De verdad que no lo entiendo, Susanna. No comprendo cómo una periodista como tú, que siempre se ha rasgado las vestiduras con todo aquello que huela a machismo, pueda haber aceptado cobijar en su programa a un periodista como Alfonso Rojo, famoso por los titulares sexistas de su medio.

Aún recuerdo cuando el pasado febrero te molestó que un buen compañero, de los mejores que existen en crónica social, te preguntó por tus secretos de belleza. “Espero que algún día les formulen esas mismas preguntas a los hombres. Ojalá que también respondan sobre la dichosa conciliación”.

“Estoy cabreada”, titulaste la columna. “‘No me he operado los labios ni me hecho un lifting’. Joder, ¿eso era lo más destacado de lo que dije? (...) Los periodistas deberíamos hacer un esfuerzo por ampliar y complementar el trabajo de nuestros diarios o cadenas”, protestaste sin poner en duda que quizá el titular ni siquiera fue escogido por el periodista.

Por eso, cuando hace unos días veía que Espejo Público había fichado a Rojo como tertuliano, no di crédito. ¿Dónde habían quedado tus ideas sobre la desigualdad tan bien expresadas en otra columna de PAPEL titulada 'Sí, soy feminista'? ¿Cómo es posible que aceptes sentarte con alguien que llegó a decirle a Ada Colau que “estás muy gordita para el hambre que se pasa” o que insultó a Beatriz  Talegón diciéndole que “te has puesto gorda”?

Eso por no hablar de los continuos titulares machistas de su medio. ‘Un falso novio de postín camela a una pardilla en Barcelona y se la lleva de esclava a Rumanía’, ‘Parecen prostitutas de un western pero son las reinas magas de Ribó’, ‘Colau ficha a ‘Miss Bragas’: una ‘post porno’ que le gusta mear en la calle’ o ‘La “puta y mal follada” de la CUP dice que los hijos deben criarse en tribus’ son algunas de sus perlas. Puedes ver más en esta galería. 

Estoy cabreado, Susanna. Los periodistas deberíamos hacer un esfuerzo por ampliar y complementar el trabajo de nuestros diarios o cadenas. Y flaco favor hace tu programa y tu cadena sirviendo de altavoz a alguien que, con cada uno de estos titulares, arruina vuestros esfuerzos en la lucha por la igualdad.

“La lucha de las mujeres tiene que empezar por una autocrítica radical”.

No son palabras mías. Son tuyas.