Llámenme tonto, pero La sonata del tiempo es una especio de La que se avecina en términos dramáticos. Algunos hechos incoherentes en una misma escalera de vecinos que vienen dados de fábrica pero que, cuando se unen, son eficaces. Eso sí, aquí sólo se suda drama y más drama. Las desgraciadas salen como enanos.

TVE debió tener mucha envidia de Antena 3 cuando estrenaron El tiempo entre costuras. Hubiese sido una serie perfecta para la televisión pública. Por eso han seguido el mismo mecanismo que la privada con esta serie de televisión. Guión inspirado en una novela, género de la posguerra, una mujer como telón de fondo... y ¡boom! Ya tenemos drama lacrimógeno.

Ahora sólo faltaba ponerlo bonito. Y lo han conseguido. La sonata del silencio tiene una fotografía marcada y con personalidad, aportando un tono al argumento que hacen de este proyecto uno de los mejor tratados de TVE en estos últimos años. Es ua serie eficaz que, sin embargo, peca a la hora de ser tan perfeccionista.

Tal vez es que se han querido pasar con el género de autor, intentando hacer de este proyecto un drama eterno. Sinceramente, se han pasado con los primeros planos, las cámaras lentas y los planos detalle. Las primeras son de agradecer, otorgando carácter a la historia. Tras una veintena logran cansar.

El nivel actoral de esta serie es ejemplar. Es lo bueno que tiene un proyecto con fecha de caducidad (nueve episodios). Se permite llamar a actores que sólo aceptan papeles que no les encadenen a un guión de por vida. Es el caso de nombres como la magistral Marta Etura, Daniel Grao y Eduardo Noriega. Fuera de este círculo protagonista destaca una prometedora Claudia Traisac y un ya crecidito Fran Perea. Al otro lado de la tabla está el desentone de Lucía Jiménez y Joel Bosqued, que en el primer capítulo no logran seducir.

Lo triste es que sólo exista un El tiempo entre costuras. Y La sonata del silencio es un buen culebrón de época, llamativo y que, bien cuidado, resulta hasta entretenido. Pero no tiene ese objetivo aventurero que tenía la historia de Sira Quiroga y que hoy en dá resulta comparable a cualquier ficción que se le asemeje. Es un piloto bien dirigido, sin caer en demasiados soseríos, pero cuya historia carece de alicientes para llamar al ganado más joven de la manada, quedándose en el público costumbrista de TVE que también consume Acacias 38 o Seis hermanas. Bien ejecutado pero que carece de tirón victorioso.