Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en Érase una vez en... Hollywood.

Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en Érase una vez en... Hollywood.

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El estreno del viernes: ‘Érase una vez en... Hollywood’: el nuevo peliculón de Tarantino

La novena de la película del director es un homenaje al cine que gira en torno a la figura de Sharon Tate y la banda de Charles Manson.

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El cine de Tarantino está hecho de cine. Esta afirmación, que puede sonar redundante es, sin embargo, un resumen de una filmografía que ha explorado géneros y formas de una manera tan personal como única. Quentin Tarantino ha rodado las películas que a él le hubiera gustado ver como espectador, pero él no es un espectador normal, sino uno formado en subgéneros que no llegan al gran público.

Así, en sus nueve (o diez, según como se cuente) películas ha ido revisitando el western, las películas históricas, o el cine asiático filtrado por su propia visión. Cada fotograma de sus películas es un homenaje a las miles y miles de películas que ha devorado y procesado desde su infancia hasta su debut como director, pasando por su trabajo como dependiente de un videoclub y desde donde conoció cinematografías y directores.

Pasado por su thermomix hace que todo ese cine que él tiene dentro llegue a un nuevo público y mucho más amplio, y no lo hace en forma de simple refrito, sino con una personalidad tan única y arrolladora que hace que todo el mundo se rinda a sus pies. Tarantino es uno de los directores fundamentales e imprescindibles de las últimas décadas, y cada nueva obra suya es un acontecimiento de proporciones bíblicas.

Tráiler de 'Erase una vez... en Hollywood'

El director siempre anunció que su intención era dirigir diez películas, y ahora llega la esperada novena, que tiene por título Érase una vez en... Hollywood y que es la sublimación de su amor al cine en una declaración de amor en toda regla. Cada fotograma desprende cinefilia, respeto por su profesión y también una mirada digna y que rescata a todos aquellos que nunca fueron estrellas, que tuvieron que irse a Europa para seguir actuando.

La trama del filme es sencilla, sigue en el verano de 1969 a un actor, Rick Dalton -inmenso Leonardo DiCaprio- que ve como su época de estrella se apaga y se ve obligado a reinventarse y a adaptar las normas de una industria en constante cambio. A su lado su doble de acción, su amigo del alma y compañero de fatigas -un Brad Pitt por el que no pasa el tiempo. Su repaso al Hollywood de la época es luminoso, y gira en torno a la figura de Sharon Tate, a la que interpreta Margot Robbie.

Se ha hablado mucho de que Érase una vez en... Hollywood era una película sobre el asesinato de Sharon Tate por la banda de Charles Manson, y es lo peor que se ha podido hacer. El terrible suceso y la presencia de Manson sobrevuela toda la película, porque aquel suceso cambió a EEUU para siempre. Ahí acaba la esperanza de los años 60, como decía Joan Didion, pero Tarantino tiene claro que hay algo más grande que la vida, y eso es el cine. Así que en su obra y en su cine todo es mejor que en la realidad.

Imagen de la película.

Imagen de la película.

Su película funciona como un cuento, no es casualidad el título. El cuento de un cinéfilo sobre una época concreta en donde todo era luminoso, y por ello es tan importante la figura de la Sharon Tate de Robbie, ya que ella es el corazón del filme y en torno a la que gira todo, especialmente ese giro final que tanto se promociona y que no es más que una treta ya usada por el propio Tarantino y que subraya la función de cuento del filme y la hipótesis que siempre ha mantenido su cine de que en las películas es posible un mundo mejor.

Él reescribe la propia historia del cine en esta carta de amor. Lo hace tras dos tercios de película en los que uno asiste al Tarantino menos Tarantino, pero paradójicamente también a su filme más ambicioso y hasta nostálgico. Con su ironía a prueba de balas, pero contenido en todos sus excesos. Lo hace en forma de arrebato violento. Una violencia inherente a su cine pero que aquí tiene una función catártica y de justicia poética. Tres horas de puro goce, de tanto cine que según sales quieres volver a entrar para ver si algo se pasa por ósmosis. Sólo nos queda una para llegar a las diez. Esperemos que esa jubilación no llegue nunca, porque en un mundo tan cínico y oscuro, necesitamos el que nos ofrece Tarantino para huir.