Por primera vez en su carrera, no habrá que esperar más de un lustro para que Benito Zambrano se ponga de nuevo detrás de las cámaras. El director de Solas ha vuelto a la Semana de Cine de Valladolid dos años después de inaugurar el festival con Intemperie, el wéstern que le reportó el tercer Goya de su carrera gracias a su adaptación de la novela de Jesús Carrasco. Otro libro muy distinto, Pan de limón con semillas de amapola, se ha convertido en la quinta película de su carrera. El 12 de noviembre llegará a los cines españoles.
El drama inspirado en el best-seller de Cristina Campos cuenta la historia de dos hermanas, Anna (Eva Martín) y Marina (Elia Galera), que fueron separadas en su adolescencia y que después de 14 años sin verse se encuentran de nuevo para vender una panadería que han heredado de una misteriosa mujer a la que no recuerdan conocer. Las hermanas son dos mujeres con vidas muy diferentes. Anna apenas ha salido de Mallorca y sigue casada con un hombre al que ya no ama. Marina vive en África y trabaja como doctora para una ONG. En Pan de limón y semillas de amapola, las hermanas intentan descubrir los secretos de su familia mientras superan viejas rencillas del pasado.
“Si incluimos la miniserie Padre coraje, que para mí es una película, tengo un equilibrio de tres historias de hombres y tres historias de mujeres en mi carrera. “Estoy deseando ver cómo reaccionan los hombres a Pan de limón con semillas de amapola. Es el gran riesgo de este proyecto”, explica el cineasta antes de coincidir con el periodista en que durante demasiados años el cine de hombres se ha considerado como algo para todo el mundo y el de las mujeres como un producto destinado a las mujeres”. Como Solas y La voz dormida, la adaptación de la popular novela de Campos tiene a las mujeres en el centro de su universo.
Es la primera vez que pasa tan poco tiempo entre tus películas. Hasta ahora la distancia más corta entre ellas era de seis años.
Son casualidades del destino. A mí me ha pasado muchas veces, que no hago necesariamente el cine que quiero, sino el que puedo y el que surge, en el sentido bonito de la palabra. A mí me gustaría hacer películas como Clint Eastwood, que trabaja cada dos o tres años y habla de muchos temas. En 2017 me ofrecieron hacer Pan de limón desde Filmax y empezamos a trabajar en ella. Estábamos cerrando la financiación y ya pensábamos en el rodaje cuando de repente me ofrecieron hacer Intemperie. Fue una película que llegó y en tres, cuatro meses ya estábamos haciéndola. Es algo único que no pasa en todos los días. En el cine español es muy complicado que haya un proyecto sin director asignado y que surja de un mes para otro.
No tenemos una industria tan potente como puede ser la americana, en la que hay una industria del guion muy fuerte donde hay guiones pululando todo el tiempo. Aquí tienes que empezar tú los proyectos. Es un año de guion, dos de financiación, encontrar el momento adecuado… Al que mejor le va necesita tres o cuatro años entre películas. Para el resto, cuando te das cuenta han pasado cinco años de tu vida.
¿Qué fue lo que te atrapó de Pan de limón con semillas de amapola?
La voz dormida es una novela que elegí yo, pero tanto Intemperie como Pan de limón me vinieron a mí. Tuve una respuesta muy emocional [con la novela de Cristina Campos]. Me fluían las escenas, las visualizaba y me atraían los personajes, pero sobre todo me di cuenta de que si una novela me hace llorar como lo consiguió Pan de limón, es que ahí había algo. Después ya uno empieza a analizar qué es lo que tenía de interesante, como el pasado de la familia, la infancia, el reencuentro, los traumas que te marcan, la historia de Marina con África… Me gustaba mucho la subtrama de África. Yo admiro mucho la película El jardinero fiel. Es una de esas películas que ves y te hubiera gustado dirigir a ti. Es una película de esas que viajan y están conectadas con universos diferentes, en ese caso África y Europa. En mi caso tuve la experiencia similar con Habana Blues, que rodé en Cuba y con la que tenía una conexión personal muy especial.
Van a coincidir Pan de limón y La fortuna, dos historias que están rodadas parcialmente en inglés. ¿Está perdiendo el audiovisual español el temor a experimentar con varios idiomas como se hace fuera de una forma mucho más fluida?
