Manuel Martelli reescribe la historia de Chile en ‘1976’: “Hablar de Pinochet ayuda a la reparación del país”
La actriz y directora chilena ha causado sensación en el circuito de festivales con una película inspirada por la abuela a la que nunca conoció.
El cine chileno no está dispuesto a dejar escapar tan fácilmente a Augusto Pinochet. Cuando Pablo Larraín anunció que volvía a su país y al cine en español para reinterpretar la figura del dictador como si fuera un vampiro en su primera película para Netflix, la directora y actriz Manuela Martelli ya había rodado su propia historia sobre uno de los años más aciagos de la dictadura chilena: 1976.
Tras participar en la Quincena de Realizadores de Cannes, convencer la crítica en el Festival San Sebastián y conseguir el premio a Mejor Ópera Prima en el Festival de Londres, la película chilena llega a los cines españoles con el halo de ser uno de los debuts más interesantes de un año lleno de ellos.
Martelli se inspiró en la historia imaginada de una abuela a la que no conoció para hablar de Carmen, una mujer de clase acomodada que se dirige a su casa de la playa para supervisar su renovación. Su marido, sus hijos y sus nietos van y vienen durante las vacaciones de invierno. Cuando el párroco de la familia le pide que se haga cargo de un joven al que acoge en secreto, Carmen se adentra en territorios inexplorados, lejos de la vida tranquila a la que está acostumbrada.
1976 parece un debut muy ambicioso. ¿Por qué querías empezar tu carrera como directora con esta historia?
La verdad es que yo quería ir a lo pequeño, pero yo creo que lo pequeño va siempre de la mano de lo grande. Me interesaba revisar la historia desde el interior de una casa. Quería concentrarme en la mirada de sujetos anónimos que hasta el momento nunca había visto en los libros de historia. En la versión oficial nunca aparecía la historia de una mujer anónima que vivía en su casa durante los años de Pinochet. Me pareció que era importante revisar la historia, pero para que esta volviera a resonar en la gente era necesario mirar otros puntos de vista.
La protagonista es un personaje muy atípico en el cine con vocación de denuncia: una mujer de clase alta, que lleva una vida cómoda y que no debería preocuparse en principio por las consecuencias de la dictadura. ¿Cómo creaste a la protagonista?
El personaje de Carmen está inspirado en mi abuela materna. Ese fue el germen de la película. Yo no conocí a mi abuela y cuando me puse a investigar sobre ella me llamó la atención que fuera una mujer muy adelantada a su época y con muchos intereses artísticos, y que al mismo tiempo que no tuvo espacio para desarrollarlo. Todo eso pasó en un contexto de un Chile muy politizado y con una dictadura muy represiva. Quería entender ese contexto en el que ella había vivido los últimos años de su vida y me preguntaba por qué había muerto tan deprimida. Otra pregunta que iba de la mano de eso era cómo podía existir un grupo de la sociedad que, sin ser artífice directo de la dictadura, había sido un cómplice pasivo del régimen. Eran personas que estaban muy cómodos a pesar de estar en un estado antidemocrático.
Me gusta que Carmen tenga una sensibilidad particular. De alguna manera es susceptible a mirar más allá de lo obvio o de lo que tiene que ver con su círculo. A pesar de ser parte de un contexto muy acomodado y de una clase bastante inconsciente o que decide ser inconsciente, ella de repente siente curiosidad por lo que hay más allá de lo que tiene delante de sus narices. Eso es lo que más me interesaba explorar también.
Es muy interesante la dosificación de información en la película. 1976 ni telegrafía el contexto ni menciona directamente a Pinochet hasta que pasa una hora de película. ¿Era importante para ti que la entrada en ese universo fuera sutil y progresiva?
Tiene que ver con lo que hablaba antes de revisar la historia a partir de los márgenes. Me gustaba la idea de hablar de cuando esa historia con mayúscula empieza a colarse en una casa a través de las pequeñas fisuras. Creo que no hacía falta entrar directamente en algo que en el fondo ya sabemos. Primero quería que el espectador se identificara desde lo humano antes que desde lo discursivo.
