Raúl Arévalo se impone a Bayona: el cine español está vivo
Las dos vencedoras muestran los dos polos de la industria. Una costó 1,2 millones de euros, la otra más de 20. Películas diversas y que confirman la necesidad del "cine de clase media".
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En esta edición de los Premios Goya ha habido dos ganadoras claras: Tarde para la ira, de Raúl Arévalo, y Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona. La primera se hizo con el premio gordo: el de Mejor película, además del de Mejor guion, dirección novel y actor secundario (para Manolo Solo). La segunda fue la más mencionada durante la noche. Hasta en nueve ocasiones subió el equipo del filme a recoger cabezones, el más importante de ellos el que reconocía a Juan Antonio Bayona como el mejor director español del año.
Dos películas en dos extremos opuestos de la balanza. El debut de Arévalo es un filme levantado a pulso, con una productora -Beatriz Bodegas- que ha tenido que hipotecar su casa para rodar una película en la que creía. La tercera de Bayona es el triunfo del cine industrial, la demostración de la importancia de que las televisiones produzcan cine y, sobre todo, lo promocionen. El tandem Bayona y Telecinco han conseguido en los últimos tiempos que no sera raro que una película nuestra sea la más vista del año.
Los más de 20 millones que cuesta Un monstruo viene a verme ya han sido recaudados en la taquilla. Los 1,2 que cuesta Tarde para la ira no. Dos tipos de producciones que demuestran una cosa: el cine español está muy vivo -aunque muchos políticos se empeñen en enterrarlo-. Se produce cine de todo tipo, pequeño, mediano y grande, ahora sólo tienen que darse cuenta las autoridades para apoyarlo y para no ahogarlo. También para legislar en favor de esta pluralidad de obras, géneros y realizadores. El cine español no puede estar lleno de Bayonas, pero tampoco de películas que supongan la ruina de sus responsables si no funcionan con el espectador. Todos son necesarios y ayer la Academia de Cine lo recordó con los galardones más repartidos en mucho tiempo. Las cinco películas nominadas se llevaron algún Goya. Nadie se fue de vacío.
La reforma de la Ley del Cine que entró en vigor este año prioriza a las producciones con una cadena privada a la hora de dar las ayudas, algo que puso en jaque al sector, ya que en años en los que la dotación económica sea escasa -como este 2016 en el que sólo se dieron 30 millones de euros- serán pocas películas y muy industriales las únicas que la consigan. Esto está provocando que lo que la industria llama el “cine mediano” esté desapareciendo. Esos títulos que costaban en torno a tres millones de euros producir y que ahora suponen un desembolso y un riesgo excesivos. Con esta nueva ley y el dinero que se ha dado este año, Tarde para la ira no hubiera entrado entre las agraciadas.
También habla mucho de la polarización que sufre el cine español actualmente. Los títulos pequeños son los que más lo están sufriendo. Cada vez es más difícil hacer cine de clase media
Para Bayona, la victoria de dos películas tan diferentes y tan separadas en cuanto a su coste de producción habla bien de la salud del cine, pero “también habla mucho de la polarización que sufre el cine español actualmente”. “El presupuesto medio de una película española es actualmente 1,2 millones, osea que Tarde para la ira ahora sería una película mediana, las pequeñas son las que están sufriendo esta polarización aún más, y esto existe no sólo en el cine español, también en todo el mundo. Cada vez es más difícil hacer cine de clase media. Aquí Un monstruo viene a verme es una superproducción, pero fuera es clase media”, contaba el director con su Goya todavía en la mano al ser preguntado por este periódico al respecto.
Para Bea Bodegas, la productora de Tarde para la ira, la victoria de su filme tiene algo de justicia poética y es una reivindicación de ese cine medio que está desapareciendo. “En cierta manera sí, es la victoria de ese tipo de cine, un cine que tenemos que luchar para que no se pierda”, decía pletórica con el cabezón en sus manos y celebrando su cumpleaños de la mejor forma posible.
A su lado Raúl Arévalo no entraba en estas polémicas, pero sí se manifestaba tan nervioso que hasta había vuelto a fumar. Le debe todo a productoras arriesgadas como Bodegas, que se lanzaron sin red para producir un guion que habían rechazado las cadenas privadas: “quiero mucho a toda esa gente que no creyeron en la película”, decía Arévalo ayer con mucha ironía y con un nuevo miedo, que Tarde para la ira pase de “un debut prometedor a una película sobrevalorada”.
“Claro que lo pienso todavía, ahora la gente que vaya a verla después de todos los premios le va a decepcionar, porque a mí también me pasa cuando veo películas que me han hablado muy bien de ellas”, zanja mientras anuncia que ya trabaja en la idea de su segunda película. Seguro que con esta ya no tienen que hipotecarse para levantarla, lo mismo hasta una cadena privada se lanza a producirla, cosas de la fama y de los Goya.