Crítica: No quiero ser una monja tróspida
Cuatro se arriesgó este domingo con Quiero ser monja. El programa obliga al espectador a cambiar el chip rápidamente, algo a lo que no está acostumbrado. Cuatro es la cadena de los tróspidos, del humor y de la ironía. Pero Quiero ser monja pretende que nos lo tomemos en serio. Y ese cambio de mentalidad es lo que hace receloso al espectador a la hora de creerse las historias.
Quiero ser monja presenta a cinco jóvenes que aseguran haber recibido la llamada de Dios. Sin dobles intenciones. Sin juego sucio. El nuevo programa de Cuatro quiere que veamos cómo se preparan cinco chicas para ser monjas sin caer en la risa fácil. Algo prácticamente imposible.
Aunque las jóvenes no hacen dudar de su fe, el montaje del programa y el resalte de comentarios más ligados al humor (no barriobajero) hace que esto parezca un spin off de Generación Ni Ni o Curso del 63 en el que un grupo de elegidos ha querido seguir con su educación eclesiástica años después del programa.
Un casting de veinteañeros diferente al que estamos acostumbrados a ver en TV
Y si el espectador no se cree del todo las historias de las chicas el programa no tiene nada que hacer como docurreality, pero sí como reality. Las aspirantes a monjas dejan atrás a la persona para convertirse en personaje.
El casting es algo diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en televisión cuando se trata de jóvenes veinteañeros. Dejamos atrás a los cuerpos y mentes de Mujeres y hombres y viceversa para enfrentarnos a discursos algo más claros, con el sujeto, el verbo y el predicado bien construidos.
El montaje de Quiero ser monja es rápido y efectivo. La ahora denominada Warner Bros. (antigua Eyeworks) nunca ha decepcionado en su forma de presentar el producto. Es una productora que siempre ha cuidado hasta la guinda del pastel, preocupándose mucho por la forma tanto como por el contenido del mismo. Por muy bueno que esté el bizcocho, si la presentación que lo rodea es mala el resultado puede ser desastroso.
Han preferido hacerlo más juvenil y adaptado a las redes sociales
La música marca el tono del programa. Puede ser el diferenciador de un programa para La 2 y un programa para Cuatro. El formato Quiero ser monja podría haber tenido cabida incluso en la televisión pública. Pero han preferido hacerlo más juvenil y adaptado a las redes sociales, un lugar en el que Cuatro se mueve como pez en el agua. De fondo suena la BSO de 28 días después. Así no nos podemos tomar en serio un programa que pretendía serlo, pero que gusta que no lo haya logrado.