La justicia y la desigualdad han sido temas de preocupación desde el origen del ser humano, pero esta es la primera generación de la historia que se plantea que se plantea de verdad el concepto del privilegio. Es una tema muy presente en la película.
Sin duda, porque creo que es uno de los temas en Chile. La chilena es una sociedad absolutamente desigual, con diferencias dentro de clases radicales y muy extremas. Te diría que entre un 5 y un 10% se concentra el 90% de la riqueza. Tenemos una sociedad muy desigual, con una clase media muy frágil y con muy pocos derechos básicos garantizados.
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La película hace referencia a una mujer que es muy famosa en Chile: Marta Ugarte.
Creo que Marga Ugarte es uno de los emblemas de la dictadura y su cadáver justo aparece en el año de la película. Mi abuela se había muerto también ese año. Me empecé a preguntar qué había pasado en el país en 1976. Decidí crear mi propia línea temporal dentro de ese momento histórico para el país. En lugar de hablar de batallas, victorias o héroes, me apetecía hablar de una mujer anónima. Así es como surgió la figura de Marta Ugarte, que fue uno de los primeros cuerpos de los desaparecidos de la dictadura que apareció por un error.
La DINA [la Dirección de Inteligencia Nacional fue la policía secreta de la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile entre 1973 y 1977] tenía la costumbre de lanzar los cuerpos de los asesinados al mar desde helicópteros, pero no amarraron bien el cadáver de Marta y acabó cayendo antes en una playa. Su aparición provocó un montón de reconstrucciones en clave de ficción por parte de los medios de derechas de la época. Se inventaron que en realidad era una mujer que había sido asesinada por la pareja de su amante. Eran invenciones muy absurdas, pero funcionó como discurso oficial para tapar las pruebas definitivas de que estaba pasando algo en el país.
Acabas de estrenar 1976. Pablo Larraín ha rodado una película sobre Pinochet. ¿Crees que todavía quedan cuentas pendientes con la dictadura?
A mí me parece que Chile tiene una gran deuda con la dictadura porque no juzgó a los responsables como debería haberlos juzgado, empezando por Pinochet. Esa es una herida que para mí va a estar ahí y va a estar siempre. Es una cicatriz ya para la sociedad chilena. Es fundamental que eso no vuelva a pasar, y en ese sentido creo que la deuda es tan gigante que cuanto más se revise, mejor. Es una forma de contribuir a la reparación del país.
La película acaba y empieza con un simbolismo de unos zapatos. ¿De dónde viene esa idea?
Ese concepto surgió porque yo me puse a conversar con distintas mujeres de la época. Me parecía importante revisar el discurso y la historia oral de la gente que había estado ahí. La primera persona con la que hablé, por supuesto, fue mi madre. Estaba haciendo una película sobre su abuela, una mujer que yo no conocí, así que quería que me contara todo lo que recordaba de ella. En todas estas conversaciones apareció, no recuerdo cómo empezó, un recuerdo de mi madre de haber ido a ver a un familiar que había muerto y que estaba todavía en la cama donde había muerto. Lo que le había llamado mucho la atención era que todavía estaban los zapatos a los pies de la cama, como si estuvieran esperando a ser calzados. Me gustó esa imagen del vacío, de que había algo que ya no tenía sentido.
Los zapatos también tenían resonancia con la época. Otras personas que formaron parte entonces de la resistencia insistieron en que los zapatos eran fundamentales, era muy importante tener buen calzado y a veces hasta dormían con ellos puestos, por lo que pudiera pasar. Era un tema que aparecía de forma recurrente y quise incluirlo en la película.
Acabas de hacer tu primera película como directora. ¿Qué te pide el cuerpo ahora, seguir dirigiendo o volver a actuar?
Me interesan ambas cosas. Yo me formé como actriz primero y para mí es algo muy familiar. Ahora voy a hacer una película como actriz, pero ya estoy pensando en mi segunda película como directora. Va a ser un poco una continuación de lo que hice en 1976. Siento que hay más que investigar ahí y que puedo seguir metiéndome en los recovecos de la historia. Todavía se puede profundizar más en un periodo tan fundacional de lo que es Chile hoy. La vuelta a la democracia también fue una época clave en mi país.