David Trueba tiene casi 50 años, pero en vez de pensar en el cambio de década, se ha puesto a reflexionar sobre la crisis de los 40 en su nueva película, Casi 40, que ha cerrado la competición del Festival de Málaga. En ella recupera a los dos protagonistas de su ópera prima, La buena vida, y los lleva de viaje por España para analizar a una generación llena de frustraciones, que se chocó de bruces con sus expectativas y ahora le toca ajustarse a la realidad. Lo mismo que pasó con nuestro país, que este año cumple cuarenta años de democracia y muchos piensan que tampoco pasa por su mejor momento.
El realizador ha llegado al certamen con la etiqueta de veterano, y con la responsabilidad que da ser el director con más carrera de todos los que compiten. Pero él está tranquilo, ha aprendido a convivir con la crítica desde aquel primer guión en el que ya le bautizaron como ‘el Trueba malo’. En su película recupera algunas de sus manías personales, y realiza una defensa de cosas en desuso, como los mapas o el periódico en papel.
¿Es una película nostálgica?
Yo es que no soy nostálgico, porque eso significaría que el tiempo pasado fue mejor, y para mí el tiempo pasado forma parte, está presente, nos condiciona y nos hace ser lo que somos. Pero si me dicen ahora: ¿volverías a tener 20 años?, diría que no.
Pero en la película se apuesta por el papel, por los mapas… ¿es de los que apuesta por el papel?
Soy de papel, lo combino con tabletas… no soy un enamorado, pero no me gustan los que dicen lo contrario, los que dicen que eso ha muerto, también iba a morir la ópera y el vinilo… la vida siempre es menos previsible de lo que nos dicen. Ya se han cumplido 20 años del primero que dijo que el año que viene no iba a haber papel. Su lectura me parece placentera.
No hay que ser purista, pero el cine pierde mucho si no se indica como lugar para tener una experiencia cinematográfica.
También dicen que va a morir el cine, ¿qué piensa de la batalla entre Netflix y Cannes por lo qué es o no es cine?
Me da la sensción de que hay que ser inclusivo, porque puede ser bueno industrialmente, pero hay que ser exigente. Las películas que se consumen directamente en televisión no proponen la experiencia cinematográfica. Son televisión, su haces una película para tele o móvil y diriges de otra forma y contamina la experiencia cinematográfica, y tengo dudas de si se pueden combinar esas formas. La realidad es que la televisión es la televisión y el cine es el cine.
Hasta hace una semana la película no tenía distribución, ¿qué hubiera pasado si Netflix le hubiera ofrecido distribuirla en su plataforma?
Lo hubiera aceptado por la felicidad de recuperar el dinero de la inversión, que es lo que más condiciona, pero hubiera realizado alguna proyección, lo necesitaba, porque la película tiene una rítmica para una sala. A mí me cuesta ver una película en casa… entiendo lo de Cannes, fíjate, porque quiere ser una experiencia. No hay que ser purista, pero el cine pierde mucho si no se indica como lugar para tener una experiencia cinematográfica.
La película marca los 40 como es frontera moral, ¿es tan dura la crisis de los 40 como la pintan?
Bueno, es dura, y en nuestro tiempo es dura porque antes era la estabilización total, y ahora es tan inestable como la época anterior. Todas las edades contundentes tienen eso y esa más, porque antes se te permite juguetear. La palabra chico para alguien de más de 30 ahora es rara, pero antes era imposible. A partir de los 40 cuesta todo más. Lucía dice en la película que a los 40 se te acaba el crédito, ya tiene que ser todo realidad.
Creo que ha habido cosas que pensábamos que superaríamos y que ahora llama más la atención pensar que 40 años después sigamos enfangados en ellas, y eso me perturba
En la película ha habido otra película, Las distancias, que habla de la misma generación y las dos coinciden en el desencanto.
