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¿Los artistas nacen o se hacen? Puede que el resultado final al eterno debate sean las tablas. Es evidente que hay algo en el interior de las personas, una sensibilidad diferente, que les hace contar el mundo y su propia visión del mismo. Pero no es menos cierto que si uno no se ejercita, se entrena, aprende y se equivoca mil veces, no llegará a nada. Ocurre con la literatura, con la pintura, pero especialmente con el cine, que cuenta con un componente tecnológico que es imprescindible dominar.

Ahí surge otra duda esencial, cómo se forma a un cineasta. Habrá quien piense que es necesaria una base teórica inmensa, que sepan de teoría audiovisual, de análisis, mientras que otros apostarán por dar a un chaval una cámara y dejarle que grabe para ver qué es capaz de hacer. Luego ya se le moldeará, pero tendrá que tropezarse cien veces para levantarse con una buena creación. Esa es la filosofía de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña, la mayor cantera de talento del cine español de los últimos años.

Mar Coll, graduada en ESCAC y ahora directora y profesora. ESCAC

De esta institución privada con sede en Tarrasa, salió Bayona -al que desde los primeros cursos vieron dotes de genio-, Javier Ruiz Caldera, Kike Maíllo, Mar Coll o Roser Aguilar, pero también muchos de los mejores técnicos que hay en nuestra industria. Oriol Tarragó, nominado este año por Un monstruo viene a verme es el mejor profesional de sonido actualmente. Desde 2008 ha logrado seis nominaciones a los premios Goya, de los que ha ganado dos y se espera que este año caiga el tercero. Toda la comandita del director de Lo imposible, y que ahora saltan a Hollywood, salieron de la ESCAC. Oscar Faura, Bernat Vilaplana… fueron compañeros en esta Universidad del cine que todas las publicaciones internacionales incluyen entre las mejores del mundo.

En esta edición de los Goya tienen a nueva graduados nominados. Casi todo el equipo técnico de 'Un monstruo viene a verme' salió de sus aulas

La prueba está en los Premios Goya. Esta edición cuenta con 9 nominaciones, más allá de las del Monstruo también han logrado la de Arnau Vals por la fotografía de Tarde para la ira; la de Mejor cortometraje para Graffiti, cuyo equipo íntegro se formo entre sus paredes; y En la azotea, corto producido por la propia ESCAC. Además Nely Reguera, directora de María (y los demás), se graduó en la especialidad de dirección demostrando que las mujeres de la escuela son de las pocas que rompen ese techo de cristal que existe en el cine español para las directoras.

Empoderar a los niños

Pasear por las instalaciones de la ESCAC se parece a hacerlo por un gran estudio de cine. Entre plató y plató (de los cuatro que tienen) los alumnos diseñan sus decorados, los construyen, planean el vestuario, ensayan la fotografía y se juntan con los compañeros de otras especialidades para realizar sus prácticas. Todo bajo la supervisión de profesionales del sector, muchos educados en sus aulas, como Mar Coll, y otros en pleno auge como Dani de la Orden. Lo que prima son las prácticas, y cuanto menos clase teórica mejor, como explica su director, Sergi Casamitjana, a EL ESPAÑOL.

En la ESCAC hasta construyen los decorados que usarán en las prácticas. ESCAC

Él prefiere referirse a la ESCAC como "una escuela de oficios" en vez de una Universidad. “El cine no se enseña, se aprende haciéndolo”, es una de sus máximas y algo que se respira en esos pasillos. A los chavales los dos primeros años no se les separa por especialidades, primero tienen que aprender a pensar como cineastas y a enfrentarse a la realidad de su trabajo. Además, ¿quién en su sano juicio elegiría Producción pudiendo hacer Dirección?.

En tercero se vive ese momento dramático en el que los compañeros se separan por gremios. Fotografía, Montaje, Dirección… no todos pueden acceder a su favorito, pero intentan guiarles por el sitio donde ven que tienen más posibilidades. De hecho en las categorías, a priori, menos atractivas (como sonido) es donde la ESCAC tiene un mayor grado de integración en el mercado laboral.

