Jia Zhangke, el maestro que convierte la historia china en un cuento
Un filme sobre el paso del tiempo, la importancia de las decisiones y de los vínculos entre padres e hijos.
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Más allá de las montañas es prodigiosa contando una historia, contando la historia y contando la historia a partir de una historia que se rompe en varias historias. En una película que se aleja con coherencia y suavidad de algunas constantes de su obra, el cineasta chino Jia Zhangke, responsable de filmes como Naturaleza muerta (2006) y Un toque de violencia (2013), vuelve a demostrar su maestría como narrador, sobre todo como narrador que sabe contar en imágenes.
En Más allá de las montañas, atípico melodrama río, hay frases bellísimas, de una concreción y un poso fuera de lo normal, pero su caligrafía es más visual que verbal. No es tan importante el texto como el contenido de sus imágenes, la forma en la que están dispuestas y la extraña añoranza de las que el cineasta ha decidido no mostrar.
El autor crea un dispositivo atípico, alejado por completo de las esclavitudes del relato convencional y apoyado en lo evocador de sus imágenes y en la relación que se establece entre ellas. Y encuentra los muchos temas y las muchas emociones del filme en los desvíos inesperados de la historia, sus bruscos saltos temporales, las elipsis y lagunas y el olvido voluntario en el trayecto de personajes y tramas. Esa estructura aparentemente caprichosa, supeditada al diálogo entre imágenes, es el motor de una película que habla sin prisas del paso del tiempo, de la importancia o no importancia de las decisiones, del recuerdo, del sacrificio a favor del otro y, sobre todo, de los vínculos entre padres e hijos. Al no ser esclavo de nada, el filme aborda todo eso sin caer en lugares comunes. Y, al evitar recursos melodramáticos evidentes, alcanza una emoción más profunda que epidérmica.
El otro punto fuerte de Más allá de las montañas, dividida en tres partes ambientadas respectivamente en 1999, 2014 y un hipotético 2025, es la habilidad del autor para explicar la historia de su país desde la intimidad de sus personajes. Son una joven deseada por dos hombres, una mujer (el mismo personaje años después) que debe despedirse a la vez de su padre y de su hijo, y el chico en cuestión, convertido en un estudiante insatisfecho con su vida. Lo más frecuente en las películas que funcionan a la vez como historias de personajes y crónicas de un tiempo y de un lugar es convertir a sus protagonistas en testigos o consecuencias de la realidad sociopolítica que retratan. Es lo que sucede, sin ir más lejos, en la citada y también extraordinaria Un toque de violencia.
Lo que hace Jia Zhangke en esta película no es exactamente eso. Más que en observadores directos o productos de un entorno concreto, convierte a los personajes de Más allá de las montañas en síntesis de las dos épocas que recuerda y del futuro que imagina. El dolor de los personajes, todos ahogados por la ausencia, la verdad que hay en sus gestos y la vulnerabilidad de los lazos que les unen (y a la vez separan) se convierten en la representación más viva y emocionante posible del pasado, el presente y el mañana de un país.