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Crítica: ‘The Last of Us’ 1x01, un reloj roto en medio de un apocalipsis tan impactante como creíble

La producción de HBO se estrena con un episodio de 80 minutos, presentando su mundo y dando el primer paso en el viaje de sus personajes.

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The Last of Us tiene algo que contar. Y no le preocupa tomarse el tiempo necesario para hacerlo. En su estreno tenía la tarea de aglutinar un prólogo, que pusiera en marcha la trama, junto a la presentación de varios personajes y de una sociedad muy cambiada tras el apocalipsis sucedido 20 años antes.

Por tanto, Pedro Pascal, que hace de Joel, se muestra en dos versiones bien diferenciadas. La primera, la de un padre normal y corriente esforzándose por conciliar su vida como padre con su carrera laboral, que comparte con su hermano Tommy (Gabriel Luna). La segunda, la de un superviviente entre la crueldad de una zona de cuarentena controlada por militares. En ese momento es, por todo lo acontecido, un hombre tan roto como el reloj que le regaló su hija.

Ella, Sarah (Nico Parker), es quien acapara los focos en un primer tramo en el que se gana cierto cariño. El fin del mundo se vive desde su piel, la de una joven indefensa, lo que convierte la experiencia en algo todavía más aterrador. Es una perspectiva íntima pese al despliegue visual que se da cuando Austin (Texas, EEUU), la ciudad donde se encuentra, empieza a arder. Por momentos parece una serie de miedo, lo que da vidilla a un episodio que durante el resto del tiempo es más calmado.

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Entendiendo a Joel

No importa mucho que la muerte de Sarah sea previsible. Da igual que cualquiera que haya experimentado el videojuego supiera lo que estaba por llegar. El momento y, sobre todo, la actuación de Pascal y Parker, logran lo que se proponen: arrancar una lágrima y demostrar que eso es más importante que toda la pirotecnia que ha rodeado a esa escena.

Esa tragedia deja claro que en una serie tan cruda como esta muchos de los personajes no llegan para quedarse. El momento dramático da contexto para ese nuevo Joel que, tras perder aquello que le daba sentido a su vida, se cierra a un mundo en el que ahora las cartillas de razonamiento son el día a día. Ante la ausencia de su desaparecido hermano, sólo Tess (Anna Torv), su socia y compañera amorosa, le sirve de motivación suficiente para dejar temporalmente a un lado el alcohol y las drogas.

Ambos se dedican al contrabando en Boston (Massachusetts), una ciudad gobernada por militares dictatoriales que ejecutan a cualquier opositor. Los grises y deprimentes escenarios que les rodean entre murallas van en consonancia con el tono de ese colectivo autoritario. Los soldados que lo conforman hacen lo necesario para evitar que la infección que ha dejado a la humanidad al borde de la extinción afecte a esa zona segura.

La pareja está acostumbrada a esas lindes. Tanto que generan el miedo entre la competencia. A más descarnado, más hecho para esa nueva realidad y ninguno de los dos parece tener reparos en matar a quien intente jugársela.

Conociendo a Ellie

Y llega el momento de Ellie, interpretada magistralmente por Bella Ramsey. No se entiende a Joel sin Ellie y es tras verles juntos cuando realmente se ven las capas que el curtido superviviente tiene como personaje.

Las cosas se complican para él y su búsqueda de una batería para un vehículo le lleva a un edificio repleto de Luciérnagas, un grupo rebelde (y "terrorista) que busca restaurar la democracia y una cura imposible contra la infección. En definitiva, algo de luz en la oscuridad de ese mundo que justifica los medios aprovechando el fin.

Es ahí donde Ellie aparece. Los Luciérnagas pensaban trasladarla al oeste pero ahora Marlene (Merle Dandridge), su líder, no puede garantizar su seguridad. La vida de la joven es vital porque parece ser la clave para que la vida sea como antes del brote. Desde el primer momento no se corta al manifestar su lado más descarado y temperamental al tiempo que saca a relucir su sentido del humor. Su primer encuentro con Joel no es el más amigable, con un choque de personalidades. Pero de la conexión entre ambos depende que la serie tenga éxito.

Explicando el hongo

Tres minutos y medio es el tiempo que tarda The Last of Us en presentar su premisa, la de un hongo de origen real que controla la mente de su huésped. La escena de introducción son sólo palabras como parte de un programa televisivo ficticio emitido a finales de los 60. Sus espectadores acaban con el miedo en el cuerpo ante el aviso de un científico de que es plausible que el Cordyceps, como se conoce al parásito de origen real, afecte a seres humanos. Al menos hasta que aparece Ellie.

En ese saludo la nueva serie de HBO, justo antes de que comiencen los créditos iniciales con la música de Gustavo Santaolalla, hace gala de su cercanía al mundo real. Porque la diatriba del científico justifica la evolución del hongo aprovechando el cambio climático y porque se nota la consciencia de los guionistas respecto al coronavirus.

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Son tres, con esta, las épocas que muestra el episodio de debut. Demasiado, quizás, al igual que la duración de 80 minutos de este estreno. Durante ese tiempo The Last of Us pone sus cartas sobre la mesa para convencer y entretener. Lo hace a gran escala y dejando la sensación de que este capítulo podría estar dividido en dos de menor entidad.

En esa dirección apuntan pistas como la marcha de Kantemir Balágov de la serie, tras anunciarse previamente que iba a dirigir este piloto. O el anuncio original de la serie constaría diez episodios, y no nueve como acabó el trabajo final. La labor de dirección en esta ocasión recayó posteriormente en Craig Mazin, que a su vez coescribió este capítulo con su compañero en la creación de la serie, Neil Druckmann, padre del videojuego que adapta.

Sea lo que fuere lo cierto es que pese a ser un capítulo exigente por su duración, funciona. Mezcla momentos de tensión con el sosiego que requiere conocer a unos protagonistas más complejos de lo que aparentan. En su estreno, The Last of Us ha resultado ser un dos por uno contundente.

'The Last of Us' está disponible en HBO Max.