Lo que todavía se desconoce es si estas áreas se activan por igual al ver a alguien en persona o al hacerlo en la gran pantalla. Un estudio en el que participó Leppänen demostró que las respuestas cerebrales a la hora de reconocer caras en persona eran "bastante diferentes" respecto a si se reconocían en imágenes de ordenador. "Encontramos diferencias en las primeras áreas de la corteza cerebral que se activan cuando vemos algo nuevo", afirma el científico.

Por ejemplo, algunas poblaciones de neuronas de la corteza occipital-temporal responden a caras reales en 200 milisegundos (0,2 segundos), pero no son tan rápidas cuando se trata de imágenes visuales.

Cambios con el paso de los años

Sobre las imágenes visuales, el estudio reveló que los primeros planos de los largometrajes más recientes pueden durar hasta tres segundos menos que los planos en los que la cara aparece más alejada. Y cuando en ese plano aparecen elementos que añaden confusión a la escena, la duración se alarga más.

También existen diferencias según el año en el que se grabó la película. "De media, la duración de los planos de las películas populares ha disminuido de entre los 12 y 15 segundos de las décadas de 1940 y 1950, a entre tres y cuatro segundos que duraban en 2000 y 2010", compara Cutting.

El uso del primer plano se generalizó con la irrupción de la televisión en la década de 1950. Robert Galloway

En cuanto al tamaño de los planos, también ha cambiado con el paso del tiempo, pero no de forma tan pronunciada: si en los 40 y 50 predominaba el primer plano y plano medio largo (el personaje se ve desde las rodillas hacia arriba), en el 2000 y 2010 el que más se empleaba era el plano medio (de cintura para arriba).

"El primer plano se ha utilizado toda la vida para, precisamente, mostrar claramente al espectador las emociones de los personajes", señala a EL ESPAÑOL Daniel Verdú, profesor de Historia del Cine de la Universidad Carlos III de Madrid. Algunos cortos de Edison ya muestran este recurso. Sin embargo, la irrupción de la televisión en 1950 extendió su uso, justamente, porque en la pequeña pantalla, los personajes se veían muy pequeños en planos largos. Esta práctica se extendió al cine, puesto que muchos de los directores de la generación de los 50 se formaron con la televisión, y se empezó a abusar de este tipo de planos, una práctica que llega hasta las películas grabadas a día de hoy.

Aprender de los cineastas

"Usar muchos primeros planos es una forma sencilla, vaga y plana de rodar, que no exige imaginación. Podría decirse que los buenos directores suelen buscar planificaciones visuales más complejas, pero todos los emplean en algún momento porque un buen primer plano es muy poderoso y un contrapunto excelente a los planos más amplios", admite Verdú.

Buenos ejemplos en los que se combinan planos largos y cortos son los complejos montajes del cine soviético, con Eisenstein a la cabeza, las películas de Ford que alternan paisajes y rostros, o los primeros planos llenos de suspense de Hitchcock. "Bergman, que rodaba maravillosamente, los utilizaba bastante, lo cual es lógico porque su obsesión era captar la psicología de los personajes", destaca el profesor de la Carlos III.

Los directores de cine controlan el tamaño y la duración de los planos siguiendo principios psicológicos de forma implícita. V. P.

Woody Allen ha reconocido la importancia de este recurso en el director sueco, tal y como recoge Sam B. Girgus en su libro El cine de Woody Allen (2002):

"El espectador podía contemplar a grandes intérpretes en primerísimos primeros planos que iban en contra de lo que los manuales de cine recomiendan. Los rostros lo eran todo para él. Primeros planos. Más primeros planos. Primerísimos primeros planos. Bergman creaba sueños y fantasías, y los mezclaba tan hábilmente con la realidad que, poco a poco, afloraba en la pantalla el interior del ser humano. Empleaba larguísimos silencios con enorme eficacia".

La forma de trabajar de Bergman, Allen y de otros cineastas puede ser tremendamente útil para los psicólogos. Cutting anima a sus colegas de profesión a que se sumerjan en las estructuras de las películas –cuyos principios se han ido compartiendo de manera informal generación tras generación– y aprendan cómo funciona el recurso de la atención en este tipo de contextos, muy alejados de la práctica clínica pero igual de relevantes.

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