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Tiburón no existe. Steven Spielberg no dirigió ninguna película titulada así. Que a nadie se le ocurra decirle a un amigo inglés que le encanta la película "shark" (tiburón en inglés) porque será el hazmerreír. En España, los títulos de las películas siguen su propia ley y son numerosos los casos en los que el nombre puesto a un filme no se parece en nada al original. La lista de decepciones es interminable.

John McClane nunca protagonizó La jungla de cristal ni ninguna de sus secuelas. El espectacular rascacielos que protagonizaba el filme original inspiró a los responsables en nuestro país, que decidieron ponerse juguetones y llamarlo así. El problema vino cuando la obra se convirtió en todo un éxito y llegaron las secuelas. Ninguna de ellas se desarrolla en aquel rascacielos, pero inevitablemente se han llamado La jungla de cristal 2, La jungla de cristal 3 etc…

Hasta ahora se ha creído que el principal y único motivo para cambiar los títulos era el aspecto comercial. Resaca no parece un nombre muy atractivo para una comedia, pero Resacón en Las Vegas ya es otra cosa. Un ninja en Beberly Hills suena a topicazo, pero La salchicha peleona es tan ridículo que llama la atención. Adaptaciones libres que siempre han llamado la atención de los cinéfilos más puristas. En la lista de traducciones más locas una se lleva la palma, la película infantil Ice princess, que aquí llegó con un delirante Soñando, soñando, triunfé patinando.

El cerebro es el culpable

El departamento encargado de estas versiones busca la rentabilidad del filme, pero, ¿y si existieran otros factores para estos cambios? ¿Y si nuestro cerebro tuviera un papel fundamental en ello? Esto es lo que propone Isabel Negro Alousque en su estudio El rol de las operaciones cognitivas en la traducción de títulos de películas, publicado en la revista Procedia y que analiza qué factores influyen en estos surrealistas títulos españoles, que el informe separa entre aquellos que no se traducen (Boyhood, Mud…), los que lo hacen de forma literal (Noche en el museo, Guardianes de la Galaxia…) y los que se rebautizan cómo a la distribuidora les da la gana.

“Esta publicación busca mostrar el papel de las operaciones cognitivas en la traducción de títulos, para ellos hemos acumulado un corpus teórico de más de 100 películas con sus correspondientes traducciones. El análisis sugiere que, aunque el título original se suele dejar en otros idiomas o traducir de forma literal, a veces se traduce en términos de operaciones cognitivas tales como la expansión, la reducción, el refuerzo o la parametrización”, explica. Esas operaciones cognitivas a las que tanto se refiere no son más que mecanismos por los que nuestro cerebro nos permite entender e interpretar ciertos términos lingüísticos o frases.

Por ejemplo, la operación cognitiva de refuerzo, tiende a utilizar palabras que fortalecen el significado de la original. Es el caso del clásico 12 angry men, su traducción literaria serían 12 hombres enfadados, pero aquí se puso un 12 hombres sin piedad que ayudaba a subrayar la actitud que tenían los protagonistas. Inglorious Bastards fue Malditos Bastardos, cuando tendría que haber sido Bastardos sin gloria y así en cientos de películas. Este refuerzo no sólo se lleva a cabo sustituyendo un adjetivo por otro, sino también añadiendo adverbios y sufijos como ese Resacón que se mencionaba antes.

No tan original

En literatura existe una figura llamada la sinécdoque, que sustituye la parte por el todo. Este recurso tan utilizado tiene su origen en la operación cognitiva de la expansión. Por ello nosotros llamamos Tiburón lo que tenía que haber sido Mandíbulas (Jaws) y al thriller de Nicolas Cage 8mm decidimos añadirle un Asesinato en 8mm. Por supuesto existe la operación contraria, y así obras como Teen Wolf (que sería Lobo adolescente) se tradujo como De pelo en pecho.

Otra de las operaciones cognitivas más usadas es la parametrización, por la que especificamos cosas y datos que no estaban en el título original. En su original El diario de Noa nunca decía de quién era (The Notebook), y Dos policías rebeldes eran simplemente Dos tipos malos, pero aquí se optó por aclarar su profesión para que el espectador supiera qué género tenía delante. En algunos casos la parametrización llega a casos extremos.

Ocurrió con el título de Vin Diesel que originalmente se llamaba The pacifier (El pacificador). Al ser un actor ligado al cine de acción, este nombre daba lugar a error, ya que se trataba de una comedia para todos los públicos. Por ello en su título español se dejó muy claro el género y el tipo de espectador que buscaba definiendo al protagonista: Un canguro superduro.

Por tanto, detrás del interés en hacer dinero siempre se encuentra nuestro cerebro y su extraña forma de comportarse, sólo así se puede comprender que alguien decidiera fastidiar el final del filme traduciendo Rosemary’s baby (El bebé de Rosemary) como La semilla del diablo.

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