Mucho cuidado con encender este lunes el televisor y poner Antena 3. Pueden encontrarse una serie de televisión que hiera su sensibilidad. Si la ven, la cadena no se hace responsable de que no puedan dormir por la noche. La estará viendo bajo su propia responsabilidad. Y es que Allí abajo pasa a ser una serie hiriente después de haber sido una comedia totalmente familiar.
Al menos, eso es lo que se saca como conclusión de lo que ha pasado en redes sociales en estos últimos días. De nuevo se vuelve a demostrar que la televisión está cada vez más encorsetada, que hay mucho más miedo al qué dirán.
La polémica saltaba cuando Sergio V. Santesteban, uno de los guionistas de Allí abajo, hacía un chiste sobre andaluces. El problema es que lo hizo en Twitter, esa red social en la que es demasiado fácil llamar al boicot cuando cuatro tuits aparecen en escena. Pero la bola se hizo más grande cuando Plano a Plano, productora de la serie, dio de lado a su compañero y se posicionó del lado de los que zarandearon a su trabajador.
El humor no es humor si no avergüenza, parodia o se ríe de algo o alguien. El chiste siempre ha sido irónico. ¿Es que ya no se pueden contar chistes sobre la gente de Lepe? Las bromas deben tener algunos límites de cara a la galería, pero el humor no debe ser razón para que se pida el despido de una persona.
Plano a Plano ha resbalado por completo en su estrategia para protegerse ante un posible boicot. Antes de que la bola se hiciera más grande ha preferido echar a su guionista a los pies de los caballos. Y si de alguien hay que protegerse en determinados momentos es del odio, no de aquellos que intentan provocar una sonrisa en redes sociales con un chiste que, por mucho que no haya gustado a algunos, no ha quitado el sueño a nadie.
El humor ha tenido que ir dando pasos hacia atrás
Vivimos en unos tiempos en los que el humor ha tenido que ir dando pasos hacia atrás. Las risas ahora tienen una camisa de fuerza. Y es que, para bien o para mal, cada carcajada tiene detrás alguien que se siente ofendido. Tal vez el humor ha retrocedido tanto que hoy en día sería imposible estrenar Torrente en la gran pantalla con títulos de crédito en los que aparecían mujeres desnudas o los guionistas de Ocho apellidos vascos habrían acabado entre rejas.
Antes los chistes eran buenos o eran malos. Antes los chistes incitaban al aplauso o mandaban a alguien a la cama. Ahora los chistes puede provocar despidos. Y eso no debería permitirse. Pues ese es el chiste malo de la sociedad. Una sociedad que sigue permitiendo que los políticos se rían de algunos pero que no permite que sus conciudadanos se rían de sí mismos.
Y es que Allí abajo siempre se rió de la rudeza vasca y de la veguera andaluza. Y el camino de la serie debería ser el volverse más basta en cuanto a sus chistes. Pero parece que la televisión ha desaprendido y se ha convertido en un mero campo de corrección en donde todo lo que se sale de lo políticamente correcto es razón para generar odio. Y el odio sólo genera más odio.
‘Allí abajo’ regresa para recuperar su corona
Triste es que la serie más vista de la televisión el pasado año regrese a la pequeña pantalla con este contexto tan poco alegre. Pero lo cierto es que este lunes se estrena en Antena 3 la cuarta temporada de Allí abajo, la serie que logró los mejores resultados de audiencia del año pasado. Y es que esta ficción demostró que gusta mucho reírse de lo local, por mucho que a algunos les suene a locura.
En esta temporada el norte y el sur convivirán a partes iguales. Y es que Carmen (María León) e Iñaki (Jon Plazaola) se han separado y cada uno ha regresado a su ciudad natal. Han pasado tres meses desde que Iñaki y Carmen se convirtieron en papás de una preciosa bebé, Elaia.
También han pasado dos meses desde que quedaron muchas preguntas en el aire: ¿por quién se decidiría Carmen? ¿Por Iñaki o por Horacio? ¿Seguirán viviendo en el norte, o la pequeña Elaia diría sus primeras palabras con acento andaluz? Tras despedirle Gotzone, ¿perdería Iñaki el Kaia para siempre? En el primer capítulo de esta cuarta temporada, se desvelarán varias de estas incógnitas.
Por una parte, Carmen recibe la oferta de dirigir la clínica Híspalis. Y es que, desde que se fue Trini y Cristóbal asumió el cargo, la clínica es un caos y necesitan desesperadamente a alguien que pueda gestionarla mejor que él; algo que, por otra parte, no parece muy difícil.
Por su lado, Iñaki descubre la forma de retomar su oficio de cocinero de alta cocina y, a la vez, hacerlo en su Kaia. ¿Cómo? Pues gracias a que Arzak (actual propietario del restaurante) está pensando en vender el Kaia a un inversor. Iñaki, que decide volver a tomar las riendas de su vida, quedarse en el norte y luchar por recuperar su Kaia.