Definen la ESCAC como una escuela de oficios y siguen dos máximas: el cine no se enseña, se aprende; y lo importante es el empoderamiento de los chavales

Su método es la negación de cualquier teoría del audiovisual y de las prácticas que normalmente se siguen en las universidades. Aquí se quiere conseguir “el empoderamiento de los niños”. Que cuando salgan sean capaces de hacer todo ellos mismos, ser independientes en un sector demasiado competitivo. “No pienses un concepto, hazlo”, cuenta Casamitjana como otra de sus máximas hacia sus alumnos.

Una cámara a cuerda

Cuando los alumnos llegan el primer año se les entrega una película de 30 metros de 16 milímetros, una cámara -de procedencia rusa- a la que hay que dar cuerda para grabar un máximo de tres minutos y “un foco para que no se quejen de que no hay luz”. Y a rodar. En una época en la que lo digital se ha apropiado de todo y en la que no existen laboratorios de revelado de película en España, sorprende este procedimiento.

Una vuelta a los orígenes, porque hay que aprender de dónde viene todo, justifican los profesores. Tienen que cargar la cámara, darle cuerda, grabar con el ruido del motor de fondo y mandarlo a revelar -a Rumanía, porque aquí es imposible-. “Es la forma de que aprendan a pensar cómo se hacen las cosas. Al principio les sale todo mal”, cuentan desde la ESCAC.

Un equipo realiza una práctica en la ESCAC. ESCAC

En ningún caso se abandona ese gusto por lo analógico, se va evolucionando y conociendo el cine y su técnica desde lo más rudimentario hasta llegar a rodar con efectos especiales y una correcta posproducción. Estos inicios en los que se tira película a la basura “no tienen ninguna lógica empresarial, pero a nivel pedagógico mucha”, justifica Sergi Casamitjana. Cuando les toca echar la vista atrás todos los alumnos echan de menos esos momentos con la cámara rusa de 16 mm. “Queremos que jueguen y que aprendan las cosas haciéndolas”, añade el director del centro.

Producir su talento

Una de los factores que diferencian a la ESCAC de otras escuelas de cine es que cuenta con su propia productora. Antes se llamaba Escándalo Films y con ella produjeron el debut de Kike Maíllo, Eva, y las dos películas de Mar Coll, Tres días con la familia y Todos queremos lo mejor para ella. Hace unos años pasó a llamarse ESCAC Films y con ella ya trabajan en nuevos cortometrajes, documentales y largos.

El primer año les damos una película de 30 metros de 16 mm y una cámara a cuerda. Al principio les sale todo mal. Es la forma de que aprendan a pensar cómo se hacen las cosas

La apuesta es ambiciosa, y gracias al proyecto 'Un máster, seis películas' se producirán seis películas de los 36 alumnos de sus estudios de postgrado, además de seguir estudiando proyectos de otros realizadores vinculados con la escuela. La propia ESCAC actúa de puente entre la formación y la integración a la industria audiovisual con estos proyectos que ponen en el foco no sólo a los realizadores, sino también a su equipo técnico.

No sólo pijos

Una de las críticas que se hace a la ESCAC es que es sólo accesible para gente con dinero. Lo que un antiguo director de la institución (Josep Maixenchs) advirtió, que se corría el riesgo de que fuera una “escuela de pijos”. Cada curso vale al menos 9.000 euros. Durante cuatro años, y a poco que el alumno haga un máster, no hay que usar la calculadora para ver que sale por un dineral.

Llegamos a un espectro de gente muy cerrado, porque es una escuela cara, por eso hay que potenciar las becas para llegar a más personas y no limitarnos a los hijos de gente con posibilidades

En la ESCAC son conscientes de ellos y trabajan en ampliar su sistema de becas, que actualmente alcanza al 11% de los alumnos y que esperan que aumente para que el año que viene llegue al 15% y así hasta su soñado 25% que todavía queda muy lejos. Sergi Casamitjana no quiere que la ESCAC sea una escuela de “hijos de”, y por eso trabajan para presentar un nuevo poyecto de la mano de empresas privadas que haga que el talento venga de cualquier sitio.

“Ahora estamos llegando a un espectro de gente muy cerrado, porque es una escuela cara, por eso hay que potenciar las becas. Nosotros no queremos subvenciones, sino un sistema de becas que nos haga tener un espectro social más amplio y no limitarnos a los hijos de gente con posibilidades”, cuenta a este medio. Quién sabe, lo mismo el próximo Bayona es el hijo de un panadero que necesita de esa beca para ser descubierto.

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