El director Nacho Vigalondo durante la presentación de su película Colossal.

El director Nacho Vigalondo durante la presentación de su película Colossal. Efe

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Vigalondo: “Mi película no está lejos del cine de Garci”

El director estrena 'Colossal', donde ha convertido a Anne Hathaway en Godzilla y juega a destruir el mundo con su nuevo juguete.

Javier Zurro
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La nueva hornada de directores españoles tiene una obsesión con los monstruos. Seres gigantes capaces de destruir un edificio con un sólo pisotón que en sus manos se convierten en la excusa perfecta para hablar de otra cosa. Lo ha hecho Bayona, que a través del libro de Patrick Ness, Un monstruo viene a verme, crea una historia sobra la valentía para afrontar la pérdida de un ser querido, y lo ha hecho Nacho Vigalondo, que en su tercer filme, Colossal, crea a su particular Godzilla para hablar de la crisis de los 30 y del empoderamiento de la mujer. Dos obras arriesgadas que demuestran que el talento español desafía todo tipo de convenciones, algo que Vigalondo lleva haciendo desde sus cortometrajes.

El director, nacido en Cabezón de la Sal (Cantabria), ha realizado su sueño de hacer un kaiju (películas japonesas sobre un monstruo atacando una ciudad) y ha convencido a Anne Hathaway para acompañarle en esta locura. Ella fue la que movió el proyecto hasta convertirse en una realidad a pesar de su premisa: una mujer que descubre una extraña conexión con el monstruo que aterroriza Seúl. Vigalondo mezcla las películas de bichos enormes con la anticomedia romántica sin ruborizarse y declarando su amor por decenas de géneros cinematográficos. “Quería hacer un kaiju porque es un género al que amo y sobre el que quería decir algo, pero me gustaría antes de morir tocar todos los géneros que me gustan”, cuenta a EL ESPAÑOL en el Festival de San Sebastián, donde Colossal se presenta en la Sección Oficial fuera de concurso.

Vigalondo mezcla las películas de bichos enormes con la anticomedia romántica sin ruborizarse y declarando su amor por decenas de géneros cinematográficos

Con su camiseta de Pink Flamingos y con unas gafas de sol puestas, a pesar de estar dentro de una sala del Hotel María Cristina, el director español cuenta cuál fue el punto de partida de una de las historias más originales que ha visto nuestro cine. “Lo tuve hace bastantes años, y es el artilugio narrativo, esa idea tonta de tropezarte y caer al suelo e imaginar que un monstruo gigantesco tropiece, caiga al suelo y destruya un montón de edificios. Creo que todas mis películas, excepto Open Windows que era una propuesta, parten de una idea tonta, curiosa, pero tonta y casi infantil. Eso me atrae por las posibilidades que tiene. Pero esta idea no se convirtió en un guion hasta que no encontré al personaje protagonista y al antagonista. Una vez imaginé la relación entre ellos la película ya tenía sentido”, cuenta mientas encadena una café tras otro.

La historia de esta chica que vuelve a su pueblo natal destrozada por una vida desordenada tiene mucho del propio Vigalondo, que no tiene problema en reconocer que en todas sus películas espera que haya algo de sus propias experiencias. “Este filme no está tan lejos del territorio de Garci. La vuelta al pueblo es un tropo que tiene un precedente literario muy amplio y quería hablar de algo que está en mí, que es esa relación entre el pueblo y la ciudad y el regreso al pueblo en términos no deseados”, añade.

Una broma llamada Anne Hathaway

Colossal y su delirante propuesta no hubieran sido posibles sin Anne Hathawat. La intérprete vivió una crisis de identidad profesional después de su Oscar y buscaba propuestas diferentes que la retasen como actriz. Su representante le envió el guion de Nacho Vigalondo y el resto es historia.

La actriz Anne Hathaway en un fotograma de Colossal.

La actriz Anne Hathaway en un fotograma de Colossal.

“Una vez que ella se mete en la película ya no era una película loca de un director loco, sino que era una película de Anne Hathaway, inusual para ella, pero una película de Anne Hathaway. Ella fue el motor que hizo que la película existiese. Bajó su caché para adaptarse a esta producción y fue muy partícipe en todos los aspectos de la película. No me gusta tener a los actores en un segundo plano y desinformados, la tuve a mi lado y es algo de lo que me beneficio, porque creo que me convierte en mejor director”, cuenta un Vigalondo rendido a la actriz de Los miserables.

Contar con dos actores como Hathaway y Jason Sudeikis, asociados normalmente a la comedia romántica, dio pie para que el director español jugara con los tópicos del género y destrozarlos de un puñetazo. “En cuanto supe que ellos querían hacer la película dije: sí, por favor. No sólo por lo que me gustan en pantalla, sino por todo lo que su nombre significa de cara a la película, que juega a ser algo que finalmente no es, y su presencia ayuda a ese juego”, explica.

Los actores principales de la película están asociados a la comedia romántica, lo que le sirve al director español para jugar con los tópicos del género y destrozarlos

Confiesa que al principio se sintió como en una broma de Inocente, Inocente, pero ahora se aprovecha de tener el tirón comercial de una actriz como ella, aunque, de momento, su fama no ha servido para cerrar un acuerdo de distribución en España (sí en EEUU). “Nuestro país es un mercado muy delicado. En todo el mundo la respuesta a las películas se ha polarizado y cada vez menos películas consiguen más dinero mientras que una película independiente lo tiene cada vez más difícil. Eso es global, pero aquí es mucho más intenso, la respuesta aquí suele ser muy extrema”, cuenta mientras subraya que no se siente que haya huido de España y que su corazón sigue en Madrid aunque ruede por todo el mundo.

Esa internacionalización de su cine le ha permitido tener para Colossal un presupuesto de casi cinco millones de euros, algo que es una burrada en España y una minucia para EEUU. Una holgura que disfruta aunque le encante la presión. “Me gustan las limitaciones, como herramienta creativa es de las mejores, pero sí que todo director le gustaría tener la libertad de trabajar en la película más allá de los límites del rodaje”, cuenta a este periódico.

Nacho Vigalondo empieza a ser uno de tantos ejemplos de cineastas que son mejor entendidos fuera de nuestras fronteras. Su ópera prima, Los cronocrímenes, siempre se incluye en las listas de las mejores películas de género de los últimos años, mientras que aquí paso inadvertida. “Es increíble. Es una dualidad del asunto que he aprendido a disfrutar, el hecho de que consigo cosas que no pensaba conseguir y cosas más cercanas a mí se me resisten”, dice con un punto de resignación. Él lo seguirá intentando, ya tiene un guion a punto de terminar y un proyecto en EEUU para televisión del que prefiere no avanzar nada. Mientras tanto seguirá destruyendo el mundo con su nuevo juguete.