Todo hacía indicar que 2017 sería el año de Verano 1993. Es la favorita de todos desde que se presentó arrasando con todos los premios en Berlín y Málaga, y parecía que haría lo mismo en todos los galardones que entregara la industria hasta los próximos premios Goya. Sin embargo, los primeros reconocimientios de la temporada han dado un giro de 180 grados a la carrera y han dejado al filme de Carla Simón con la miel en los labios.
Los premios José María Forqué, que entregan los productores a través de EGEDA, han sorprendido -y además por partida doble- al escoger como Mejor película española del año a El autor y La librería de forma ex aqueo. Las obras de Manuel Martín Cuenca e Isabel Coixet se apuntan el primer trofeo del año y animan la carrera, que ahora tendrá que esperar a ver cómo respiran los Feroz el próximo día 22. El filme de Coixet, rodado en inglés y con dos estrellas como Emily Mortimer y Bill Nighy, ha sido también una sorpresa en taquilla, y se ha convertido en una de sus películas mejor recibidas.
El autor, que ya ganó el premio FIPRESCI en Toronto, se ha llevado además la mención al Mejor actor para un imparable Javier Gutiérrez que tiene casi asegurado su segundo Goya tras el logrado por La isla mínima. La mejor actriz ha sido Nathalie Poza por No sé decir adiós, una de las interpretaciones más contundentes del año en un filme que pasó desapercibido en taquilla y que merecía reconocimiento en esta temporada de premios.
En los otros premios Lo que de verdad importa se hizo con la mención a la película que mejor ha defendido los valores humanos, Una mujer fantástica el de Mejor película iberoamericana; Madre, de Rodrigo Sorogoyen, el de Mejor cortometraje -Un trabajo que próximamente cobrará forma de largo- y Muchos hijos, un mono y un castillo, ganó el de Mejor documental. Gustavo Salmerón subió al escenario a toda su familia, y Julita, su madre y uno de los grandes personajes del cine de 2017, dio el mejor discurso de la noche demostrando que es un auténtico animal escénico. “Nunca pensé que una señora obesa como yo, tendría este momento, pero ahora me doy cuenta de que no importa lo físico, sino el alma, y eso lo tengo grande”, dijo la matriarca.
Nunca pensé que una señora obesa como yo, tendría este momento, pero ahora me doy cuenta de que no importa lo físico, sino el alma, y eso lo tengo grande
Los premios José María Forqué -que desde el año 2000 han coincidido en once ocasiones con la ganadora de los Goya- han seguido este año la tradición empezada el año pasado, y han salido de gira para celebrar su 23 edición. Si en 2017 fue Sevilla, esta vez ha sido Zaragoza la ciudad elegida, lo que ha hecho aún más consecuente el premio honorífico a Carlos Saura, uno de nuestros mejores realizadores, que inmortalizó el momento con su inseparable cámara de fotos y tiró de retranca para decir que: “ya me ha tocado”."He podido hacer las películas que quería hacer, yo quiero mucho a los productores, porque he tenido a grandes productores", ha dicho y ha zanjado esperando que el año próximo le den "otra medalla".
La gala, que fue presentada por Elena Sánchez, Edu Soto y Boris Izaguirre -afónico que destacó el ambiente festivo desde el minuto uno-, fue una ceremonia sin gracia que tuvo más ruido mediático que en otras ocasiones, pero no fue por el cine, sino por el fenómeno de la temporada: el regreso de Operación Triunfo. Los concursantes expulsados actuaron en la ceremonia y pasearon por la alfombra roja como estrellas. Desde el viernes por la noche la ciudad se volcó con los nuevos triunfitos, que eclipsaron a los nominados.
Los primeros premios de la temporada en España pasaron de la reivindicación, y si en los Globos de Oro las mujeres usaron la ceremonia como altavoz para criticar el machismo de la industria y promover iniciativas como Time’s up, aquí se obvio cualquier contenido activista en unos discursos bastante blandos.