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Este viernes llegaba a las salas la última película de Woody Allen, Rifkin’s Festival. No es una más, sino que su último título se filmó en España y se ambienta en el Festival de Cine de San Sebastián. Sólo el rodaje fue un acontecimiento. Rueda de prensa, noticias, fotos… Nuestro país era el escenario, por segunda vez, de la última creación de uno de los directores más importantes de la historia del cine. La lógica decía que, con semejante argumento, se presentaría en el propio certamen donostiarra. Pero las pandemias no entienden de lógica, y el coronavirus trastocó los planes.

A pesar de todo, el Zinemaldia programó Rifkin’s Festival como película de inauguración, y Woody Allen quería venir a toda costa. De hecho, hasta el último momento se intentó, pero los rebrotes y la situación sanitaria lo impidieron. Sin embargo, el director continuó con la jornada promocional a miles de kilómetros de distancia como si no pasara nada. Dio una rueda de prensa vía zoom en el festival. Atendió a televisiones, a prensa. Hizo entrevistas -entre ellas una a este periódico- y hasta entró en El hormiguero, y con una fluidez en las respuestas que parecía que entendiera el propio castellano. Es sabido por todos que Woody Allen no oye bien, y sin embargo esta vez parecía que hubiera rejuvenecido años en la agilidad.

Tenía truco, y detrás de toda esa excelencia ha habido un trabajo de orfebrería detrás que ha permitido que todo saliera como si el realizador hubiera estado en España. Un despliegue que se empezó a diseñar ya hace tiempo, sabiendo que la situación iba a estar complicada y que supuso dos equipos, uno en Nueva York y otro en España, dos traductores, tecnología punta… y una pantalla para que Woody Allen leyera las preguntas. Ahí estuvo el truco. El equipo de la productora y de prensa diseñaron todo al detalle y funcionó. Querían que todo fuera “como si Woody estuviera en el Festival”, explica a EL ESPAÑOL Laura Fernández Espeso, directora corporativa y de TV de The Mediapro Studio.

Así se logró que Woody Allen escuchara a los periodistas españoles

Fernández Espeso confiesa que “empezamos a trabajar en el operativo desde agosto, pero es verdad que él quiso venir hasta el último minuto”. “Nos pusimos con ello muy pronto, y es verdad que en Mediapro llevamos trabajando en eventos híbridos y virtuales desde el comienzo de la pandemia, pero aquí nos pusimos un mes antes”, explica de un despliegue en el que “hubo mucha gente implicada”. Había dos partes, la rueda de prensa y el ‘press Junket’, y para ello se montaron dos equipos de televisión en dos suites de un hotel de Manhattan. Una para Woody y otra para Wallace Shawn, el protagonista del filme.

Para el actor valía con tener un buen set con “conexión de vídeo de calidad 4k para garantizar que luego se pudiera emitir en televisión con una calidad de sonido e imagen”. Pero el problema era Woody Allen, un autor que dicen que no tiene ordenador, escribe en máquina de escribir y que como él mismo confiesa, usa su iPhone sólo para escuchar jazz. ¿Cómo iba Allen a entender a los periodistas sin perder la mitad del tiempo?

La solución estuvo en manos de dos traductoras. Una, en España, ofrecía una traducción simultánea a los periodistas españoles. La segunda, en el set de Allen, recibía las preguntas en español, y las transcribía a toda pastilla. Inmediatamente aparecían en una pantalla enorme que Woody Allen tenía al lado del monitor desde el que veía a cada periodista. De un simple vistazo iba leyendo la pregunta, y la respondía sin dificultad. El resultado era que parecía que escuchaba al momento todo.

La solución estuvo en manos de dos traductoras. Una ofrecía una traducción simultánea a los periodistas españoles. La segunda transcribía las preguntas para Allen a toda pastilla

“Sí, le transcribíamos, teníamos un sistema, así que él, además de escucharos os leía, y eso hacía que contestara sin problemas a pesar de sus problemas de audición”, cuentan desde Mediapro, que subraya que, además, desde el equipo de realización se seleccionaba el periodista que hacía las preguntas en las mesas redondas para que Woody le viera, y para que en la pantalla se viera una “doble ventana como si fuera un programa de televisión”, además de “crear fondos gráficos con la imagen de la película”.

Reconoce que hubo nervios. Tenían la presión de inaugurar el festival, de la rueda de prensa, las entrevistas... Así que el día anterior estuvieron haciendo “todo tipo de pruebas”, aunque están curtidos en experiencias similares. “Producimos más de 90 programas de televisión, 35 de ficción, tenemos oficinas internacionales, que es un plus enorme, así que si alguien podía llevar adelante esto, era este equipo”. Y, ¿cómo se tomó Woody Allen, una persona que sigue escribiendo en máquina de escribir, todo el trajín tecnológico? “Estaba encantado de que hubiéramos encontrado una solución. Entendió que hasta podía estar dirigiendo el plano y estuvo súper a favor de obra, puntual y muy profesional”. Ni una queja en las bambalinas de la jornada de prensa más extraña que seguro que ha tenido en sus más de 50 películas.

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