Esther Miguel Trula
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Procedimental: un hombre de ley y orden, un policía a las órdenes del gobierno, debe investigar la pérdida del cadáver del gran líder de la última secta local de turno, que se ganó la pena de muerte en un juicio con tintes políticos. Para encontrar su cuerpo investigará la mala praxis e incluso las traiciones internas de su propio organismo en favor de los feligreses del neoculto, hasta llegar a producir en el agente una crisis existencialista que le hará dudar de los dogmas que hasta ahora regían su vida.

Joseph Fiennes, que hace lo que puede, como el resto del casting, protagoniza esta especie de thriller policíaco menos emparentado con Jesús de Nazareth o La pasión de Cristo que con el Bruce Willis de El Sexto Sentido o el Mel Gibson de Señales.

Buen timing: nada mejor que la historia de la resurrección de Cristo para programar en carteleras católicas en Semana Santa. Aunque se estrenó hace un mes en Estados Unidos, estamos seguros de que su director nos dará la razón. Kevin Reynolds, a quien ya conocíamos de producciones como Robin Hood, príncipe de los ladrones y Waterworld, retoma la figura del Buen Pagano que hemos conocido en obras como Demetrio y los gladiadores y, especialmente, La túnica sagrada, repuesta incontables veces en nuestra parrilla televisiva durante estas fechas.

Fotograma de Resucitado, la nueva película de Kevin Reynolds.

Y mal timing: porque una parodia de la misma La túnica sagrada, entre otros péplums exploitation del misterio cristiano, es lo que nos encontramos hace nada en Ave César, una película que hablaba sobre un grandilocuente cine de cartón-piedra que difícilmente los espectadores de hoy podrían soportar de la misma forma, todo culpa de la sensibilidad nihilista al estilo de Juego de Tronos que impone el audiovisual contemporáneo.

Es imposible no leer Resucitado como un anacronismo que no provoca mofa gracias a su impecable producción y su equilibrio en el tono

Es por eso imposible no leer Resucitado como un anacronismo, que si bien sea dicho, no provoca mofa gracias a su impecable producción y su equilibrio en el tono, al menos hasta que llegamos al momento de revelación religiosa. La flojera propia de ese cine que tan bien sabe entretener pero que tan pocos alicientes extras es capaz de ofrecernos.

Nada de gloria por aquí 

Por la gloria de Cristo: o por la ausencia de la misma. Como veremos hacia el final de la cinta, pese a que todos hablaban de un gran salvador, para cuando Yeshua hace lo suyo el hype ya no se sostiene del todo. O eso parece decir Clauvius cuando, pese a su conversión, no parece sentir el éxtasis propio de quien ha visto a Dios. Tampoco ayuda que Cristo suelte frases como “abre tu corazón” en mitad de una confesión nocturna o “siempre estaré con vosotros” mientras camina en dirección al sol. Un Jesús sólo apto para creyentes.

No ayuda que Cristo suelte frases como “abre tu corazón” en mitad de una confesión nocturna o “siempre estaré con vosotros” mientras camina en dirección al sol

Maniqueísmo sagrado: pese a esa indefinición moral de Clauvius, protagonista ficcional que no aparecía en el Nuevo Testamento, el resto de personajes sí tienen claras sus posiciones: todo judío será ladino, ni una mujer no cristiana que merezca nuestros respetos, una Virgen María prácticamente ausente y un Poncio Pilatos tan inequívocamente malvado como el descrito por el sacerdote en el sermón de la Iglesia. Eso sí, María Magdalena es una prostituta, único punto que hemos visto que haya cabido dentro del revisionismo bíblico.

El peso de la tradición

Cine del polvo: de la polvareda que se adhiere, de la sangre seca y el acero sucio. Desde El Gladiador hasta Alejandro pasando por Troya, Éxodo o El Reino de los cielos, es una variante muy particular la que inunda el cine de epopeya de nuevo cuño. Resucitado también forma parte de esta tradición, estética y que lo es también ética. En estas películas se rinde homenaje a las escrituras en las que se basan, bien por creencia de sus responsables o tal vez por el temor a ofender a los creyentes. Pero tampoco se permite que esas historias originales lastren el ritmo que el espectáculo de multisalas debe cumplir religiosamente.

Lástima que aquí, aun apuntando a cosas interesantes, se haya optado finalmente por el barracón de Almería y la lección de catequesis. No podemos sino preguntarnos qué maravillas habrían hecho con este material policíaco tipos menos respetuosos con las tradiciones y más dados a las licencias creativas de calado. El Resucitado de Ben Wheatley o de las Wachowskis, eso es lo que realmente nos hubiera impactado ver.

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