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Los apellidos pesan mucho. Demasiado. La sombra del padre siempre amenaza, y si uno encima decide dedicarse a la misma profesión, las comparaciones serán inevitables. Si a esta ecuación sumamos que tu padre sea Ricardo Darín, la decisión de ser actor parece más un suicidio, o un acto de rebeldía, que algo lógico. El argentino es uno de los mejores actores del mundo. Se lo decía Javier Bardem al mismísimo Robert de Niro, que Darín era uno de esos intérpretes que pueden hacer el papel que les dé la gana. Tanto, que ha desechado una y otra vez la posibilidad de ir a Hollywood.

Con semejante padre hay que entender que Chino Darín, su hijo y una de las estrellas más prometedoras del cine español, no quisiera ser actor. Primero manifestaba su deseo de ser superhéroe, pero con el uso de razón hasta probó la ingeniería hasta que las cosas cayeron por su peso. Ahora inaugura el Festival de Málaga con Las leyes de la termodinámica, la original vuelta de tuerca a la comedia romántica que ha dirigido Mateo Gil -guionista de las películas de Amenábar y director de Blackthorn y Proyecto Lázaro.

Tráiler de Las leyes de la termodinámica

“Se supone que quería ser actor de Batman, pero creo que realmente quería ser Batman y pensaba que ser actor era un medio para ser un superhéroe”, cuenta a EL ESPAÑOL desde Málaga horas antes de dar el pistoletazo de salida al festival. “Después de secundaría pase de ingeniería industrial a dirección de cine y a hacer un taller de teatro en paralelo, y una cosa fue empañando la otra, porque en los cortos me acababan eligiendo como actor porque era el único que estudiaba teatro. Pero es verdad que hay algo familiar ahí latente, de toda la vida… mis abuelos, mis padres, mi tía, mis primos… todos son actores, y evidentemente hay algo que tiene que ver con donde uno se cría, con ese material conocido que despierta curiosidad e intriga”, añade.

A pesar de ello descarta que su caída en el mundo de la interpretación responda al destino o a algún defecto genético de los Darín, simplemente a una elección que tardó más de lo debido. “No creo en eso de que tiene que ver con un camino marcado… no es que un día me levantara y dijera: quiero ser actor. Para mí fue un proceso difícil de identificar. Al principio no quería ser actor, renegaba de pensar que eso era lo predestinado, porque creo que tiene que ver con una decisión personal a la que me costó llegar porque reboté por muchos lados antes de llegar a ella”, explica.

Al principio no quería ser actor, renegaba de pensar que eso era lo predestinado, porque creo que tiene que ver con una decisión personal a la que me costó llegar

Chino Darín no considera la influencia de su padre -y que siempre le preguntemos por él- como un peso. “Es difícil pesar una sombra”, dice con sorna: “Es que nunca lo vi de esa manera… uno disfruta de las cosas que le van pasando sin compararte con nadie. Es que si te comparas con Marlon Brando todo te va a parecer poco… así que disfruto de las sorpresas en el camino, y de esta etapa que me está tocando vivir en un país que no es el mío y donde me siento muy bien recibido y convocado a proyectos muy interesantes y valiosos. Y yo no tengo esa autoestima férrea de saber lo que quieres contra viento y marea. Soy bastante más endeble y estas comprobaciones me vienen bien para seguir adelante”.

De momento no para. En Las leyes de la Termodinámica -uno de los guiones más raros e interesantes que ha leído- exprime al máximo su personaje de chulito redimido, ya rueda Mirage, lo nuevo de Oriol Paulo, y enamoró perdidamente a Penélope Cruz en La reina de España donde no había ni rastro de su acento argentino, aunque para él sí que había acento: el español. “Es que para mí no tengo acento ahora. Me cuesta muchísimo, me parece de lo más difícil que hay. Me costó mucho quitármelo para La reina de España, y eso que era un personaje bastante parco y su expresión verbal era muy acotada no se andaba con rollos, pero ahora me ha tocado para una que estoy rodando y… pffff, menos mal que he tenido mucho tiempo para rodarlo. Es que es dificilísimo”, asegura.

El equipo de Las leyes de la termodinámica en Málaga. EFE

Ricardo Darín siempre cuenta cómo no le atrae nada rodar en inglés ni ir a Hollywood, pero Chino no lo tiene tan claro, él “rodaría en cualquier idioma si el proyecto lo vale y me apetece...”. “En definitiva estoy rodando en español, que de hecho me parece más difícil imitar un acento que hablar en inglés, porque dudo que me llamaran para un papel con acento americano, sería para hacer de latino que habla inglés, y yo lo hablo desde los ocho años, y para hablar de forma sincera y hacer fluir con el personaje me parece más difícil usar tu idioma con otro acento que el inglés”, opina.

Su ascenso es tan meteórico que en un mes saltará del festival de Málaga al de Cannes, donde estará presente con El Ángel, la único producción latina que se ha colado en el certamen más prestigioso del mundo (en la sección Un certain regard). Producida por los hermanos Almodóvar y dirigida por Luis Ortega, será su salto al mercado internacional, una aventura que le tiene subiéndose “por las paredes y como loco”, sin terminar de asimilarlo. En la Sección Oficial estará el otro darín, su padre Ricardo que ha tirado de galones e inaugurará junto a Bardem y Penélope Cruz. Puede que dentro de unos años sea su hijo, el que quería ser Batman, el que abra Cannes.

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