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El verano es mala época para encontrar grandes películas en los cines. El calor ahuyenta a la gente de las salas, y los títulos destinados a la temporada de premios esperan al último trimestre del año para estrenarse y que los votantes no se olviden de ellas. Junio, julio y agosto están dedicadas a las películas de animación (las vacaciones de los niños les llevan a las salas a diario) y a los taquillazos hollywoodienses, que aprovechan la época dedicada para ellos en EEUU, y que con la piratería ya no pueden arriesgarse a esperar un par de meses para llegar a España.

De vez en cuando surgen joyas escondidas en el trimestre de más calor. Pequeños filmes que sin grandes campañas de promoción encuentran su hueco en la cartelera y en el corazón de los espectadores que buscan otro tipo de historias. El año pasado Verano 1993 hacía honor a su título y se estrenaba el 23 de junio. Su buen boca a boca la llevó al millón de euros de recaudación y a todos los premios posibles. La película de Carla Simón fue la gran triunfadora del Festival de Málaga, mismo certamen donde ganó la Biznaga de Oro Benzinho (siempre juntos), el filme de Gustavo Pizzi estrenado el pasado viernes y que es otro soplo de aire fresco en la cartelera estival.

Una gran película, la mejor de lo que llevamos de verano, que parece mucho más simple en un primer vistazo de lo que realmente es, porque el guion que ha escrito Pizzi con la protagonista del filme, Karine Teles, parte de una anécdota, el síndrome del nido vacío, para hacer una radiografía de la maternidad, de la necesidad de sentirse queridos, de la feminidad y, de una forma muy sutil, del complejo de clase de una madre coraje que ve cómo su mundo se desmorona cuando ofrecen a su hijo mayor una beca para irse a jugar al balonmano a Alemania. Aunque tiene otros tres retoños esta mujer que ha levantado a su familia a pulso se enfrentará a la realidad más dura, a una soledad que siempre ronda y a una sociedad en la que sólo si eres alguien eres tenido en cuenta.

Tráiler de Benzinho

Irene no sólo ha cuidado a sus hijos, también se encarga de quitarle de la mente a su marido todas las ideas locas de negocio que tiene, se saca el graduado escolar y se enfrenta a una ruinosa reforma en su nueva vivienda que se cae a trozos y que es la metáfora perfecta de todo lo que le pasa por dentro a uno de los mejores personajes femeninos en año y la prueba de que el cine brasileño trata la feminidad con una inteligencia única.

Benzinho es un homenaje a las madres, y lo es porque no idealiza a su protagonista ni la presenta como una heroína perfecta e inquebrantable. Al revés, Irene se muestra egoísta, e incluso le gustaría que su hijo renunciara a su sueño para estar siempre juntos. Por eso el público empatiza tanto con ella, y también por una interpretación prodigiosa de la que no queremos separar la mirada.

Fotograma de Benzinho.

Uno de los aspectos que elevan a Benzinho de la típica 'feel good movie' sobre la familia y la maternidad es su retrato del Brasil actual a través de esta mujer, matriarca absoluta, pero también empeñada en dar a sus hijos una vida mejor a la que ella tuvo. Para ello se empeña en estudiar, en darles a los suyos lo que ella considera la mejor educación, en apuntarles a toda clase de actividades extraescolares (ese niño pegado a un trombón). Todo lo hace porque le han hecho sentirse culpable por ser humilde, de clase obrera -lo que la une con otra película de temática parecida, Lady Bird-.

Su sentimiento de culpa se explicita y llega a su cima en una maravillosa escena en la que Irene va a darle la invitación para su graduación a la señora que la tuvo contratada como limpiadora de su casa. Su antigua jefa, la repudia, la ignora y la mira por encima del hombro, pero la protagonista siente que tiene una deuda vitalicia con ella por haberla permitido tener un trabajo y ganar un dinero.

Todo está sin dar una voz más alta que otra, en un retrato lleno de detalles y gestos que no se subrayan gracias a un guion medido y una puesta en escena elegante que tira de momentos llenos de humor y energía para darle ritmo a una historia que se queda dentro del espectador cuando sale de la sala. Benzinho es la joya del verano.

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