Me agrada mucho que aprecies eso. Tiene que ver con lo que creo que está ocurriendo en la vida real. Ya nadie es de dónde vive. Hay una mezcla brutal en la sociedad. Yo vivo en Lavapiés, en Madrid, y siento como el mundo ha venido aquí y eso es algo tremendamente rico. A mí me parece que es algo [la diversidad lingüística] que debería aparecer de forma más fluida y naturalista. Yo no manejo ningún idioma. Me duele en el alma, pero no tengo conocimientos básicos ni de inglés. El lenguaje es algo que forma parte de la vida y en ese sentido creo que lo que muestra la película es algo muy contemporáneo y actual. Está hablando de una interculturalidad que está formando una nueva clase de familias.
Esta es la primera película como protagonistas de Elia Galera y Eva Martín. La película evita apostar por rostros más conocidos. ¿De dónde viene este fichaje?
Yo no trabajo nunca desde esa perspectiva. No busco hacer ningún alarde o descubrir a nadie. Sería algo ridículo o frívolo. El cine es un arte colaborativo que se crea en equipo y que necesita el talento y la energía de mucha gente. Y eso incluye a los actores, que para mí son lo más importante. Son los que van a poner el sentimiento, la mirada y la verdad de la historia. El espectador se debe emocionar por la mirada de las actrices. Son lo que más tiempo lleva después de hacer el guion y la preproducción. Yo creo que no existen actores buenos o malos, sino apropiados o inapropiados para un personaje. En Elia y Eva me encontré con la María y la Anna que yo quería y había imaginado. También hicimos casting con ellas dos juntas para ver la conexión que podían crear, como ya había hecho con María León e Inma Cuesta en La voz dormida.
Han pasado más de 20 años desde el estreno de tu ópera prima, Solas. ¿Eres más optimista o pesimista respecto al estado del cine español?
Depende en términos de qué. En términos de calidad, de variedad y de éxito hay años mejores y peores. Creo que en España hay una industria de muy buen nivel y con unos grandes profesionales en todos los aspectos. Si incluimos el gran momento de la televisión, alcanzamos un nivel altísimo. Si hablamos en términos económicos, creo que nos falta mucho apoyo a nivel de las instituciones y más dinero para poder hacer mejor las cosas. Este año parecía que iba a haber más ayudas, pero al final se ha quedado en los números de años anteriores. No sé qué va a pasar con las taquillas o las salas de cine ahora después de la pandemia. Estoy deseando ver qué sucede, pero soy optimista y espero que las películas conecten con el espectador. Es una situación complicada ahora mismo, porque mucha gente todavía no quiere ir a los cines y una película cuesta mucho dinero y es el trabajo de mucha gente y lleva muchísimo tiempo.
En 2002 la televisión española no vivía la época dorada de las miniseries de los años 80 ni el momento excepcional de producción y diversidad actual, pero después de arrasar con Solas tú decidiste hacer Padre coraje para Antena 3. ¿Te ves volviendo al medio?
Ese fue uno de esos casos que demuestran que las cosas surgen como surgen. Es un proyecto que me ofrecieron, a eso me refería cuando decía que uno hace el cine que quiere, sino el que puede, sale y surge. Yo no me esperaba hacer una miniserie como Padre coraje. Llegó y lo hice en un momento muy diferente para Antena 3, las audiencias y las televisiones privadas. Fue un proyecto para televisión, pero yo me la tomé como si fuera una película. Actualmente estoy desarrollando varios proyectos y eso incluye series de televisión. A ver si salen. Se están haciendo muy buenas series. Los mejores guionistas están trabajando para la televisión y los equipos técnicos son los mismos que en el cine.
Precisamente la obligación a las televisiones privadas de invertir en la producción de cine español ha provocado que en los últimos años el cine español dirigido al gran público y con el apoyo de las teles se parezca mucho más entre sí.
Eso pasa cuando las decisiones del cine caen en manos de muy poca gente. Creo que el cine debería estar más en manos de los creadores. No creo que la cuota de pantalla deba ser el criterio para decidir las ayudas en el cine español, porque entonces vamos a ir cada vez a peor. Vamos a ver una uniformidad derivada de que sea un grupo de cadenas y ejecutivos sean los que decidan qué películas se hacen. Deberían valorarse los proyectos y no el dinero. “Si tengo tanto dinero, puedo hacer la película”. No debería funcionar así porque al final caes en una situación muy perversa: “lo que dé dinero, es a lo que hay que darle dinero”.