Pobre Alfonso. Tenéis que comprenderle. Está viendo cómo todo lo que ha construido estos años se está viniendo abajo. Está viendo cómo lamerle el culo a la derecha sólo le ha servido para mantenerse en el candelero unos años. Exactamente, durante una legislatura. 

Bien podrían haberle nombrado jefe de comunicación del PP ya que durante estos últimos cuatro años ha defendido con uñas y dientes las aventurillas en La Moncloa de Rajoy & Company. Ni acciones en el PP le han dado después de haber montado una guerra de guerrillas contra Pablo Iglesias y Manuela Carmena.

Ahora, rabioso por dentro, ha decidido atacar a aquellos profesionales que estaban antes en sus sillas trabajando y que, de la noche a la mañana, fueron sustituidos por gandules desvergonzados que sólo querían un sobre al final del mes sin importar el cómo. Rojo ha decidido ir a por los profesionales de RTVE que defienden una televisión pública libre e independiente. 

Desde su portal asegura que una televisión pública que no está a las órdenes del Gobierno es imposible. Sólo con esta frase ya se puede dar por satisfecho por el trabajo realizado en estos últimos años. De cómo ha chupado del bote de las públicas sin ningún remordimiento. 

Fue colaborador de lujo durante la primera etapa del PP en La Moncloa. Analista político en especiales electorales y entrevistador de excepción en el programa de Buruaga. Poco a poco fue desapareciendo viendo que repelía hasta al más fan del Rato. Se quedó sólo bajo el cobijo de su gran amigo Sergio Martín, director del Canal 24 Horas.

Ya ni Ana Rosa Quintana le pudo mantener en su puesto de trabajo como colaborador de su programa y como presentador de la tertulia matinal en Telemadrid. El presentador tuvo que abandonar su programa en la pública madrileña tras las elecciones autonómicas y ser sustituido. Lo mismo le ha pasado en Castilla La Mancha TV, donde se ha quedado sin colaboraciones tras la llegada de García Page al Gobierno castellano manchego.

Ahora escuece y ni la mercromina es capaz de cortar la sangre. Alfonso Rojo ya se había asegurado unos ingresos al final de mes gracias a su club de amigos. Ahora prueba de su propia medicina y se va quedando sin sillas. No ha hecho falta que se vaya a Sevilla. Alfonso rabia. Triste de ti.