Júlia de Paz (derecha) junto a las protagonistas de su película.

Júlia de Paz (derecha) junto a las protagonistas de su película. EFE

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La directora de 25 años que ha emocionado al Festival de Málaga con su mirada a la maternidad

Júlia de Paz ha conquistado a la crítica con 'Ama', una película sobre madres abandonadas que no responden al patrón marcado.

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El Festival de Málaga es la cantera de donde sale el futuro del cine español. Un futuro que, especialmente en las últimas ediciones, pertenece a las mujeres. Aquí ganaron Carla Simón, Pilar Palomero, Elena Trapé… A esa lista, este año puede unirse otro nombre, el de Júlia de Paz Solvas, una debutante de tan sólo 25 años que ha enamorado a la crítica con Ama, su debut adaptando su propio corto en el que ofrece una mirada incómoda, arriesgada y diferente a la maternidad.

De Paz Solvas es un terremoto que da la vuelta a las expectativas de lo que esperamos ver en una ‘madre coraje’. Ama sigue un día en la vida de Pepa -a la que da vida Tamara Casellas, una revelación que es un torrente de fuerza y carisma-, una madre que sobrevive repartiendo flyers de una discoteca en la playa. Su compañero de piso las echa a ella y a su hija por no hacerse cargo de la pequeña.

Muchos pensarán que esta historia ya la hemos visto. Pero Pepa no es una madre coraje, es lo que muchos calificarían como ‘mala madre’, una etiqueta peligrosa, perniciosa y llena de juicios de valor. Es un personaje que se va de fiesta en vez de ir a cuidar a su hija, pero Júlia de Paz no la culpa, sólo la muestra. Sin dobleces. Llena de verdad. En ese trayecto veremos el vínculo con su hija, el camino de vuelta al cuarto de su infancia, y el desasosiego de una madre que muchas veces se arrepiente de serlo, un tabú: el de aquellas mujeres que se arrepienten de su decisión.

'Ama'.

'Ama'.

Una película dura, que no da asideros morales ni coartadas para que entendamos a su personaje. No busca nuestro perdón, y a quien señala es a un sistema que construye ideales imposibles y no da los recursos económicos, sociales ni psicológicos para enfrentarse a situaciones como esta. Una película que nace de un momento personal duro, que llevó a la directora a obsesionarse con el abandono y a acudir al psicólogo. Un momento en el que escuchó a su madre decir: “qué he hecho yo para que tú estés mal”.

“Yo le decía que ella no había hecho nada mal, y que no tenía que responsabilizarse de nada. También empecé un viaje muy bonito con mi abuela, que sí que fue abandonad, y hablamos mucho del peso de la maternidad. Yo he visto sufrir mucho a mi madre porque la han educado en que tiene que ser una madre ideal. La maternidad que nos venden es un mito, un mito que no debería existir, porque para mí no hay una maternidad, hay muchas, y cada una es diferente. No tendría que haber una norma”, cuenta la directora a EL ESPAÑOL.

Un modelo canónico que ahoga a las mujeres y que se ha perpetuado desde todos los sitios, también en el cine. “Tenemos que tener en cuenta que hay un sistema que controla el dialecto, los mensajes. Socialmente lo que se busca de nostras es que seamos las cuidadores, y el cine, como forma parte de ese sistema, ha participado en ese mensaje y ha hecho daño. Tenemos que tener en cuenta desde que punto de vista se ha hecho el cine, y parte sobre todo de Hollywood y de los hombres, es un cine súper patriarcal. Se hablaba de maternidad y eran hombres lo que hacían esas películas”, apunta este joven talento que huele a premio.

La maternidad que nos venden es un mito, un mito que no debería existir, porque para mí no hay una maternidad, hay muchas, y cada una es diferente

Por eso pide que no se juzgue a su personaje, porque ella no es culpable de nada. “Es muy fácil juzgar. La sociedad quiere que las mujeres seamos las cuidadoras, pero en muchísimos casos se nos carga con una mochila que nos aplasta, y no tenemos los suficientes recursos emocionales y psicológicos para afrontar ciertas cosas”, continúa esta realizadora que ya prepara un corto sobre violencia en la infancia, y otro para indagar en el porno feminista y enfrentarse a sus propios prejuicios y contradicciones.

Júlia de Paz es el último talento salido de la ESCAC, pero tiene una mirada combativa y activista. Habla sin tapujos, y reconoce que las historias que se ruedan se cuentan desde el privilegio, y que por eso en Ama era tan importante que hubiera una conciencia de clase muy clara. “Para vivir del cine tienes que vivir desde el privilegio. Yo soy una privilegiada, porque tengo recursos, gente que me ha apoyado, y me he podido permitir pensar en historias, aunque también haya tenido que currar para comer, pero claro, el cine que es visible, sobre todo el comercial, habla desde el privilegio”, dice con sinceridad.

“Los que no tienen recursos en lo que piensan es en pagar el alquiler, no en cómo van a contar una historia o en cómo van a grabar una escena. Tienen que sobrevivir, y en ese sentido hice un proceso de investigación en el guion y todas las mujeres que encontré como Pepa tenían un factor de clase social, y para mí era muy importante contarlo así. No podía inventarme otra cosa, porque la realidad era esa”, explica este torbellino que dará mucho que hablar.