Telecinco está en crisis con los niños. La relación que unió Leticia Sabater desayunando, y con alegría, la rompió un organismo de nombre raro llamado CNMC. Los niños siempre quisieron sentarse al lado de Telecinco. Y los padres que se sentaban al lado de los niños. Pero la CNMC, como si de los servicios sociales se tratase, les separó y quiso buscarle nuevos padres.
“Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios”, publicó Lucas en aquel panfleto llamado Biblia. Según dicen, escribía lo que una vez dijo Jesús. Dios. O Telecinco. Dejad que los niños vengan a mí, debió pensar Mila Ximénez cuando la sentaron este martes en Hay una cosa que te quiero decir para recibir a una niña que cada tarde se convertía en espectadora de Sálvame.
Telecinco siempre fue la cadena del morbo, de las mamachicho, del destape. De lo prohibido. Esta vez, sin embargo, se lo han prohibido de verdad. La CNMC ha sido tajante diciendo que la programación de Telecinco no es digna para los niños. Y, como dice/dijo Jesús, “el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Siguiendo la palabra de Dios, los niños se asoman de vez en cuando.
Cada día, un 8% de los niños de entre 4 y 12 años que ven la tele le dan audiencia al pecado. A la manzana del paraíso. Un pecado del que presumió este martes una niña de 10 años que acudió al programa de las cartas para recibir la sorpresa de una idolatrada Mila Ximénez. Una mujer a la que escucha cada tarde con el beneplácito y el orgullo de toda su familia.
Allí, sentadas las dos juntas en un sofá, posaban la niña y la manzana. La protegida y el pecado. Pero la niña no arrancó sola la fruta. Ahí estaba su familia, la verdadera serpiente de toda esta historia. Los que cogieron la fruta y se la entregaron en mano a la niña, que no supo hacer otra cosa que morderla.
¿Quién tiene la culpa entonces? Telecinco plantó la semilla y tiene las puertas abiertas a los campesinos que quieren recoger sus frutos y no puede controlar quién se come el trozo de manzana. La responsabilidad es de los campesinos, que posaron orgullosos de darle cada día esta dosis de prohibición a su hija.
La historia sobrecogió. Por supuesto, toda carta viene acompañada de una lágrima caída. “Sálvame se ha convertido en algo muy importante para ella. Es llegar del colegio y sentarse en el sofá. Si hay jaleo le interesa el programa”, comentaba la madre de la niña. Puede que me gane algunos enemigos por no llegar a entender que una niña ciega haya encontrado su alegría en un programa de televisión. Pero no lo entiendo.
“Y le traían aun a los niños muy pequeños para que los tocara, pero al ver esto los discípulos, los reprendían”, seguía comentando Lucas en su monólogo. Entre ellos, Judas, su CNMC. Vendió a Telecinco por unas monedas, por una sonrisa por parte del Gobierno. Telecinco aceptó que no hacía una televisión para niños. Pero no tiene la culpa de que los niños se le sigan acercando. El problema, como siempre, está entre otras cuatro paredes.
¡Sálvame, señor! Amén