Los Emmy: un transexual en la Casa Blanca
¿Alguien hubiese invertido un duro hace años por 'Transparent'?
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Este año en los Emmy hemos asistido a un gran choque de fuerzas. Y no me refiero a Jimmy Kimmel y Matt Damon, que nos han vuelto a deleitar con el impostado odio que arrastran desde hace tiempo. Esta vez el bueno de Matt se cebó con Kimmel, quien acababa de perder en el apartado de mejor programa de variedades. Sin embargo, lo suyo no fue más un chascarrillo entre dos amigos.
No. Este año ha habido un enfrentamiento mucho más poderoso y obvio, uno que ha dividido a las series en dos grandes categorías: aquellas que hablaban del pasado y aquellas que lo hacían del futuro.
En la primera categoría encontramos a la gran vencedora de la ceremonia, Juego de tronos, o a la polémica O.J. Simpson: American crime Story, sin olvidar el cameo de los entrañables niños de Stranger Things, que aunque no llegaron a tiempo para competir en esta edición, ya están haciendo pinitos para ganar el año que viene, sea sobornando con sándwiches al público o amenizando el descanso marcándose un temazo de Bruno Mars que, como no podía ser de otra manera, desprende un halo retro. Sinceramente, aunque Stranger things no sea más que un hype desmedido, pagaría lo que fuese por ver a ese niño tan fantástico llamado Gaten Matarazzo recogiendo un premio. Pero pagaría aun más por disfrutar de una Winona Ryder sobreactuada recogiendo un premio en su especialidad: el drama.
Sea como sea, y pese a que se tratan de series muy dispares, todas ellas sacan tajada del pasado. Mientras que Juego de Tronos consigue réditos reinterpretando periodos convulsos de nuestra historia, como La guerra de las dos Rosas, el reinado de Guillermo I el conquistador e incluso el culebrón de Paquirri y Carmina Ordoñez, O.J. Simpson y Strangers Things se aprovechan de la nostalgia, un elemento de marketing tan poderoso que igual te vende una bicicleta BH California que un crimen pasional.
Que gane Trump
Incluso dentro de esta categoría que acaparó gran parte de las estatuillas podríamos meter a Donald Trump, ente regurgitado de los ochenta y que si bien no competía con ninguna serie, fue protagonista de más de un chiste durante la ceremonia. Kimmel se encargó de recordarlo aludiendo a Mark Burnett, asistente entre el público y productor de The Apprentice, el reality show que hizo famoso a Donald en todo Estados Unidos.
A Kimmel se le olvidó proponer que, ahora que están tan de moda los reboots, Trump podría protagonizar una nueva versión de Walker Texas Ranger, o tal vez una serie con cuyo protagonista comparte nombre y coeficiente: las aventuras del pato Donald. Ironías de la vida, fue la actriz Kate McKinnon, famosa por su imitación de Hillary Clinton, quien sí se llevó una estatuilla como mejor actriz de reparto de comedia.
Trump podría protagonizar una nueva versión de Walker Texas Ranger, o tal vez una serie con cuyo protagonista comparte nombre y coeficiente: las aventuras del pato Donald
Y llegamos a la segunda gran categoría de la noche. Frente a esa reivindicación de un pasado histórico, nostálgico y en muchos casos prefabricado, se premió una corriente de series que nos habla de un futuro ficticio y no tan ficticio.
La más destacable de todas ellas es Mr. Robot que, para quien no lo sepa, no va de una Thermomix sino de un hacker, ese que te secuestra la cuenta bancaria si te metes en páginas de dudosa procedencia. Que no lo sé por mí, sino por un amigo que no volverá a hacerlo.
El futuro es social
Mr. Robot se llevó el premio al mejor actor de drama, y nos plantea un futuro desalentador. Aquí lo que vende no es la nostalgia reconfortante, sino el pesimismo autocomplaciente, tan de moda en una época donde hemos asumido que no podemos cambiar nada. De cerca le sigue Orphan black, que se llevó la estatuilla a la mejor actriz protagonista de drama y que muestra una visión aún más oscura de la tecnología y sus peligros.
Pero esta corriente de series no tan solo aborda el futuro desde el aspecto tecnológico, sino que también habla, en un ejercicio de metalenguaje, sobre el futuro social que estamos creando. Porque a ver, ¿alguien hubiese invertido un duro hace años por Transparent, una serie cuyo protagonista es un transexual de mediana edad que se viste con la ropa de tu tía de Cuenca? ¿Y qué decir de la cada vez más abundante presencia de roles femeninos poderosos, ya sea en comedias como Veep, que obtuvo el galardón a la mejor serie de comedia y actriz protagonista? Roles que, por cierto, ya no nos sorprenden.
¿Alguien hubiese invertido un duro hace años por Transparent, una serie cuyo protagonista es un transexual de mediana edad que se viste con la ropa de tu tía de Cuenca?
Quién sabe si dentro de unos años Mr. Robot será considerada una serie que apela a un pasado nostálgico, algo retro con lo que vender objetos de coleccionista. De ser así, ¿a qué futuro se enfrentará? ¿De qué hablarán esas series que intenten adelantarse a su tiempo? ¿Será esta vez una transexual quien presente la gala? ¿Llegará a ser presidente de la casa Blanca?
Y lo más importante… ¿Seguirán Matt Damon y Jimmy Kimmel cabreados?