Sí, es una generación a la que se le han cerrado las perspectivas. Hay muchas frustraciones, pero no me gustaría que se conformaran con esa actitud. La queja por la queja no lleva a nada, es una generación que tiene en su mano su futuro, cuando escucho repetir que será la primera que vivirán peor que sus padres digo; ok, pero no os la creáis. La anterior también tuvo muchas dificultades, hay algo en tu mano para cambiarlo. Si no, se provoca una generación de cínicos, de acomodaticios en la queja, que les ves en la pantalla y les abofetearías, que les dices: oye, que tus abuelos vinieron de un país arrasado por una guerra. Hay que sacar esas frustraciones, pero no te pueden vencer.
La democracia también cumple 40 años, como tus personajes, de hecho la película habla también de España. ¿Está nuestra democracia en plena crisis de los 40?
Claro, los actores nacen en torno al 79,80… es interesante porque ellos han vivido en la libertad y percibes frustraciones eternas. Creo que ha habido cosas que pensábamos que superaríamos que arrastrábamos como corrupción, mentira institucional, falta de transparencia, de libertades... que ahora llama más la atención pensar que 40 años después seguimos enfangados en ellas, y eso me perturba. Miro a Europa y la veo dibujada a imagen y semejanza de EEUU, pero solo copiamos lo malo. No copiamos las leyes contra monopolio, la defensa por la libertad de expresión, la división de poderes. Copiamos los negocios que obligan a la gente a desplazarse, el coche, los centros comerciales, el ignorar a las minorías, protegerse de lo externo... hemos copiado lo peor.
Los corruptos dicen que son todos así para pasar desapercibidos, por eso yo siempre hablo de responsabilidad personal
¿Y cómo ve el futuro de la democracia, también en crisis?
Estamos en un momento de crisis, de repensarse todo, y existe un concepto que no valoramos que es la responsabilidad personal, cuando todos se defienden con: es que todos lo hacen, me produce un estallido de rabia, porque no es verdad.
En la película los personajes lo dicen: todos roban, aunque sea las pilas del mando del hotel.
Pero ellos no lo hacen, no se dejan llevar por eso. Hay que revindicar eso de: yo no lo he hecho. No son lecciones de moral, los corruptos dicen que son todos así para pasar desapercibidos, por eso hablo de responsabilidad personal.
Fernando Ramallo hace un discurso en el filme sobre un país en el que la gente va al gimnasio en vez de apostar por la cultura, ¿no es un punto de vista elitista?
Hombre, es una exageración del personaje, está provocando, pero está diciendo: cuidado, no caigas en la cultura de la exhibición externa, de esta especie de cosmética donde todo por fuera es perfecto, pero dentro no hay nada. Y es lo que nos venden, que sólo importa el envoltorio, ponte pelo, ten tableta, ponte gafas… y no es verdad.
El personaje de él, responde a otro de los temas estrella de este festival, la crisis de la masculinidad.
Sí, es cierto pero ha sido sin pensar en ello. Sale por intuición, porque hablo de las personas que conozco, y traslado eso, pero claro eso va calando, y hay una pérdida para bien de conceptos de masculinidad mal entendidos. Se entienden ya hasta cosas más complejas como lo transgénero, poco a poco, y por ahí vendrá mucha cuestión en el futuro. El otro día, una madre me preguntaba que qué le enseñaba a su hijo varón. No sé, a mí mi madre me educó en valores femeninos que le parecían positivos: no te pelees, si te insultan no hagas nadas... Esas hombrías, si es que ese término significa algo, yo creciendo en los 70, ya no las tenia.
La película habla también de cómo soportar las críticas cuando eres artista, ¿cómo se llevan y cuál es la peor que ha recibido?
Conmigo siempre han sido exigentes, una de las peores nada más empezar, que dijo: si no bastaba con un Trueba, ahora dos, y este encima malo. Y dije joder. He aprendido a convivir con ellas, forma parte del oficio y hay que respetarla y ejercerla a tu manera.